CREA, INVENTA, IMAGINA... ¡NO COPIES!

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31 enero 2009

JUAN NADIE


Este mundo nuestro, condenado a rotar inexorablemente sobre su propio eje más o menos cada 24 horas, esferoide que danza por esa inmensa sala de baile llamada Universo cargando sobre su curvatura millones de sueños, esperanzas y tormentos...; ¡cuánto mudan las ideas de los hombres en tan escaso espacio de tiempo!.

En 1941 se estrenó una película del prolífico Frank Capra. Este director, nacido en la Sicilia de finales del siglo XIX, como tantos otros compatriotas suyos se vio obligado a emigrar a los Estados Unidos. Tal vez debido al choque cultural entre su civilización mediterránea original y el vertiginoso modelo de vida americano, se convirtió en el más fiel retratista de las desdichas y los anhelos de los anónimos ciudadanos.

Esta película se tituló "Meet John Doe", en nuestro país "Juan Nadie", y contó con la participación de la pareja estelar Barbara Stanwyck - Gary Cooper. La trama comienza con una serie de despidos en la sede de un periódico, provocada por la compra de su nuevo propietario. A modo de venganza, una espabilada periodista se inventa un carta en la que un parado, ante su desesperada situación, advierte sobre su intención de suicidarse arrojándose al vacío desde el tejado del ayuntamiento la próxima Nochebuena. La publicación de esta noticia desencadena un sorprendente mecanismo mediático destinado a transformar el infausto destino de Juan Nadie...

Capra disfrutó de una dilatada existencia. Falleció el 3 de septiembre de 1991, a la edad de 94 años. Está enterrado en el cementerio de Coachella, California. No lejos de su tumba, en la populosa ciudad de Los Ángeles, el pasado 28 de enero de 2009 un "Juan Nadie" llamado Ervin Antonio Lupoe mató a tiros a su mujer y a sus cinco hijos. Para completar la tragedia, se descerrajó un disparo en la cabeza. Recién despedido de su trabajo, este desdichado se vio desbordado por la desesperación y el miedo que le provocaron ese futuro de penuria económica que le esperaba a él y a su familia.

Los Lupoe no tuvieron suerte. Mientras ellos exhalaban su último aliento, los tiburones de Wall Street se repartían ufanos los beneficios que la crisis económica mundial dejó en sus alforjas. A los Lupoe les tocó vivir la realidad, insolidaria e insensible, trituradora inmisericorde de las vidas de los más humildes e infinitamente alejadas de aquellas del celuloide que al final siempre alcanzaban la redención, como la protagonizada por James Steward en la inefable "Qué bello es vivir", también bajo la sabia batuta de Frank Capra.

The end.

26 enero 2009

RECORDS GUINNES


El bebé gigante de Ron Mueck

Le anda siguiendo el rastro Aloysius a los programas televisivos más instructivos. La otra noche se entretuvo en uno en el que el concursante se sentaba comodamente en un plató conectado a un detector de mentiras. La presentadora le formulaba preguntas personales cada vez más comprometedoras, todo ello delante de una terna formada por alguna que otra madre, algún que otro padre, alguna que otra esposa, o esposo, o amigos, o compañeros de trabajo. Si el o la protagonista decía la verdad, ganaba dinero. Si mentía, lo perdía todo, como en la vida. Ese día toda España descubrió que el papá de una señorita, para combatir su ingente calvicie, todas las mañanas se lavaba la cabeza con sus propios orines, o que otro caballero, delante de su exmujer, hubo de reconocer públicamente que tenía fantasías eróticas con su propia abuela. Pura pornografía espiritual; para rasgarse las vestiduras, como ante las snuff movies.

Existe otro espacio televisivo dedicado a la divulgación de los llamados récords Guinnes. En tan particular registro ya figuran un hombre que estuvo hablando 124 horas sin parar (fuera de campaña electoral, por supuesto) y otro al que le han caido encima siete rayos y todavía vive para contarlo. Sin embargo, nadie ha propuesto todavía al candidato gobernante que más prójimos ha mandado al paro en menos tiempo. La competición se mantiene abierta y se admiten apuestas.

Hoy yo voy a comentarles dos récords mucho más edificantes: uno internacional y el otro nacional. El primero se refiere a que España, y ya van diecisiete años consecutivos, ha vuelto a ratificar su liderazgo en materia de trasplantes de órganos, superando nuestra tasa de donación en ocho puntos a los todopoderosos EEUU, doblando además la media europea. A ello ha contribuido un hito en la gestión sanitaria, independiente de qué fuerza política haya dirigido el Ministerio de Sanidad, y que se llama Organización Nacional de Trasplantes (ONT), actualmente coordinada por el Dr. Rafael Matesanz.

