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21 septiembre 2011

UNA DE ANTIBIÓTICOS… ¡MARCHANDO!



Acabo de ponerme un supositorio, y no precisamente por la vía más ortodoxa. En realidad quiero decir que he estado visitando “El supositorio”, el excelente blog del Dr. Vicente Baos, médico de familia, que sigue batiendo records en Internet. Me satisface ver que opinamos de manera muy parecida en las cuestiones sobre las que hoy pretendo reflexionar.

Finalizando el verano, con el otoño en puertas y las temperaturas en descenso progresivo, pronto comenzará el ataque anual de los virus respiratorios, entidades infecciosas microscópicas (Wikipedia dixit) que necesitan desarrollarse dentro de las células de nuestro sistema respiratorio y que causan varias enfermedades en el mismo.

A pesar de nuestra primera barrera defensiva formada por los cilios (similares a diminutos pelos), el moco de la nariz y la saliva de la garganta, algunos conseguirán infectarnos y provocar la reacción de las defensas linfáticas locales, y desde ahí, alcanzar otras zonas de nuestro organismo.

Dentro de un ejército muy heterogéneo podemos encontrarnos al virus de la gripe o influenza, al virus sincitial respiratorio (que afecta especialmente a los menores de 6 años) y a una amplia familia causante de resfriados y catarros comunes como los virus Coxsakie, Echovirus, Coronavirus o Adenovirus, capaces de provocar faringitis y bronquitis, por su capacidad de persistir infectando las amígdalas y las adenoides.

Las campañas de vacunación antigripal han demostrado un claro beneficio para determinados grupos de la población, como por ejemplo las personas mayores de 65 años y los enfermos con afecciones crónicas del aparato respiratorio y cardiovascular. Por ello no resulta extraño que algunos pacientes acudan estos días a la consulta para preguntar sobre la próxima campaña de vacunación antigripal. Pero también recordamos los ríos de tinta y las montañas de información que se generaron hace apenas dos años con la pandemia de gripe A, su vacuna y la controversia generada por el Oseltamivir y las millonarias ganancias que generó para las empresas que lo sintetizaron y comercializaron.

Sostiene Aloysius que tratar las infecciones virales respiratorias con antibióticos no supone ninguna ventaja. Más bien al contrario, el uso indiscriminado de estos fármacos provoca que cada año aparezcan más resistencias frente a los mismos, circunstancia que puede acarrear serios peligros para la salud. Y no quiero decir nada más sobre la automedicación…

Termino comentando las conclusiones de un estudio realizado en Noruega dentro del ámbito de la atención primaria respecto al tratamiento de las infecciones respiratorias virales. Resulta que cuánto mayor sea la sobrecarga asistencial en la consulta cotidiana, más antibióticos se recetan por el médico a estos pacientes. Otro ejemplo que demuestra que la masificación de las consultas puede repercutir negativamente en la calidad asistencial, aumentando de paso el gasto farmacéutico.

