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23 marzo 2019

EL LLANTO DEL MÉDICO (REVISADO)



Construimos hoy esta colaboración con retazos del pasado, a partir de notas escritas hace muchos años y de recuerdos todavía mucho más añejos. A ver a qué puerto llegamos. Sostiene Aloysius que António Lobo Antunes decidió abandonar el ejercicio de la Medicina tras ver morir a un niño de leucemia. Este persistente candidato portugués al Nobel de Literatura prefirió dedicarse a la escritura, a pesar de que para él los lectores somos como las prostitutas, porque amamos a los escritores para después abandonarlos. Aunque sólo sea por llevarle la contraria, retorno de vez en cuando a las obras de Lobo Antunes, pues yo también me convencí un día de mi incapacidad para la Pediatría, durante una rotación por una unidad hospitalaria de oncología infantil. Entre mis recuerdos, creo conservar todavía una foto en Sintra, risueño y firme bajo la placa que anuncia la calle del Dr. Miguel Bombarda, el nombre del sanatorio psiquiátrico donde ejerció el entonces Dr. Lobo Antunes.

Permanecer cierto tiempo hospitalizados, bien como enfermos o como acompañantes, nos permite poner en orden nuestros pensamientos, incluso plasmarlos sobre un papel o la pantalla de un ordenador, conocer las historias de los que han de convivir con el sufrimiento cotidiano, así como nosotros también lo hacemos con nuestros fantasmas particulares. Sumergidos en la vorágine de la sofisticación técnica de la Medicina y el nacimiento de las super-especialidades, en su cara A el incremento constante de la esperanza de vida, en su cara B el riesgo de convertir a los pacientes en números, datos, porcentajes, la pugna contra la deshumanización de la asistencia sanitaria se convierte en un deber ético capital para todos aquellos que trabajamos con el dolor, la enfermedad y la dependencia ajena. Los expertos denominan cosificación a este particular proceso de deshumanización, donde lo subjetivo se convierte en objetivo, lo singular en seriado. 

Y aunque de las lágrimas del Dr. Lobo Antunes surgió un colosal literato, más amargas son las de aquellos prójimos que se encuentran privados de la salud.

ARRUGAS


Yo, que durante muchos años fui un autentico devorador de tebeos y cómics, que regularmente intercambiaba en la librería de Marina, en la Rúa de la Paz, y en el kiosko de la otra Marina, en la Plaza de la Trinidad, confieso que hacía mucho tiempo que no compraba un cómic, hasta hace apenas una semana, cuando se me ocurrió adquirir “Arrugas” (Paco Roca, 2007).

Tan repentino interés se despertó gracias a mi correspondencia periódica con Blanca Mayor Serrano, especialista en divulgación y comunicación médico-sanitaria. Ella ha sido la creadora y administradora del grupo “Alfabetización en salud/Health literacy” en Linkedin, y del blog “Comunicación y educación en salud” del grupo de Facebook “Medicina y Ciencia Gráfica”. Colaboradora habitual de “Tebeosfera”, revista teórica digital trimestral fundada en 2001, se encarga de estudiar aquellos medios relacionados con la cultura popular gráfica, como por ejemplo las historietas y el humor gráfico, la ilustración, la novela popular, el cine o los juegos.

No es la primera vez que desde esta modesta colaboración defiendo el papel del cine, la televisión y el cómic en el aprendizaje y la difusión de conocimientos científicos, particularmente médicos y sanitarios. Tan solo hace falta disponer de tiempo libre y un ordenador conectado a Internet para navegar por esos procelosos océanos virtuales de la información, descubriendo verdaderas maravillas. Existen varias universidades que incorporan dichas disciplinas en la formación humanística de los futuros profesionales sanitarios.

El cómic “Arrugas”, centrado en el alzheimer y la vejez, debería figurar en las estanterías de bibliotecas públicas, colegios, institutos y facultades, para que todo aquel que lo leyera, además de disfrutar de su hermosa factura, fuese capaz de solidarizarse con el sufrimiento de los pacientes, de sus familiares y de sus cuidadores. Estamos hablando de una patología que cada minuto supone un nuevo diagnóstico en Estados Unidos; acumulado al gasto de otras demencias supuso en 2018 277000 millones de dólares solamente en ese país, y que se espera alcance los 1.1 billones de dólares en el 2050.

Pero “Arrugas”, que también cuenta con una versión en película, no es el único ejemplo”. En 2010, patrocinada por el laboratorio farmacéutico Lundbeck, se publicó “Alzheimer, ¿qué tiene el abuelo?, en colaboración con la Fundació ACE de Barcelona, supervisado por la neuróloga Mercè Boada. Concebida para niños y adolescentes de 10 a 16 años, se distribuyeron 10000 ejemplares entre especialistas y asociaciones de afectados. “Tú, yo y el Alzheimer” es otro tebeo genial, 16 páginas en color patrocinadas por Kern Pharma y la Fundació ACE, destinado a niños de entre 6 y 12 años, 2000 ejemplares para sensibilizar a la sociedad sobre esta enfermedad. Muy recomendables.