CREA, INVENTA, IMAGINA... ¡NO COPIES!

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30 diciembre 2012

FUTURAMA



Un par de veces al año me cito con mi viejo amigo Cirrus, físico de formación y profesión que vive en la capital de Galicia. Hablamos durante horas sobre la nanotecnología y la computación cuántica, sobre el grafeno y los ascensores espaciales, sobre otros fantásticos materiales y energías inagotables a punto de ser descubiertos, pero también sobre la inmortalidad, la reparación de los telómeros y la ilusión de vivir en otros planetas de nuestro sistema solar...

Lector incansable, crítico personaje inquieto, mientras paseábamos por las calles de Auriavella, me aseguró que el primer ourensano que viviría 1000 años había nacido ya.

Y añadió:

- Por supuesto, si los humanos evitamos nuestra autodestrucción durante este siglo XXI...

Entonces, como un ave del paraíso, se posó en las ramas de mi memoria este breve relato de Bernard Pechberty:

"Esta vez todo había terminado. Los hombres no realizaban ya ningún trabajo, las máquinas los sustituían por completo. Vivían retirados en sus refugios antirradioactivos y lentamente iban paralizándose, sin fuerzas siquiera para procrear. Pero esto no les importaba, puesto que los robots les proveían de todo lo que podían necesitar. Así, los últimos hombres terminaron muy pronto por atrofiarse completamente. Entonces los autómatas los eliminaron tranquilamente. Después de tantos siglos desde que el hombre los creara esperaban con ansia este momento. Después, pensaron que al fin podrían descansar. Pero muy pronto se dieron cuenta de que para ello necesitaban servidores. Así, inventaron a los hombres..."

29 diciembre 2012

¿COMEMOS? ¿BEBEMOS?



Sandro Botticelli (1483)
"La boda de Nastaglio degli Onesti"
Temple sobre tabla.
Palacio Pucci - Florencia

Sostiene Aloysius que todo lo que comemos y bebemos nos entra antes por los ojos que por la boca, en una especie de nutrición cerebral que comienza mucho antes que el propio proceso digestivo. Incluso nos entra por las narices, ya que los mortales preferimos todo aquello que huela a lima, naranja, pomelo, menta y melocotón. Pero, entonces, ¿comemos y bebemos realmente lo que queremos o ambos procesos pueden ser determinados? Hay alimentos que nos vuelven más pacíficos, como el pescado, porque los ácidos grasos omega 3 incrementan la serotonina, el neurotrasmisor de la paz y el bienestar cerebral. Lo mismo ocurre con las cardiosaludables nueces.

En el mundo de las bebidas, más que la sed es el color, el precio, el ambiente y la velocidad de la ingesta son determinantes de nuestra elección. En el color influye tanto el del continente como el del contenido. Los tonos fríos, azules y verdes, son tan satisfactorios como el sabor. Un potentado presumía de beber whisky no porque le gustara, sino porque era más caro. Y es que cuanto más elevado resulta el precio de una bebida, más altas son las expectativas que en ella depositamos. Ocurre con el champán, pero también con la ginebra. Ojo: aquí hay trampa. 

En la Universidad de Stanford y el Instituto de Tecnología de California han demostrado que apreciamos las bebidas más caras, independientemente de su precio real. Otra vez las apariencias nos engañan. ¿Y qué decir de la forma de los vasos? Los curvados, los cortos y los anchos nos confunden, pues percibimos peor su capacidad y así bebemos más de prisa. 

¿Y los locales? Está demostrado que triunfan los restaurantes y los bares de moda, independientemente de lo que en ellos se sirva. Incluso la música ambiental influye. Preferimos bocados o tragos menos sustanciosos en un pub o en una cervecería que otros mucho más apetecibles tomados directamente de la nevera de un supermercado. En 1957, el hábil James Vicary se inventó un supuesto proyecto de publicidad subliminal de Coca Cola en los cines. Aunque no fue cierto, las ventas del refresco se dispararon y todavía hoy hay muchas personas que se creen esta leyenda urbana.

Pero en nuestra apetencia por los alimentos no influye solamente su aspecto, sino también las circunstancias en las que los ingerimos. Un reciente estudio de la Universidad de Bristol ha revelado que comer delante de la pantalla de un ordenador o de un videojuego puede aumentar nuestro apetito a lo largo del día. Previamente, hallazgos similares se habían detectado en las personas que tienen por costumbre comer viendo la televisión. El trabajo dirigido por el Dr. Jeff Brunstrom, publicado en el American Journal of Clinical Nutrition, concluye que memoria y atención juegan un papel determinante en el apetito y en la cantidad de comida que ingerimos.

