Termina de pasarme Aloysius un artículo muy interesante firmado por Juan J. Igartua, de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Salamanca, sobre la llamada persuasión narrativa. Ha sido publicado en un número muy reciente de la Revista de Comunicación y Salud, y trata de explicarnos el valor que poseen ciertas técnicas de educación y entretenimiento en la comunicación para la salud.
Pero, ¿para qué sirve este tipo de comunicación? Definiendo dicha entidad por sus objetivos, estaríamos hablando de cambiar comportamientos, actitudes, creencias y normas sociales con la finalidad de incrementar la calidad de vida de las personas y mejorar la salud pública en general, siempre dentro de unos límites culturales precisos.
En este aspecto, las estrategias de educación – entretenimiento suponen una prometedora innovación. Nos moveríamos en un territorio fronterizo entre las ciencias de la salud y los medios de comunicación, en el primero de los casos, optimizando todo lo que conocemos respecto a las modificaciones conductuales, y en el segundo, aprovechando los usos y los efectos de la potente comunicación mediática.
¿Podría el uso de las narraciones de ficción inducir modificaciones en las actitudes de las personas? Veamos la utilidad de la persuasión narrativa y en qué se diferencia de una mera campaña informativa.
En primer lugar, la persuasión narrativa se refiere a acontecimientos concretos, no hastía con informaciones exhaustivas. En segundo lugar, se basa en personajes, no aporta información a secas o señala advertencias. Además entretiene y divierte, provocando a la vez un efecto educativo. Finalmente, posee una estructura narrativa completamente definida, con planteamiento, nudo y desenlace. Por poner unos ejemplos, estas actividades han demostrado su utilidad a la hora de prevenir el contagio de la infección por el VIH – SIDA, para evitar embarazos no deseados, como medios de apoyo en pacientes a tratamiento por un cáncer de mama o para combatir la incidencia de la obesidad y de la hipertensión entre los adolescentes.
Todo esta teoría ha devuelto a mi memoria el Proxecto Titania, la historia de Roi e A Gotiña, una serie de cortometrajes de animación hecha por ourensanos y destinada al fomento de la donación de sangre entre los escolares. Los dibujos son de Jorge E. Bóveda, en la banda sonora participaron Fernando F. Picos y Cristina Asenjo, la dirección corrió a cargo de Antonio Carcedo y el incansable motor del proyecto fue Javier González Lamelas. Estoy muy orgulloso de esta obra, en la que tuve una humilde participación. Nunca fui partidario de que la letra se acompañase con la sangre, y hago mía aquella loable pretensión de mejor convencer entreteniendo.