Si el fin del mundo no lo impide, un año más están acercando las fiestas navideñas. Tal vez el horno no esté para bollos, por la crisis
económica y social que nos ha tocado vivir. Pero, independientemente de su indudable significado religioso, y dejando también a parte su faceta despiadada, consumista y comercial, para los que contamos con pequeños en la casa éstos resultan momentos sin duda entrañables.
La cultura occidental se encuentra impregnada por el arte navideño: pictórico, escultórico, musical, incluso gastronómico...; además ahora triunfa la solidaridad. Sostiene Aloysius que una celebración capaz de
conseguir apenas unas horas de tregua en las más cruentas batallas merece tenerse en cuenta.
Pero, ¿cuál es el color de la
Navidad? El rojo compite con el blanco; roja es la ropa interior con la que algunos y algunas acostumbran a despedir el año. Y a pesar de las tonalidades
escarlata asignadas al traje de San Nicolás (Papá Noel o Santa Claus), el distribuidor de regalos y juguetes por
antonomasia, el color inmaculado gana por goleada. Escribimos, para no dejar
las páginas en blanco, cuentos donde las princesas de piel blanca como la leche nos
regalan como sonrisas las perlas de su boca.
En Navidad se reúnen los coros
de voces blancas, entonando villancicos rebosantes de buenos deseos, alegría y
paz. Proliferan las intoxicaciones etílicas, por bebidas blancas, brebajes que jamás prueban los cosecheros de vino, de blanco o de tinto, líquidos inflamables y de riesgo para determinados bebedores, esos que por culpa de tanta
euforia, terminan dirimiendo sus disputas con armas blancas.
Blanca es la nieve, meteoro
asociado al invierno. En Tailandia, los elefantes, blancos, escasos y
poco comunes, son respetados como seres sagrados. Son regalo de
reyes. En Occidente, su simbolismo es al contrario, pues debido a su costosa
manutención, un elefante se convierte en dura penitencia si al monarca se le ocurre regalárselo a un súbdito desafortunado. En España, un famoso paquidermo alcanzó la
fama por su color espectral. Dicen que el golpista coronel Tejero estuvo
maldiciendo su suerte por culpa de un elefante blanco que nunca apareció. Las sábanas
que visten a los fantasmas son siempre blancas.
Otros animales blancos son también muy valorados: encontrarse un mirlo blanco es sinónimo de algo
excepcional y extraordinario. Y qué decir del irrepetible Copito de Nieve, el
gorila albino que durante décadas se convirtió en el símbolo del Zoo de
Barcelona. Corderos y conejos blancos despiertan la ternura. La paloma de la paz es blanca.
Tras el brutal asesinato de Miguel Ángel Blanco, millones de manos blancas se
alzaron en España pidiendo el fin de la terrorismo etarra. Por una vez en la
vida, el acuerdo fue unánime rechazando tanta barbarie irracional. Como el
tiempo es el mejor anestésico, y tratando que su recuerdo no se diluya en el
olvido, cada día en Cuba las damas de blanco reivindican la liberación de sus
familiares, presos de conciencia, presos políticos.
Para rematar, en tiempos de
zozobra, no permitan que un ladrón de guante blanco les robe la esperanza. No
dejemos que la dura realidad nos golpee, fiera e inmisericorde, dejándonos aturdidos y con los
ojos en blanco, con la mente en blanco. En estos días que se aproximan, si el fin
del mundo lo permite, muchos votarán a favor de la Navidad y quizás, muy pocos, voten en blanco.
1 comentario:
Amigo, Aloysius. Yo también te deseo una Feliz Navidad y me encanta el blanco. Un abrazo. Salud y Suerte, nos va a hacer falta a todos-as
JC Alonso
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