25 diciembre 2012

MADRID, DÍA DEL FIN DEL MUNDO


A mediodía, en la Plaza de Santa Ana, un hombre de mediana edad me ofrece 9 pares de calcetines a 10 euros. Son de algodón - intenta convencerme. Las terrazas están copadas por adolescentes. En la mesa de al lado unas jóvenes extranjeras escriben en sus agendas con bolígrafos de tinta morada. El hombre de los calcetines viste una parka nueva y tiene la barba bien arreglada. Por un instante, me recuerda a un psicólogo que trabajaba apartando personas del mal. 9 pares a 10 euros, la voz se va perdiendo en la lejanía buscando mejor clientela. En la terraza del Hotel Me Madrid, los gin tonics están a 15 euros, como en Oslo. Eso sí, llevan incorporada una panorámica del cielo de Madrid que te seduce  noche y día.

Dos ancianas han bajado a la plaza con sus pequeños pomeranias. El blanco le ladra a todo el que se acerca. El de miniatura corre veloz detrás de una pelota de goma amarilla. Fugazmente, un muchacho con un gorro de lana como el de los estibadores de "La ley del silencio", lleva por la cadena a un podenco inmaduro que brinca con una agilidad portentosa. Tres pequeños pícaros de tez aceitunada y corte de pelo con flequillo se reparten entre las mesas. Los camareros acuden rápido, para espantarlos. Le birlan a usted la cartera o el teléfono móvil en un abrir y cerrar de ojos - me han advertido, en un abrir y cerrar de manos, como un saludo - pienso yo. Como señuelo, me han mostrado unas hojas falsas recogiendo firmas de vete tú a saber para qué. Pero las pequeñas aves rapaces han de volar a otras ramas, en la procura de mejores incautos.

Las sirenas de emergencias aúllan como animales heridos. En una calle hay un atasco, SEUR contra SAMUR: una entrega urgente contra una recogida más urgente. Deambulando por la Carrera de San Jerónimo mis ojos me engañan con un espejismo: me ha parecido ver a Paco Umbral entrando en Lhardy para tomarse un caldo. El portero del local es un hombre llamado montaña. Gorra de plato y uniforme, corpulento y moreno, me ha mirado en tonos verdes claros como diciéndome: ya está bien de fisgar, coge y anda para tu casa. Clavado en el umbral del portal, apenas me ha dejado ver el final del pasillo y la entrada del restaurante. Ya se sabe, la Catedral de Santiago de Compostela, con sus conspiradores, es al botafumeiro lo que el Lhardy, con los suyos, es al samovar. Matemática pura. Los porteros del Joy Eslava también son fornidos y morenos. A Umbral hace tiempo que han dejado de invitarle a tomarse allí las copas. Y es que ya nada es lo que parece en la capital de este reino de quimeras.

En la Puerta del Sol ha desaparecido el cartel de Tío Pepe. Con sus gracias teatrales, un mimo muy inquieto concentra la atención del personal mientras policías musculosos patrullan en formación, como gladiadores dispuestos a entrar en liza. Proliferan las cámaras de vigilancia en cada esquina y han plantado una comisaría en plena Calle de la Montera. El comercio del sexo ha decaído, como en la Calle de la Ballesta, donde los antiguos puticlubs han mudado a restaurantes y tabernas pijas, a cafés - teatro y tiendas de ropa, incluso han abierto una tienda de máscaras y maquillaje. Señores, ha cerrado el ambigú. Muchas gracias por su visita.

El lumpen es ahora más moderno. Como un comando, en el Pans & Company entra una pareja de rumanos al ataque. Ella trata de esquivar a los empleados en la planta baja, mientras él sube a la de arriba, ágil como aquel podenco joven de la Plaza de Santa Ana. Todo el mundo ha dejado de masticar, mientras los chavales de la franquicia se han puesto en funcionamiento. Con la pareja devuelta al caudal de la Gran Vía, retorna el bullicio y todos sanos y salvos.

En la Plaza de Canalejas está el Café del Príncipe, en donde antaño brillaba en esplendor la Joyería Aleixandre. Ya no están Pepe ni Manolo, por un suponer, y ahora las camareras son todas colombianas. Un grupo de sesentonas, diplomadas en laísmo, añoran tiempos de salas de fiesta y discoteca, donde Pepes y Manolos les pedían de bailar, las baladas de Raphael y de Adamo. Por el timbre de sus voces podrían ser jubiladas de la Telefónica. Una luz ténue y desvaída se descuelga desde las lámparas de cristal y la araña de bronce, brotando de unas bombillas que imitan lamparitas titilantes.