Nuestro otro record doméstico hace referencia al número de altas hospitalarias con internamiento en España. Las cifras corresponden al 2007, y tienen una cara y una cruz. La parte positiva hace referencia a que los embarazos y los partos son los episodios que han generado el mayor número de altas, siguiendo la tendencia al alza de los años anteriores. Bienvenidos sean los bebés. La cruz, una vez más, para las enfermedades cardiovasculares, líderes en las hospitalizaciones patológicas.

Y aunque de momento sólo pueden gestar y parir las mujeres, en la recapitulación final hubo paridad: el 53% de las altas correspondió a mujeres y el resto, a los hombres.

19 enero 2009

RAÚL

RAÚL MIRANDA

En estos tiempos de tribulaciones institucionales dentro del Real Madrid, más de una vez he sentido la tentación de manifestarme públicamente en contra de algunos filibusteros y arrogantes pandilleros. Pienso, además, que tamaña diatriba tendría perfecta cabida en esta sección, donde cada semana reflexionamos sobre la salud y la enfermedad. Sostiene Aloysius que la soberbia, la indolencia y el cinismo son patologías del espítiru, subsidiarias de una cura tan diligente como unas agujetas o un dolor de muelas. Y aunque el título de hoy despiste, tampoco voy a referirme al capitán de la desarbolada nave blanca.

Sin embargo, voy a contarles una historia deportiva que tal vez alguno conozca ya. Había una vez un deportista modélico dentro y fuera de las canchas, tan querido y admirado por la afición que siempre lo ensalzaba como modelo a seguir por la juventud. Se llamaba Lou Gehrig, y durante la década de los años 30, fue la estrella del mítico equipo de beisbol de los Yankees de Nueva York. Una tarde, mientras entrenaba, notó que perdía fuerza en sus extremidades, que los objetos se le caían fácilmente de las manos y que de su cuerpo se iban adueñando la torpeza y la descoordinación. Padecía una grave enfermedad neurodegenerativa llamada Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA), que puso fin a su brillante carrera deportiva. Desde entonces, esta patología pasó también a denominarse “enfermedad de Lou Gehrig”.

A día de hoy, su causa todavía no ha sido encontrada, y consiguientemente tampoco existe un tratamiento efectivo para la misma. En cierta manera, continúa siendo una patología misteriosa. Retomando los denostados senderos balompédicos, sólo en Italia han fallecido más de 40 futbolistas en las últimas décadas afectados por esta enfermedad. El último damnificado es Stefano Borgonovo, aquel correoso ariete que compartió la gloria y el triunfo haciendo pareja con el mítico Marco Van Basten, en la delantera del todopoderoso Milan FC.

Estoy orgulloso de ser colaborador de AODEM, la Asociación Ourensana de Esclerosis Múltiple, ELA, Parkinson y otras enfermedades neurodegenerativas. Comparto sus anhelos y sus reivindicaciones. Y así, buscando información sobre estos ingratos trastornos, me encontré con un magnífico blog.

Lo mantiene vivo Raúl Miranda, un joven madrileño afectado por ELA. Su objetivo es encomiable: contar en primera persona su lucha contra la enfermedad. Se titula “Ya no puedo pero… ¡AÚN PUEDO!” y, si me lo permiten, les recomiendo encarecidamente su visita. Está en:

http://yanopuedoperoaunpuedo.blogspot.com/

Tal vez su lectura pueda hacernos un poco mejores.

12 enero 2009

PALOMITAS DE MAÍZ


"Pop corn sky" de eloél, en Flickr TM

Por cierto, ¿se acuerdan ustedes de aquel pegadizo tema instrumental que popularizaron en España Los Pekenikes a principios de la década de los 70?





Los que respondan afirmativamente probablemente habrán disfrutado de tiempos felices, entretenidos por la programación de unos mamotretos en blanco y negro que solamente captaban dos canales de TV (uno de ellos el famoso UHF). Los que respondan negativamente, tienen suerte, porque tal vez sean más jóvenes, aunque cuentan también con una desventaja, pues seguramente tendrán menos experiencia. Así es la vida. Por cierto, el tema original era de Gershon Kingsley, y no de Jean Michel Jarre.

Anda muy preocupado el contemporáneo Aloysius por un breve vídeo que alguien ha dejado caer estos días en su correo electrónico. Se trata de un experimento casero en el que cuatro chavales se sientan alrededor de una mesa. De manera equidistante, colocan sus teléfonos móviles formando un cuadrado, en cuyo centro han depositado unos cuantos granos de maíz. Una vez dispuestos los aparatos, los hacen funcionar a la vez, activando un invisible campo electromagnético. Transcurridos unos segundos, los cereales explotan alegremente, transformados en saltarinas palomitas.


