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27 enero 2011

PERSUASION NARRATIVA



Termina de pasarme Aloysius un artículo muy interesante firmado por Juan J. Igartua, de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Salamanca, sobre la llamada persuasión narrativa. Ha sido publicado en un número muy reciente de la Revista de Comunicación y Salud, y trata de explicarnos el valor que poseen ciertas técnicas de educación y entretenimiento en la comunicación para la salud.
Pero, ¿para qué sirve este tipo de comunicación? Definiendo dicha entidad por sus objetivos, estaríamos hablando de cambiar comportamientos, actitudes, creencias y normas sociales con la finalidad de incrementar la calidad de vida de las personas y mejorar la salud pública en general, siempre dentro de unos límites culturales precisos.
En este aspecto, las estrategias de educación – entretenimiento suponen una prometedora innovación. Nos moveríamos en un territorio fronterizo entre las ciencias de la salud y los medios de comunicación, en el primero de los casos, optimizando todo lo que conocemos respecto a las modificaciones conductuales, y en el segundo, aprovechando los usos y los efectos de la potente comunicación mediática.
¿Podría el uso de las narraciones de ficción inducir modificaciones en las actitudes de las personas? Veamos la utilidad de la persuasión narrativa y en qué se diferencia de una mera campaña informativa.
En primer lugar, la persuasión narrativa se refiere a acontecimientos concretos, no hastía con informaciones exhaustivas. En segundo lugar, se basa en personajes, no aporta información a secas o señala advertencias. Además entretiene y divierte, provocando a la vez un efecto educativo. Finalmente, posee una estructura narrativa completamente definida, con planteamiento, nudo y desenlace. Por poner unos ejemplos, estas actividades han demostrado su utilidad a la hora de prevenir el contagio de la infección por el VIH – SIDA, para evitar embarazos no deseados, como medios de apoyo en pacientes a tratamiento por un cáncer de mama o para combatir la incidencia de la obesidad y de la hipertensión entre los adolescentes.


Todo esta teoría ha devuelto a mi memoria el Proxecto Titania, la historia de Roi e A Gotiña, una serie de cortometrajes de animación hecha por ourensanos y destinada al fomento de la donación de sangre entre los escolares. Los dibujos son de Jorge E. Bóveda, en la banda sonora participaron Fernando F. Picos y Cristina Asenjo, la dirección corrió a cargo de Antonio Carcedo y el incansable motor del proyecto fue Javier González Lamelas. Estoy muy orgulloso de esta obra, en la que tuve una humilde participación. Nunca fui partidario de que la letra se acompañase con la sangre, y hago mía aquella loable pretensión de mejor convencer entreteniendo.

22 enero 2011

TREN DE LARGO RECORRIDO


Mientras aguardo la llegada del tren, me entretengo en observar cómo avanzan las agujas del reloj de la estación, cuán lento transcurre un minuto y que rápida discurre la vida.

Ourense Empalme. Un ramillete de vías férreas que quiebra la ciudad dormida, ese nudo de comunicaciones que ata y desata los caminos de hierro, donde los trenes se desenganchan, cambian de vía y vuelven a engancharse otra vez, hacia Poniente o hacia el Sur, qué más da, donde se suman y restan los vagones, se multiplican las maletas repletas y se acurrucan los espíritus, hacia el Norte o el Levante, mercancías, regalos, de vuelta a casa, por vacaciones, o quizás para partir definitivamente, en un viaje sin retorno.


Apago la luz de mi departamento y me acuesto en la litera. Intento conciliar el sueño en el interior de una estridente hormigonera. Como no lo consigo, me voy de paseo por los furgones. En la cafetería, los camareros preparan los pedidos. Tren de largo recorrido. Muchos suspiramos por la alta velocidad, Ourense - Madrid en menos de tres horas, pero esa celeridad indefectiblemente llevará consigo la desaparición de los trenes nocturnos. El vagón restaurante es ahora apenas un recuerdo de lo que fue en el pasado, cocina de carbón, con cocinero y pinches que elaboraban suculentas viandas, justo lo contrario de este carrusel de alimentos prefabricados al que hoy nos tienen acostumbrados, plastificados, enlatados, envasados al vacío, bocados que cada día se parecen más a la comida rápida de los aviones. La tierra, para las tortugas y el cielo, para las aves.


En mi adolescencia, crucé España de lado a lado en viejos trenes de largo recorrido que tardaban casi un día en alcanzar su destino. Asientos de escay, ventanas de madera, cristales ahumados por la intemperie, revisores con uniforme dueños de aquellas fascinantes maquinitas de picar los billetes, que en la ida se comían un diminuto triángulo de papel y en la vuelta un pequeño redondel. Los pasajeros más previsores y ahorrativos se llevaban de casa la comida para el viaje. De repente, el tren se colmaba con el aroma de las tortillas y de los bocadillos de chorizo, con el olor de las Farias y de las naranjas recién peladas, con la voz de los vendedores ambulantes que recorrían los vagones anunciando mantecadas de Astorga y rosquillas anisadas, y hasta las botas de vino colgaba algún pasajero del exterior de la ventana, para que el tinto se le mantuviera fresco.