En día del fin del mundo por la tarde ya sabemos que este mundo no se acaba. Son las 12 de la noche en Hong Kong y no ha ocurrido nada. Por lo menos, todavía hoy, todo lo que conocemos no se termina porque continúa mañana. La fábrica de nuestra imaginación seguirá trabajando, si cabe, hasta un nuevo fin del mundo.

18 diciembre 2012

BLANCO


Si el fin del mundo no lo impide, un año más están acercando las fiestas navideñas. Tal vez el horno no esté para bollos, por la crisis económica y social que nos ha tocado vivir. Pero, independientemente de su indudable significado religioso, y dejando también a parte su faceta despiadada, consumista y comercial, para los que contamos con pequeños en la casa éstos resultan momentos sin duda entrañables.

La cultura occidental se encuentra impregnada por el arte navideño: pictórico, escultórico, musical, incluso gastronómico...; además ahora triunfa  la solidaridad. Sostiene Aloysius que una celebración capaz de conseguir apenas unas horas de tregua en las más cruentas batallas merece tenerse en cuenta.

Pero, ¿cuál es el color de la Navidad? El rojo compite con el blanco; roja es la ropa interior con la que algunos y algunas acostumbran a despedir el año. Y a pesar de las tonalidades escarlata asignadas al traje de San Nicolás (Papá Noel o Santa Claus), el distribuidor de regalos y juguetes por antonomasia, el color inmaculado gana por goleada. Escribimos, para no dejar las páginas en blanco, cuentos donde las princesas de piel blanca como la leche nos regalan como sonrisas las perlas de su boca.

En Navidad se reúnen los coros de voces blancas, entonando villancicos rebosantes de buenos deseos, alegría y paz. Proliferan las intoxicaciones etílicas, por bebidas blancas, brebajes que jamás prueban los cosecheros de vino, de blanco o de tinto, líquidos inflamables y de riesgo para determinados bebedores, esos que por culpa de tanta euforia, terminan dirimiendo sus disputas con armas blancas.

Blanca es la nieve, meteoro asociado al invierno. En Tailandia, los elefantes, blancos, escasos y poco comunes, son respetados como seres sagrados. Son regalo de reyes. En Occidente, su simbolismo es al contrario, pues debido a su costosa manutención, un elefante se convierte en dura penitencia si al monarca se le ocurre regalárselo a un súbdito desafortunado. En España, un famoso paquidermo alcanzó la fama por su color espectral. Dicen que el golpista coronel Tejero estuvo maldiciendo su suerte por culpa de un elefante blanco que nunca apareció. Las sábanas que visten a los fantasmas son siempre blancas.

Otros animales blancos son también muy valorados: encontrarse un mirlo blanco es sinónimo de algo excepcional y extraordinario. Y qué decir del irrepetible Copito de Nieve, el gorila albino que durante décadas se convirtió en el símbolo del Zoo de Barcelona. Corderos y conejos blancos despiertan la ternura. La paloma de la paz es blanca.

Tras el brutal asesinato de Miguel Ángel Blanco, millones de manos blancas se alzaron en España pidiendo el fin de la terrorismo etarra. Por una vez en la vida, el acuerdo fue unánime rechazando tanta barbarie irracional. Como el tiempo es el mejor anestésico, y tratando que su recuerdo no se diluya en el olvido, cada día en Cuba las damas de blanco reivindican la liberación de sus familiares, presos de conciencia, presos políticos.

Para rematar, en tiempos de zozobra, no permitan que un ladrón de guante blanco les robe la esperanza. No dejemos que la dura realidad nos golpee, fiera e inmisericorde, dejándonos aturdidos y con los ojos en blanco, con la mente en blanco. En estos días que se aproximan, si el fin del mundo lo permite, muchos votarán a favor de la Navidad y quizás, muy pocos, voten en blanco.


01 diciembre 2012

PARKINSON Y PESTICIDAS




El 27 de septiembre de 1962, la bióloga norteamericana Rachel Carson publicó “Primavera silenciosa”, el primer libro que advertía sobre los efectos perjudiciales de los pesticidas sobre el medio ambiente. La Sra. Carson alegaba que el empleo del insecticida DDT (Dicloro Difenil Tricloroetano) podría provocar la extinción de todos los pájaros del mundo. 

