El Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Ourense me ha enviado una información referente a las agresiones que los médicos sufren a manos de sus pacientes, o de los usuarios como ahora es más correcto nombrarles, pues puede tratarse de prójimos enfermos, sanos o de sus familiares.
Las cifras reflejan que en España, durante el pasado año 2010, se produjeron 451 agresiones a médicos. Con toda seguridad fueron muchísimas más, pues estos datos solamente representan la proporción de las que han sido registradas por las propias organizaciones médico colegiales.
A Aloysius este tipo de conflictos siempre le ha resultado chocante, pues le cuesta mucho entender cómo un ciudadano se puede liar a palos con un profesional que supuestamente es el responsable de custodiar su salud y combatir su enfermedad. Y no hablamos sólo de golpes físicos, sino también de insultos y trato despectivo o irrespetuoso.
El informe revela otra circunstancia especial. Resulta que la hostilidad es mayor entre los familiares de los pacientes, y curiosamente, los médicos más castigados son aquellos con edades comprendidas entre los 46 y los 55 años, supuestamente un colectivo profesional con suficiente experiencia sobre sus espaldas y habilidades para manejar este tipo de situaciones.
Otro dato llamativo: el 57% de las agresiones se producen en las consultas de atención primaria, las más accesibles y cercanas al paciente, las del médico de familia, las del médico de cabecera de toda la vida.
Los motivos más frecuentes para este tipo de comportamientos belicosos suelen ser la discrepancia con la atención médica, la negativa a recetar algún fármaco reclamado por el paciente o cuestiones de tipo personal.
En urgencias, las agresiones recogidas en el registro de los colegios médicos durante el pasado año supusieron el 8% del total. Existe una idea generalizada de que en este ámbito asistencial, por la inmediatez de la demanda y por la exigencia de una rápida actuación, la conflictividad debería ser mayor. Lo que ya no sorprende tanto es que la sanidad pública se lleve la palma en este aspecto.
Recordemos que este tipo de acometidas hace tiempo que ya no quedan impunes. Los agresores pueden incluso ser condenados a prisión.
Hace años, un compañero me mostró una reclamación realizada por uno de sus pacientes. Entonces me pareció increíble. Aquel individuo protestaba porque el médico no le había querido recetar unos medicamentos de un especialista privado. Antes de firmar su demanda, añadió: “no me extrañan las agresiones que sufren los médicos. Más le tendrían que dar. A ver si así espabilan”. Se me viene a la memoria una frase de Isaac Asimov: “la violencia es el último recurso del incompetente”.
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