HOGARTH: Falsa Perspectiva
La vida misma es una inagotable fuente de contradicciones. Los medios informativos las revelan a la opinión pública constantemente. Desde las más triviales y futboleras anécdotas (el despido de un entrenador aunque haya ganado un campeonato de liga), pasando por las deportivas (el fichaje de un bicampeón mundial de automovilismo para que su propio equipo se las haga pasar canutas), hasta las más serias y preocupantes (la vigencia de ciertas leyes que permitan poner en libertad a asesinos y violadores confesos, aunque no hayan demostrado ni un ápice de arrepentimiento o piedad por sus víctimas, con elevadas probabilidades de reincidencia en sus delitos). Ya lo prevenía el escritor Jean de la Bruyère en el siglo XVII, proclamando que es más difícil eliminar un solo defecto que adquirir cien virtudes.
En el complejo mundo laboral, con frecuencia surgen conflictos al tratar de compatibilizar los derechos de los trabajadores con los intereses de los empresarios. En este sentido, alguien podría entender como paradójico que las brigadas antiincendios se marchasen en verano de vacaciones o que, por estas mismas fechas, los centros de donación de sangre trabajen a medio gas en algunas localidades. Todo ello queda enmarcado dentro de un período estival en el que el riesgo de incendios forestales parece menor que en otras ocasiones (por lo atípico de la meteorología), pero en el que los llamamientos a la donación sanguínea continúan siendo incesantes. Entonces, ¿quién debe conciliar el derecho al descanso de los asalariados con el mantenimiento óptimo de los servicios, sobre todo en provincias como la nuestra, donde precisamente son las administraciones públicas las que emplean a un mayor número de paisanos? La respuesta se nos antoja clara y diáfana. En el caso concreto de los trabajadores del Centro de Transfusión de Galicia (CTG) es necesario que la Consellería de Sanidade garantice la sustitución de aquellos que se han ido a disfrutar de su bien merecido descanso vacacional. Sostiene Aloysius que, pudiera darse una impresión discordante, cuando se reclaman urgentes donaciones y el posible donante acude a un centro que está parcialmente inoperativo por la escasez temporal de recursos humanos.
Otro cantar son las huelgas. Cuando las negociaciones laborales llegan a un punto muerto o resultan inviables, este derecho puede ejercerse por una de las partes afectadas con la finalidad de forzar el acuerdo. Todos conocemos la eficacia y potencia de este tipo de reivindicaciones si, por ejemplo, nos quedamos atrapados en la terminal de un aeropuerto por una huelga de pilotos, de controladores o del personal de tierra, o el hedor insoportable que impregna a una localidad que sufre durante varios días la huelga de sus servicios de limpieza. Sin embargo, no debemos olvidar que en el ámbito de la sanidad pública, las medidas de presión ejercidas por los trabajadores pueden verse atenuadas por la exigencia inquebrantable de salvaguardar la salud del prójimo. Y tampoco ignoremos que, en cualquier momento, uno de nosotros podría necesitar una transfusión de sangre que nos salve la vida. Donantes solidarios y administraciones eficientes. Así sea.
En el complejo mundo laboral, con frecuencia surgen conflictos al tratar de compatibilizar los derechos de los trabajadores con los intereses de los empresarios. En este sentido, alguien podría entender como paradójico que las brigadas antiincendios se marchasen en verano de vacaciones o que, por estas mismas fechas, los centros de donación de sangre trabajen a medio gas en algunas localidades. Todo ello queda enmarcado dentro de un período estival en el que el riesgo de incendios forestales parece menor que en otras ocasiones (por lo atípico de la meteorología), pero en el que los llamamientos a la donación sanguínea continúan siendo incesantes. Entonces, ¿quién debe conciliar el derecho al descanso de los asalariados con el mantenimiento óptimo de los servicios, sobre todo en provincias como la nuestra, donde precisamente son las administraciones públicas las que emplean a un mayor número de paisanos? La respuesta se nos antoja clara y diáfana. En el caso concreto de los trabajadores del Centro de Transfusión de Galicia (CTG) es necesario que la Consellería de Sanidade garantice la sustitución de aquellos que se han ido a disfrutar de su bien merecido descanso vacacional. Sostiene Aloysius que, pudiera darse una impresión discordante, cuando se reclaman urgentes donaciones y el posible donante acude a un centro que está parcialmente inoperativo por la escasez temporal de recursos humanos.
Otro cantar son las huelgas. Cuando las negociaciones laborales llegan a un punto muerto o resultan inviables, este derecho puede ejercerse por una de las partes afectadas con la finalidad de forzar el acuerdo. Todos conocemos la eficacia y potencia de este tipo de reivindicaciones si, por ejemplo, nos quedamos atrapados en la terminal de un aeropuerto por una huelga de pilotos, de controladores o del personal de tierra, o el hedor insoportable que impregna a una localidad que sufre durante varios días la huelga de sus servicios de limpieza. Sin embargo, no debemos olvidar que en el ámbito de la sanidad pública, las medidas de presión ejercidas por los trabajadores pueden verse atenuadas por la exigencia inquebrantable de salvaguardar la salud del prójimo. Y tampoco ignoremos que, en cualquier momento, uno de nosotros podría necesitar una transfusión de sangre que nos salve la vida. Donantes solidarios y administraciones eficientes. Así sea.