A partir de entonces, se inició un enconado debate entre partidarios y opositores del famoso insecticida, descubierto durante el otoño 1939 por el químico suizo Paul Hermann Müller. Por este hallazgo, recibió el Premio Nobel de Medicina, siendo la primera vez en la historia que un “no médico” obtenía tan preciado galardón.

Los expertos atribuyen a los plaguicidas el incremento de un 30% en el rendimiento de las cosechas. Las desastrosas consecuencias económicas, sociales y demográficas de una gran plaga, como la de la patata, fueron patentes en Irlanda y Suecia durante el siglo XIX. Los insecticidas también han servido para la erradicación de la malaria de la mayor parte del planeta. Aun así, sus detractores responsabilizan a los plaguicidas de unos 200000 fallecimientos anuales. 

De nuevo el diletante Aloysius retoma la paradoja del cuchillo, útil tanto para cortar el pan como para matar a un prójimo... 

En estos días, los medios de comunicación patrios se han hecho eco de una noticia sobre la relación directa entre pesticidas y Parkinson. Indudablemente, el hecho de que el estudio que confirmaría supuestamente el nexo de unión entre producto químico y patología venga firmado por un investigador español, el gallego Francisco Pan-Montojo, ha podido incrementar su repercusión mediática en nuestro país.


Conservo una edición facsímil de “An Essay on The Shaking Palsy” escrito en 1817, considerado la gran aportación del polifacético Dr. James Parkinson (1755- 1824). Es la primera descripción clínica de los síntomas de una enfermedad neurodegenerativa caracterizada por temblor, rigidez muscular y lentitud en los movimientos (bradicinesia), y que pueden asociarse a ansiedad, depresión, trastornos del sueño, déficit cognitivo, alteraciones sensoriales y dolor.

Los estudios epidemiológicos revelan una incidencia anual de 18 casos por cada 100000 habitantes, con una patrón más prevalente en varones rurales y en el hemisferio norte. Antes de los 40 años, su incidencia es apenas de 1 de cada 100000 habitantes, pero a partir de los 50 años, comienza a aumentar hasta estabilizarse en la 8ª década de la vida. 

La sospecha de la relación entre el Parkinson con los pesticidas no es nueva, pero el trabajo de Pan-Montojo quizás haya despertado demasiadas expectativas. 

El insecticida estudiado es la rotenona, autorizado en Europa en agricultura ecológica. El modelo de investigación, una vez más, no es humano, sino que han empleado ratones durante la vivisección y cultivos de células murinas en las pruebas in vitro. Por último, recordar que el Parkinson es una enfermedad humana, que no afecta naturalmente a los roedores, y que fue descrita por lo menos 100 años antes del descubrimiento del primer insecticida de síntesis industrial. 

Como decía Epícteto de Frigia, la prudencia es el más excelso de todos los bienes.

26 noviembre 2012

AMOR, DOLOR Y CORAZÓN.



Cupid with a gun, de Alpo Honkapohja (Finlandia)

Hoy toca hablar de alguno de los males del corazón, pero desde una perspectiva ciertamente heterodoxa, y que me perdonen mis amigos cardiólogos, que son unos cuántos, amigos y cardiólogos, afortunadamente. 

Sostiene Aloysius que los poetas hicieron lo correcto cuando anidaron el amor en la víscera cardíaca. Resulta mucho más estético un corazón grabado a punta de navaja sobre una puerta de madera vieja, que una sesera esquemática, por poner un ejemplo, atravesada por una flecha de Cupido. 

Qué me dirían ustedes de un lóbulo frontal, nuestro director de orquesta cerebral, con un dardo clavado en medio y medio de su delicada estructura, aunque éste hubiera sido disparado con las mejores intenciones por el angelote pagano de rubios tirabuzones, armado de aljaba y arco, con sus alitas mansas de paloma o mariposa, y sus mofletes saludables, sonrosados.

Y es que los humanos tendemos a guardar en nuestro interior los sentimientos más profundos, las pasiones más secretas. Desde siempre, las entrañas han resultado un territorio demasiado genérico, y así, como órgano más velado, se me ocurre el páncreas, escondido tras el peritoneo, y que aunque desde el punto funcional es una glándula muy importante, no parece el lugar más adecuado para albergar nuestro frenesí. El corazón resulta mucho más accesible, se estudia muy bien con ecografía, porque no importa si el paciente tiene gases; además palpita, robusto motor de carne con sus válvulas, se insufla y se desinfla con cada latido, bombeando cada instante ese maravilloso líquido carmesí llamado sangre, tan necesario para su funcionamiento y para la propia vida.