Partíamos de viaje más animosos, dispuestos a soportar lo que el azar nos había deparado para esta ocasión, quién será mi compañero de asiento, una guapa muchacha con el pañuelo empapado en agua de colonia, un caballero regordete y roncador, una madre de familia que a duras penas conseguirá mantener a raya su extensa prole, o aquel inquieto que entraba y salía del compartimento una docena de veces, para echarse un pitillo que le hiciera más llevadero el insomnio y menos cargante el trayecto. Recuerdo que entonces las farmacias no vendían tantos ansiolíticos...


De madrugada, poco antes de salir el sol, en un descuido se me cayó el teléfono portátil entre la litera y la pared. Cuando por fin conseguí recuperarlo, las luces de la ciudad comenzaban a divisarse a lo lejos. Fin de trayecto.

20 enero 2011

VIOLENCIA EN LA CONSULTA



El Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Ourense me ha enviado una información referente a las agresiones que los médicos sufren a manos de sus pacientes, o de los usuarios como ahora es más correcto nombrarles, pues puede tratarse de prójimos enfermos, sanos o de sus familiares.
Las cifras reflejan que en España, durante el pasado año 2010, se produjeron 451 agresiones a médicos. Con toda seguridad fueron muchísimas más, pues estos datos solamente representan la proporción de las que han sido registradas por las propias organizaciones médico colegiales.
A Aloysius este tipo de conflictos siempre le ha resultado chocante, pues le cuesta mucho entender cómo un ciudadano se puede liar a palos con un profesional que supuestamente es el responsable de custodiar su salud y combatir su enfermedad. Y no hablamos sólo de golpes físicos, sino también de insultos y trato despectivo o irrespetuoso.
El informe revela otra circunstancia especial. Resulta que la hostilidad es mayor entre los familiares de los pacientes, y curiosamente, los médicos más castigados son aquellos con edades comprendidas entre los 46 y los 55 años, supuestamente un colectivo profesional con suficiente experiencia sobre sus espaldas y habilidades para manejar este tipo de situaciones.
Otro dato llamativo: el 57% de las agresiones se producen en las consultas de atención primaria, las más accesibles y cercanas al paciente, las del médico de familia, las del médico de cabecera de toda la vida.
Los motivos más frecuentes para este tipo de comportamientos belicosos suelen ser la discrepancia con la atención médica, la negativa a recetar algún fármaco reclamado por el paciente o cuestiones de tipo personal.
En urgencias, las agresiones recogidas en el registro de los colegios médicos durante el pasado año supusieron el 8% del total. Existe una idea generalizada de que en este ámbito asistencial, por la inmediatez de la demanda y por la exigencia de una rápida actuación, la conflictividad debería ser mayor. Lo que ya no sorprende tanto es que la sanidad pública se lleve la palma en este aspecto.
Recordemos que este tipo de acometidas hace tiempo que ya no quedan impunes. Los agresores pueden incluso ser condenados a prisión.
Hace años, un compañero me mostró una reclamación realizada por uno de sus pacientes. Entonces me pareció increíble. Aquel individuo protestaba porque el médico no le había querido recetar unos medicamentos de un especialista privado. Antes de firmar su demanda, añadió: “no me extrañan las agresiones que sufren los médicos. Más le tendrían que dar. A ver si así espabilan”. Se me viene a la memoria una frase de Isaac Asimov: “la violencia es el último recurso del incompetente”.

13 enero 2011

REBELDE SIN CAUSA



La cinefilia de Aloysius es vox populi, cinefagia más bien diría yo, pues literalmente devora toda la información que encuentra referente al apasionante mundo del 7º Arte. Hoy le he pedido prestado este titular, el de la famosa película dirigida por Nicholas Ray en 1955, y que protagonizaron los malogrados James Dean, Natalie Wood y Sal Mineo. Me ha comentado que el guión original está basado en el libro del psiquiatra Robert M. Lindner, cuyo título traducido al español viene a ser “Rebelde sin causa: el hipnoanálisis de un psicópata criminal”.