09 septiembre 2011

LIBERTAD Y SALUD



Estos mismos comentarios podrían haberse agrupado bajo el título de Salud y Libertad, tanto monta, monta tanto, pues excelsas y preciadas son ambas voces y acepciones. En la breve historia de nuestra humanidad muchas han sido las ocasiones en que se han coartado libertades, individuales y colectivas, en aras de preservar el valor de la salud.
Precisamente la otra tarde estuve revisando las tropelías cometidas entre 1932 y 1972 por los servicios públicos de salud estadounidenses durante el llamado “Experimento Tuskegee”, en el que 399 campesinos afroamericanos del estado de Alabama, en su mayoría analfabetos, fueron utilizados como conejillos de indias para estudiar la evolución natural de la sífilis.
Entonces, el inoportuno Aloysius me envió por Twitter un mensaje que cambió totalmente el centro de mi atención. Trataba sobre la negativa de los responsables de esta popular red social respecto al veto en Internet de todos aquellos argumentos favorables e inductores de la anorexia y la bulimia. Estudios realizados sobre los contenidos de Twitter reflejan que en un 40% de los casos se trata de noticias, en un 38% conversaciones, en un 9% mensajes repetidos o rebotados entre los propios usuarios y el restante 8% se reparte entre el correo basura (spam) y las palabras sin sentido. Twitter registra más de 50 millones de visitas diarias, la mayoría de personas adultas, si bien un 10% corresponden a jóvenes entre los 12 y los 17 años de edad. Muchos usuarios de esta red social han creado pequeñas comunidades con intereses comunes, que incluso han llegado a materializarse en la realidad realizando reuniones periódicas. Desconozco si algunas de ellas tendrán como nexo de unión la anorexia o la bulimia, pero no me extrañaría nada.
Por otra parte, también Twitter ha sido acusada de censurar las controvertidas informaciones de WikiLeaks, mientras padecía en sus propias carnes virtuales el veto de países como China, Irán, Egipto y Corea del Sur.
Dejamos estas preguntas flotando en el viento. ¿Debería ser censurada en las redes sociales cualquier apología a favor de la enfermedad y contraria a la salud? ¿Es condición suficiente la libertad de expresión para publicar informaciones que atenten contra la integridad de la persona y de la sociedad? Expertos habrá en la materia y sería muy interesante debatir todas estas cuestiones en foros más amplios.
Para encontrar respuestas, esta vez no podemos consultar a los clásicos, pues anorexia y bulimia son graves patologías emergentes en un mundo contemporáneo y constantemente en cambio. Tanto el uso como el mal – uso de los modernos sistemas de comunicación plantean cuestiones éticas y morales que todavía se nos escapan de las manos. Por lo pronto, el gobierno español tratará que la Unión Europea presione a todas las redes sociales para que bloqueen los contenidos que fomenten la anorexia y la bulimia en Internet. Y como decía el maestro, que Dios reparta suerte.

04 septiembre 2011

PIEL ANTIGUA



En agosto de 2008 fueron descubiertos en la cueva de Malapa, a pocos kilómetros de Johannesburgo (Sudáfrica) los fósiles de un probable antecesor del género humano: el Australopithecus sediba.

Los investigadores dirigidos por Lee R. Berger han presentado un hallazgo revolucionario, pues estaríamos ante un homínido con unas características especiales que le situarían entre los australopitecus y el Homo habilis: rostro más humano, con piezas dentarias más pequeñas y nariz proyectada, dedos de las manos más pequeños y una pelvis con caderas que le permitirían caminar erecto dando zancadas. Aún así, conservaría rasgos ciertamente simiescos, como por ejemplo unos brazos más largos semejantes a los del orangután actual. Su capacidad craneal podría albergar un cerebro de unos 450 cm3... Estos restos fueron datados con una antigüedad aproximada de 2 millones de años.

Los 4 ejemplares encontrados (una hembra de unos 20 - 30 años, un varón de unos 12, un infante y otra hembra adulta) debieron fallecer juntos en un corto intervalo de tiempo, quizás al caer accidentalmente en la cueva de Malapa. Una capa de sedimentos tras una inundación los cubrió y ha permitido que estos fósiles se hayan resguardado en buen estado.

Lo verdaderamente fascinante es que conservan incluso restos de la propia piel, en la parte superior del cráneo del niño y en la mandíbula de una de las mujeres, cerca de la barbilla, algo insólito en los fósiles de homínidos descubiertos hasta la actualidad. Pues bien, el estudio de estos tejidos blandos permitiría conocer una información muy valiosa sobre la evolución del hombre.

Así lo revela John Hawks en su weblog sobre paleoantropología, genética y evolución...


Gracias a él nos hemos enterado que el propio equipo de Lee Berger encontró restos de cabello preservados en coprolitos de hiena de más de 200000 años de antigüedad, en la cueva de Galdysvale, muy cerca de la de Malapa.

La magia de Internet puede permitir que otros expertos puedan colaborar en el proyecto que permita obtener resultados a partir del estudio de tejidos blandos procedentes de los homínidos que nos precedieron en este planeta, aunque hoy en día estén mineralizados y fosilizados.