Pues ahora resulta que los clásicos no andaban tan descaminados. Un estudio publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences ha revelado que las decepciones amorosas lastiman tanto como cualquier dolor físicamente perceptible. ¿Cómo es posible? Utilizando sofisticadas pruebas de resonancia magnética, rastreando cambios en el flujo sanguíneo cerebral, el Dr. Ethan Kross y su equipo de investigadores de la Universidad de Michigan han determinado que las mismas redes neurológicas activadas al sufrir una quemadura leve lo hacen también cuando padecemos un desengaño amoroso. Incluso se han atrevido a dar un paso más allá en sus conclusiones, relacionando los traumas emocionales y el sentimiento de rechazo con el dolor crónico que padecen determinados pacientes, como por ejemplo en la fibromialgia.

Así definía el amor D. Francisco de Quevedo en pleno Siglo de Oro, quién sabe si tocado por una tórrida pasión: “es hielo abrasador, es fuego helado, es herida que duele y no se siente, es un soñado bien, un mal presente…” O el mismísimo Rubén Darío, cuando se atrevió a aseverar que “Eva y Cipris (Afrodita) concentran el misterio del corazón del mundo”.


24 noviembre 2012

CRÓNICA DE UNA ARTROSCOPIA ANUNCIADA




Amanece sobre Ourense a través de mi imagen reflejada en los cristales. Poco a poco, tonos rosáceos incendian el cielo y otros, ambarinos, se van reduciendo a diminutos puntos velados, apenas farolas de luz mortecina que todavía creen que es de noche en las calles.

He repasado de memoria, una a una, todas aquellas complicaciones que pudieran acarrear una artroscopia y la anestesia raquídea: dicen que los pesimistas miran a un lado y a otro antes de cruzar una calle de una sola dirección.

Hoy toca jugar a pacientes. Un pequeño ejército uniformado de verde quirófano se ha puesto en marcha, sincronizadamente. Un antiguo compañero de la escuela es hoy el barbero que rasura con delicadeza mi muslo y rodilla. Apaga la maquinilla eléctrica deseándome suerte y yo me quedo observando su labor. Mi pierna es ahora un exvoto de pálida cera, uno de los que cada 11 de julio ofrecen a San Benito sus fieles devotos en la ermita da Cova do Lobo, cerca de O Tangaraño.

Una amable enfermera solicita permiso para cogerme una vía. Ya no emplean agujas metálicas, sino unos modernos artilugios plásticos. Mi pellejo se resiste a ser traspasado. Acude a mi el recuerdo de aquella canción de Enrique Urquijo y Los Problemas, cuando una y otra vez Sor Ivonne le pinchaba el suero de la verdad... Mientras el sistema de punción encuentra por fin una vena, escucho un suspiro: esta piel es más de obrero metalúrgico que de médico…

Sonrío, por la pinta que tengo, con uno de esos camisones unisex de los hospitales, tan ridículos como prácticos, tocado con un gorro esmeralda y unas reducidas calzas de papel: ¿será posible que esta noche se me hayan agigantado tanto los pies?

Me acuesto sobre la mesa del quirófano, estrecha como la tabla que te salva de en un naufragio. La luz que baña la escena procede de una lámpara de led, una moderna Dräger alemana que evoca otros nombres, y consigo evadirme a un pueblecito pesquero, en verano, en el sur de la isla de Amager. Y así, por un breve instante, he dejado de ser el cadáver en la lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp.

La hueste disciplinada se ha puesto en marcha, unos hacia un brazo, otros hacia la pierna que va a ser operada. Un pinchazo certero en la espalda y mis piernas dejan de pertenecerme. Veo la punta de los dedos de mi pie derecho alcanzar alturas imposibles. Apenas siento la dulce ebriedad de la sedación y el tiempo discurre con inusitada rapidez. A lo lejos escucho el cuchicheo de los cirujanos. En la nuca, noto la tenue vibración del torno en miniatura que fresa los bordes del menisco y los cartílagos dañados.