El principio físico sería similar al generado dentro de un horno microondas, cuando calentamos en su interior una de esas bolsas especiales de maíz para hacer cotufas, solo que la frecuencia de las microondas es la misma que la de la resonancia del agua, para conseguir el máximo efecto.

Entonces, ¿qué ocurre en la realidad cuando hablamos por teléfono móvil? Parece ser que no es recomendable mantener largas conversaciones con estos chismes pegados a la oreja, es decir, al cerebro. Pero tampoco es para alarmarse, pues estamos bañados por ondas electromagnéticas, como por ejemplo las de los satélites, las de la radio y la televisión, o las de la luz visible, las más dañinas, pues emiten más cantidad de energía por cada fotón, al igual que la propia radiación ultravioleta generada por el sol.

Los granos de maíz explotan convirtiéndose en palomitas debido a su escaso contenido en agua. Nuestras estructuras cerebrales, sin embargo, contienen ingentes cantidades del valioso elemento, lo que facilita la conducción del calor y la disipación de la energía. No obstante, parece ser que se han practicado ciertos test a personas que han estado hablando por teléfono móvil durante un tiempo considerable, demostrando alteraciones pasajeras en su capacidad intelectual.

Resumiendo, los que saben de estas cuestiones recomiendan no abusar del móvil, utilizar dispositivos sin manos y mantener el aparato alejado de los oídos, pues cada centímetro de separación es muy importante, ya que la intensidad del efecto disminuye con el cuadrado de la distancia.

Ya ven, en determinadas ocasiones, resulta muy útil tener un primo físico. Lo que resulta muy poco recomendable es hacerle caso a un prójimo en cuya sesera, en lugar de neuronas, se acumulen montones de palomitas de maíz. Ejemplos de ellos hay decenas.

Y no olviden: nullum simile est idem... porque no todo lo que se parece es lo mismo. Aquí va un video que descubre el truco:

http://www.youtube.com/watch?v=XI3jpagWWlI&feature=related

06 enero 2009

LA FELICIDAD


Imagen: "Composición de la felicidad" de Diego R., en Flickr TM

Al traspuesto Aloysius le atraen más las tabernas que los cementerios. Prefiere el tronar de las orquestas que el silencio de las piedras y de las flores, de los huesos y de los recuerdos, la inmortalidad que tintinea en los vasos de vino o en las tazas de café que las letras doradas sobre una lápida de mármol. Cada cual tiene sus gustos. Él se decanta por la felicidad, un estado novedoso al que el ser humano parece aspirar debido a la longevidad. De esta misma manera opina Eduard Punset en “El viaje a la felicidad”, un breve pero intenso tratado sobre esa compleja idea y palabra. Hasta hace un siglo, los hombres y las mujeres apenas disfrutaban de cuatro décadas de vida media. Les daba tiempo para poco; en el mejor de los casos, para reproducirse y prepararse para dormir el sueño eterno. La felicidad quedaba para después. Rimaba con deidad y eternidad. La Tierra no era un planeta para viejos. En cierta manera, tampoco lo es actualmente para muchos paisanos de África, América o Asia.

Pero, realmente, ¿qué es la felicidad? ¿Placer, bienestar, salud, armonía? Punset, mente preclara, sostiene que lo verdaderamente importante y necesario para que la felicidad exista radica en la ausencia del miedo. Por nuestra herencia animal, en el buen sentido de la palabra, toleramos mejor el dolor que el miedo. Una vez cubiertas las necesidades más físicas y orgánicas, como por ejemplo superar la infancia, crecer sanos y transmitir nuestro material genético a la descendencia, gracias al avance de la ciencia y de la técnica disponemos más o menos en la actualidad de la mitad de nuestra existencia para buscar la felicidad.

Los investigadores de la prestigiosa Clínica Mayo sitúan en la década que va de los 60 a los 70 esos años dorados de nuestra felicidad. Por supuesto, las mujeres son más felices que los hombres (¡clarísimo!), los casados más que los solteros, viudos y divorciados (¡quién lo diría!), los sanos más que los enfermos (obviamente), así como los que tienen estudios superiores. Todos estos datos no son casualidades, sino que más bien parecen estar relacionados con los menores niveles en los cuerpos felices de cortisol, la hormona del estrés, de proteína C reactiva y de la interleuquina 6, marcadores inflamatorios implicados en la hipertensión arterial y en el deterioro cardiovascular, por ejemplo.

El pasado fin de semana les recomendaba que tratasen de ser felices durante este año 2009 recién estrenado. Hoy les exhorto para que además sean contagiosos. Tener amigos animosos y alegres incrementa un 90% las posibilidades futuras de felicidad. Así está publicado en el “British Medical Journal”. Aloysius y yo nos los creemos. A pies juntillas.