Lo traemos hoy a colación para seguir debatiendo sobre la ley antitabaco española. Vaya por delante que desde el punto de vista sanitario apoyamos sin fisuras este tipo de medidas. El respaldo parlamentario resultó unánime ante la propuesta de reforma de la anterior ley, una iniciativa de IU y ERC apoyada también por PSOE, PP y los demás partidos.
Los establecimientos de hostelería en los que se permitía fumar, además de competir en ventaja con los espacios libres del humo de los cigarrillos, obligaban a los asalariados a trabajar en un ambiente insalubre. Tampoco valdría la excusa de la voluntariedad de los trabajadores, pues como médicos estamos obligados siempre a prestar una ayuda, incluso a aquellos prójimos que no desean seguir viviendo.
Además de intentar regular el consumo de un producto que ha demostrado sobradamente su efecto pernicioso sobre la salud individual y colectiva, esta ley ha servido también para reavivar esa mentalidad levantisca que en el extranjero nos adjudican a los españoles como característica.
Si nos obligan a usar el cinturón de seguridad, vamos al médico para reclamar un certificado aclaratorio sobre el por qué no podemos llevar sobre el tórax aparatos que nos presionen las costillas. Si nos pillan bebidos al volante de un coche, solicitamos otro certificado médico para tratar de convencer a las autoridades que estamos tomando una medicación que incrementa el alcohol en nuestras venas. Si nos ponen un límite de velocidad en las carreteras, ocultamos en nuestros automóviles sofisticados dispositivos que nos alertan de la proximidad de un rádar, para levantar entonces el pie del acelerador. Si vamos a ver un concierto y la cola en la entrada es muy larga, tratamos de buscar a un conocido que nos cuele y nos evite el incómodo momento de la espera. Si entra en vigor una nueva ley antitabaco, surge un grupo de hosteleros insurrectos que pretenden pasársela por el arco de triunfo, aun a costa de costosas sanciones.
Insistimos, legislar sobre un acto cívico no debería resultar tan complejo. El otro día leía la protesta de José Carlos Caneiro, que tuvo que ver el Depor – Barça sumergido en la espesa nube que provocaban varios cigarros puros ardiendo a la vez. Rebeldes con o sin causa, ahí continúa combativo el Club de Fumadores que ha vuelto a poner Ourense en el mapa informativo, gracias a los resquicios de una ley no tan perfecta. Tal vez sirva este hecho para acelerar la llegada del AVE a nuestra ciudad, para que así vengan a concentrase en el Xesteira todos los recalcitrantes fumadores de la patria. Vai ti a saber.


04 enero 2011

LA NUEVA LEY ANTITABACO


Aloysius no ha fumado nunca, ni creo que le vaya a dar ahora por empezar a quemar tabaco. El humo de los cigarrillos le molesta profundamente. Aun así, siempre ha recelado de las leyes prohibitivas y del dogmatismo. Sostiene que si en España ha sido necesaria una segunda ley para limitar el mal hábito de fumar en los locales públicos es porque la primera se hizo de aquella manera. ¿Cómo recuperarán ahora toda la pasta que se gastaron los hosteleros para separar a tirios de troyanos? No olvidemos que estamos entre los primeros países productores mundiales de papel administrativo. Cada año se legisla más aquí que en Alemania, por ejemplo. Pero mucha normativa nace con una fecha de caducidad, preceptos para la galería, leyes tan efímeras como los Kleenex ®, auténtico papel mojado, todo lo contrario de lo que hicieron nuestros antepasados, empeñados en elaborar leyes perdurables, que por algo se sigue estudiando Derecho Romano en las facultades.

El defecto primordial es que esta ley de nuevo se olvida de los fumadores. No les aporta alternativas para la deshabituación. Excepto algunos ultras de la colilla y el cenicero, que también los hay, la mayoría de los fumadores que conozco saben perfectamente que esta costumbre es mala para su salud. Muchos han intentado dejar de fumar en varias ocasiones, con suerte dispar. Nuestros gobernantes se lavan las manos y remiten a los fumadores a las consultas de los médicos de cabecera, allá se las apañen ustedes, que encima los tratamientos para dejar de fumar no están financiados por nuestra sanidad pública. Otro marrón. También escasean las unidades especializadas para desintoxicarnos de la nicotina, una droga de elevado potencial adictivo. Otra vez nos olvidamos de educar para la salud, que siempre resulta más económico que multar y perseguir.

Hemos aprendido poco de la experiencia de otras naciones pioneras en legislar sobre la materia. ¿Qué ha ocurrido en Irlanda, Noruega o Italia? Aquí un padre no puede echarse un pito mientras su hijo se columpia en el parque infantil, pero sí puede meterse entre pecho espalda un descomunal veguero con el mismo niño sentado a su lado en el campo de fútbol, para mayor gloria de sus colores. Podremos fumar sin cuartel en las cárceles, en los psiquiátricos y en las residencias de ancianos, pero no podrá hacerse al aire libre en muchos lugares, a pesar de lo irrespirable que hacen del mismo los escapes de las motos y los coches. Legislamos sobre un acto cívico, que significa no molestar con el humo de mis cigarrillos a los que no desean fumar. Y lo de las denuncias tiene tela, pues los microinquisidores van a brotar como champiñones en un sótano plagado de humedad.

Y las multas, otra boutade, pues si quieres fumar libremente saldrá más a cuenta robar para que te manden a la trena. La hipocresía reinante en el mundo del tabaco es tremenda. Existe una película magnífica que se titula “Gracias por fumar” (Jason Reitman, 2005). Se la recomiendo. En vez de tanta masacre sentimental alguna cadena debería programarla en estas fechas. Por un lado, llenamos nuestras arcas con los impuestos sobre el tabaco. Y acto seguido legislamos para que todo el mundo deje de fumar. Me lo expliquen.