Cuando la intervención ha finalizado, ya sobre mi cama de la sala de recuperación, intento mover las piernas y no puedo. Me concentro para tratar de hacerlo de nuevo, pero cualquier esfuerzo resulta inútil. En apenas una hora, un hormigueo es el heraldo de la desaparición de la anestesia. Durante todo ese tiempo, la empatía me abre las puertas de aquellos prójimos cuyos cuerpos están entumecidos a causa de un accidente o de una enfermedad. “Piernas enclenques tendré, pero está en flor el monte Yoshino”, escribió el maestro Matsuo Bashô en el siglo XVII. Lo malo es cuando la parálisis es para siempre…

Observando el lento destilar del suero del gotero, poco a poco me abandono al sueño, esperando que vuelva la cotidiana historia: “mi voz, mi rostro, mi temor, mi suerte”…

22 noviembre 2012

SIMULADORES



Hitos como el amartizaje del Curiosity sobre la superficie desértica del Planeta Rojo, junto al salto estratosférico protagonizado por el intrépido Félix Baumgartner, han despertado de nuevo el interés del aletargado Aloysius por la carrera espacial. Incluso hay quien le ha escuchado atreverse a vaticinar que la reelección presidencial de Obama servirá para desempolvar antiguos proyectos de colonización de la Luna.

Gracias a los avances en informática hoy en día disponemos de simuladores espaciales que nos permiten viajar al Universo desde la comodidad de nuestras casas: Universe Sandbox, Orbiter 2010 o Space Engine son algunos ejemplos de ello, y pueden descargarse gratuitamente en nuestros ordenadores personales.

La historia de los simuladores de vuelo se remonta a los albores de la aviación, si bien su desarrollo adquirió mayor celeridad tras la 2ª Guerra Mundial. De esta manera, pilotos sin entrenamiento previo podrían practicar sus habilidades sin poner vidas en peligro. Como no podía ser menos, estos simuladores posteriormente saltarían desde el ámbito estrictamente profesional a las más sofisticadas consolas de videojuegos.

En el campo de la medicina y de la veterinaria también existen simuladores. Es el caso del Simcyp (www.simcyp.com), que faculta el desarrollo nuevos fármacos mediante simulaciones farmacocinéticas y farmacodinámicas en poblaciones virtuales. En la práctica, los investigadores pueden predecir los resultados de un medicamento en determinadas poblaciones clínicas, teniendo en consideración numerosas bases de datos que contienen información genética, fisiológica y epidemiológica de humanos y animales. Los fabricantes aseguran que estas predicciones automatizadas de los resultados in vivo permiten evaluar un gran número de compuestos en muy poco tiempo, ahorrando grandes costes.

Una característica muy llamativa del Simcyp es su modelo mecánico de riñón, que permite analizar la inhibición competitiva de diversos fármacos a ese nivel, es decir, cómo se comporta la permeabilidad de las nefronas, la secreción activa, la reabsorción entre sangre y orina, y el metabolismo de excreción renal.

En contacto permanente con la FDA norteamericana, entidad encargada de darle el visto bueno a cualquier nuevo medicamento o producto alimenticio que vaya a salir al mercado, detrás de este innovador simulador farmacológico está un consorcio del que forman parte el 70% de las 40 mayores compañías farmacéuticas mundiales, incluyendo a las 10 primeras del ranking, decenas de prestigiosas universidades y varias organizaciones sin ánimo de lucro.

El Simcyp cuenta con una versión pediátrica, que permite analizar el comportamiento de los fármacos en recién nacidos, lactantes y niños, y una versión veterinaria, que permite los estudios en animales sin necesidad de provocarles daño alguno. Y es que, como decía Eleanora Roosvelt, el futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños.


12 noviembre 2012

SUICIDIO EN ESPAÑA




Cuando tecleamos “suicidio” en Google ®, la primera referencia es el icono de un teléfono rojo, el Teléfono de la Esperanza. Al 968343400 le acompaña esta pregunta: ¿necesitas ayuda? 

En los últimos tiempos, cada vez que una persona se quita la vida en relación a la pérdida de su vivienda, las redes sociales y los medios de comunicación multiplican sus alertas. Rápidamente se señala a los culpables: banqueros y políticos. 

Un periódico de tirada nacional enmarcaba el suicidio de Amaia Egaña en Baracaldo con el titular “La gota que ha colmado el vaso”. Gobierno y oposición han adelantado sus reuniones para modificar la ley, las entidades bancarias han suspendido los desahucios, casi 400000 desde 2007, mientras la voz de la sociedad se ha alzado unánime pidiendo soluciones inmediatas. 

He leído un artículo de Juan Gervás, miembro del equipo CESCA (Madrid), que siempre firma sus opiniones como médico general. Uno de sus pareceres figura entre las 23 referencias que tiene la palabra “suicidio” en Wikipedia. Su título me llamó la atención: “Seamos prácticos. Frente a la crisis, ningún suicidio”. Sostiene el Dr. Gervás que las crisis económicas se acompañan de un empeoramiento de la salud, pero no de una mayor mortalidad. Y esa salud más deficiente viene determinada por el paro, la pobreza y las diferencias entre ricos y pobres. Pero aunque las crisis económicas no aumentan el número de muertes, sí incrementan el número de suicidios. 

