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30 abril 2018

PANACEA



Constituye el intuitivo Aloysius un firme defensor de la mitología griega, especialmente desde el punto de vista de los clásicos literarios, un elenco interminable de personajes y quizás la fuente de inspiración para esa alegoría moderna que gestiona desde las páginas de los cómics los incontables superhéroes y otros tantos prójimos dotados con dispares poderes especiales. Rebuscando en semejante fuente de inspiración, localizó la otra tarde a Panacea, una de las hijas de Asclepio (el Esculapio de los romanos), el dios de la Medicina que fue instruido por el centauro Quirón bajo la encomienda de su propio padre, el majestuoso Apolo que diligenciaba a los hombres sus enfermedades.

Pertenece Panacea, hija de un dios menor, al séquito de su padre encarnando en su frágil figura el remedio contra todos los males. La iconografía la adorna con una serpiente que simboliza la sanación y el rejuvenecimiento. Este redescubrimiento ha coincidido con el nuevo intento de regularización de la homeopatía por parte del gobierno español. Existe una directiva europea del año 2001 que obliga a denominar como medicamentos a los productos homeopáticos, aunque no posean indicaciones terapéuticas propiamente dichas. La orden ministerial posibilitará su venta al público en farmacias como medicamentos, aunque el propio ministerio y el laboratorio fabricante hayan reconocido que no poseen capacidad para curar.

El remedio universal de Panacea surgía de las plantas y la Botánica continúa siendo una asignatura fundamental en el cuerpo doctrinal de los farmacéuticos contemporáneos. En el pasado, los cenobios disponían de huertos específicos donde los monjes avezados cultivaban las plantas medicinales con las que surtían las despensas de sus boticas. Tal vez como recuerdo de aquellos tiempos, en París existe un pequeño jardín botánico dependiente de la Facultad de Farmacia. Precisamente los avances de la ciencia moderna permitieron descubrir qué elementos curativos se encontraban presentes en la naturaleza y la manera de extraerlos para sintetizar medicinas capaces de prevenir, aliviar o curar las enfermedades. A partir de ahora en España, unos 15000 productos homeopáticos comercializados deberán pasar los correspondientes controles de calidad y seguridad antes de poder ser vendidos. Y es que otra de las grandes contradicciones de nuestra sociedad es que cualquier medicina, antes de poder comercializarse, debe superar unas estrictas etapas para demostrar su efectividad terapéutica mientras que otros productos, saltándose a la torera estos procedimientos, pretenden convertirse en panaceas universales que harían renegar y patalear al mismísimo Asclepio. 

Y todo ello a pesar de Pierre-Augustine de Beaumarchais, que se congratulaba cada vez que una medicina no hiciese daño, aunque realmente no sirviera para nada.

04 abril 2018

CÓDIGOS Y ALGORITMOS



El otro día en una entrevista, Antonio Damasio, el insigne neurólogo lisboeta que viene ejerciendo en la cátedra David Dornsife de Psicología, Neurociencia y Neurología en la Universidad Sur de California (Estados Unidos), nos alertaba sobre la deriva de la humanidad hacia una visión algorítmica donde todo funciona según códigos, ya sean genéticos o de sistemas de computación. Basta echar una ojeada a nuestro alrededor, en un supermercado, por ejemplo. Los códigos de las etiquetas de los productos son identificados por unos sistemas lectores que han venido a sustituir a las cajeras de toda la vida. Finalizada la compra, mediante el código de nuestra tarjeta de crédito podemos abonar directamente la factura y dedicarnos a embolsar lo adquirido, de la misma manera que nos han ido convirtiendo en los sujetos activos cuando llenamos el depósito de nuestro vehículo en una gasolinera con autoservicio.

Sostiene Aloysius que así como ya está ocurriendo actualmente en estos sectores, en un futuro no muy lejano los sistemas de inteligencia artificial (IA) irán poco a poco sustituyendo a muchos médicos en nuestros centros de salud y hospitales. Y no hablamos de máquinas y robots en el sentido estricto, sino de una nueva metodología de trabajo impulsada por el mismo avance de los códigos y los algoritmos. En el ámbito concreto del diagnóstico por imágenes, se está trabajando desde hace tiempo en el desarrollo de complejos programas capaces de interpretar una mamografía o una resonancia magnética con un nivel de exactitud superior al de los especialistas más expertos. La arquitectura de estos programas se sustenta en los algoritmos, conjuntos ordenados de operaciones matemáticas sistematizadas que permiten realizar cálculos y solucionar problemas. 

Y es que cualquier imagen digital en dos dimensiones puede descomponerse en píxeles. Un píxel es la menor unidad homogénea en color perteneciente a una imagen digital. Si nos referimos a imágenes tridimensionales, la unidad mínima equivalente se denomina vóxel. Para entendernos y andar por casa, un píxel sería un punto de color, mientras que un vóxel sería un pequeñísimo cubo. Pues bien, existen programas de inteligencia artificial capaces de asignar cada píxel y cada vóxel a una estructura anatómica determinada. Cientos de millones de vóxeles correspondientes a imágenes pertenecientes a cientos de pacientes conforman las bases de datos que capacitan a la máquina para la toma de decisiones diagnósticas exactas. Y los investigadores capaces de estos hitos no son médicos sino expertos en IA.

Desde el sur de California, las predicciones del profesor Damasio podrán resultar esperanzadoras o sombrías, según queramos interpretar. Quizás los pasos del médico del futuro se encaminen hacia la gestión e integración de todos estos innovadores conocimientos, para evitar que los pacientes puedan ser discriminados por sus códigos postales y genéticos. Ya los iremos viendo.