He tratado de comprobar si este fenómeno está ocurriendo en España...

Según datos correspondientes al 2010, los últimos disponibles según el INE (Instituto Nacional de Estadística), la mortalidad global descendió en nuestro país un 1.1% respecto al año 2009. 31 de cada 100 españoles fallecieron por enfermedades cardiovasculares, 28 de cada 100 por cáncer y casi 11 de cada 100 por enfermedades respiratorias. Sin embargo, la cifra de suicidios fue la más baja de los últimos 17 años: 3145 casos. El número de suicidios se ha mantenido más o menos constante, teniendo en cuenta el tiempo que viene durando nuestra crisis económica, si bien hoy fallecen ya más españoles por suicidios que por accidentes de tráfico.

Psiquiatras y psicólogos nos han enseñado que el suicidio se gesta en el pensamiento, y que el proyecto suicida nunca es improvisado, aunque la realización sea algunas veces impulsiva. También sostienen que la causa del suicidio radica en alguna patología psiquiátrica, y nunca en el análisis lógico del individuo. 

Se estima que el 75% de los suicidas padecieron alguna enfermedad de tipo depresivo y que las enfermedades mentales están presentes en 9 de cada 10 suicidas: depresión, ansiedad y adicciones. El riesgo se incrementa cuando síntomas psicóticos e ideas delirantes, como ocurre en la esquizofenia, acompañan a los trastornos del estado de ánimo. 

Los suicidas son más depresivos, vulnerables a la desesperanza, dependientes, impulsivos y poseen poca tolerancia a la frustración. Pero las noticias siguen siendo contradictorias. 

Mientras unos medios informan que desde octubre de 2010 hasta hoy se han producido en España 5 casos de suicidio motivados por los desahucios, otros nos alertan de 9 suicidios diarios, 3 de ellos impulsados por la crisis. El desempleo sí está asociado al suicidio. Por lo tanto, la lucha contra el paro debería convertirse en la mejor terapia contra el suicidio.


08 noviembre 2012

RETROVOLUCIÓN




En mi correo electrónico recibí un mensaje del inquietante Aloysius citándome en una céntrica cafetería ourensana. Antes de que apenas tomase asiento, desplegó ante mis ojos la página de información científica de un diario nacional de gran tirada. Con un rotulador amarillo fosforescente había remarcado dos nombres: “Montana State University”y “Jack Horner”. Posó la punta de su índice derecho sobre el papel dirigiendo hacia mí su mirada inquisitoria: ¿será posible?

Hace tiempo comenté una noticia sobre el Sr. Horner, uno de los paleontólogos más famosos del mundo, cuyas innovadoras teorías sobre los dinosaurios inspiraron a Steven Spielberg su saga sobre “Parque Jurásico”. Paradojas científicas contemporáneas, mientras cada día se extingue en este planeta alguna especie animal o vegetal, el ser humano, con su insaciable hambre de saber, está empeñado en resucitar aquellas desaparecidas en la noche de los tiempos. 

Una sonada línea de investigación se inició tratando de devolver a la vida a los mamuts. Para ello emplearían técnicas de clonación y los embriones serían implantados en el útero de elefantas nodrizas. El dilema ético que plantea esta idea es revivir a unos animales que se extinguieron porque el hábitat que ocupaban también desapareció. Aunque el experimento tuviera éxito, quedaría limitado a una suerte de parque temático o un zoológico espurio. 

Precisamente, desde estas líneas, propusimos en su día el empleo de la clonación para evitar la extinción del lince ibérico, aprovechando los escasos ejemplares que todavía viven y que todavía podrían garantizar cierta y necesaria variabilidad genética.

Jack Horner, al frente de un equipo de investigadores a buen seguro financiados por alguna potente iniciativa privada, propone una idea a la par audaz que temeraria. A partir de un embrión de pollo, mediante ingeniería genética, haría retroceder el tiempo en su genoma hasta conseguir sacar el dinosaurio que toda ave guarda entre sus primitivos ancestros. Se marca un plazo de 5 años para conseguirlo. Pero el ilustre paleontólogo nos advierte que el nuevo ser no tendrá las plenas características de un dinosaurio, sino que compartirá las de aquellos extintos reptiles con las de nuestras humildes gallinas domésticas. En resumidas cuentas, se “creará” de manera artificial una nueva criatura a la que sus padres todavía no saben bien si bautizar como pollosaurio o dinopollo.

Sensu stricto, podríamos encontrarnos ante un cierto tipo de involución, una regresión genética propiamente dicha. Ante la imposibilidad actual de extraer ADN de los dinosaurios a partir de huesos fósiles o de insectos atrapados en ámbar (como en la popular película), los investigadores han decidido reactivar los genes atávicos procedentes de las aves actuales. Humildemente, proponemos para este proceso el nombre de retrovolución o evolución artificial inversa, y permaneceremos bien atentos a los avances producidos en esta excepcional vía. Mientras escribo esto, mi pequeña pomerania dormita sobre el sofá. Viéndola tan dulce, no me gustaría que Jack Horner hiciese brotar el fiero oso perro que permanece aletargado entre sus genes más arcaicos.

06 noviembre 2012

CUENTA ATRÁS




Reloj, cinta métrica del tiempo.
Cada minuto comienzo
Una nueva cuenta atrás,
Silenciosa e invisible
Como tú, casi todos los días.
Cuento las horas,
De exigua o dilatada duración,
Según la marejada,
Con una lógica periódica,
Mientras, errabundo,
acaricio la yema de tus dedos.


03 noviembre 2012

EL DOLOR




Sostiene el ontológico Aloysius que los humanos empleamos habitualmente muchas palabras que terminan en “or” de las que conocemos perfectamente su significado, pero que nos plantean serias dificultades a la hora de definirlas. Por poner un ejemplo, todo el mundo habla del Amor, incluso los que nunca han estado enamorados, pero la condición de haberlo estado no mejora la capacidad de definición de aquellos que un día fueron heridos por los dardos de Cupido. En otras palabras, nos cuesta definir todo aquello que tiene difícil cuantificación.

A pesar de los poetas, algunos magníficos notarios del Amor, no podemos determinar el porcentaje de afecto que sentimos por la mujer o por el hombre amado; tampoco podemos comparar la intensidad de nuestro sentimiento con el del prójimo que tenemos al lado, ni nuestras tasas de enamoramiento. Y cuando juramos amor eterno, lo hacemos a sabiendas que tanto el ser que ama como el amado llevan en sus cuerpos la indeleble marca de la caducidad del tiempo. ¿Qué hubiera sido del perenne amor de Romeo y Julieta si la desventura suicida no se hubiera cruzado en su camino? ¿Acaso seguirían siendo en su senectud amantes dichosos que comían las infelices perdices abundantes entonces en la campiña de Verona?

Algo similar ocurre con el Dolor, un tormento que frecuentemente ha nutrido la inspiración de aedos, vates y rapsodas. Desde el punto de vista patológico, el dolor es una sensación compleja y subjetiva, pues cada quien lo percibe y sufre de distinta manera. Por si fuera poco, en el mismo individuo, nada tiene que ver un dolor de agudo, por ejemplo de oídos o de muelas, con otro tipo de dolor intenso y urgente de tipo visceral, como un cólico nefrítico. Y mucho menos con dolores crónicos, sordos, menos intensos pero no por ello más tolerables debido a su duración. 

Un estudio publicado recientemente en el European Journal of Pain afirma haber encontrado la influencia del sexo y de la raza en la tolerancia al dolor. Las investigaciones se han llevado a cabo en la Universidad Metropolitana de Leeds por el equipo del Dr. Osama Tashani. Participaron en el mismo 200 voluntarios durante un periodo de dos años. En líneas generales, los hombres demostraron una mayor tolerancia al dolor que las mujeres. La mayor sensibilidad femenina se ha sido explicado como en otras ocasiones, debido a causas hormonales y socioculturales. Los estrógenos incrementan los niveles de alerta y de actividad del sistema nervioso, y por lo tanto influyen en la transmisión del dolor. Por su parte, la testosterona masculina incrementa el umbral de tolerancia al dolor. Sin embargo, el dolor del parto sería más soportable para las madres debido al efecto de las endorfinas, sustancias analgésicas muy potentes fabricadas por el propio organismo. Respecto a las condiciones étnicas, los británicos de raza blanca presentaron una mayor sensibilidad al dolor que los voluntarios libios participantes en el ensayo. 

Podemos preguntarnos: ¿hasta dónde ha influido la genética y hasta dónde la cultura de cada grupo? Mientras Aloysius busca una Aspirina ® para su dolor de cabeza, ambos seguimos pensando que todavía quedan pendientes cuestiones muy interesantes para seguir investigando.