CREA, INVENTA, IMAGINA... ¡NO COPIES!

Protected by Copyscape DMCA Takedown Notice Violation Search

29 diciembre 2012

¿COMEMOS? ¿BEBEMOS?



Sandro Botticelli (1483)
"La boda de Nastaglio degli Onesti"
Temple sobre tabla.
Palacio Pucci - Florencia

Sostiene Aloysius que todo lo que comemos y bebemos nos entra antes por los ojos que por la boca, en una especie de nutrición cerebral que comienza mucho antes que el propio proceso digestivo. Incluso nos entra por las narices, ya que los mortales preferimos todo aquello que huela a lima, naranja, pomelo, menta y melocotón. Pero, entonces, ¿comemos y bebemos realmente lo que queremos o ambos procesos pueden ser determinados? Hay alimentos que nos vuelven más pacíficos, como el pescado, porque los ácidos grasos omega 3 incrementan la serotonina, el neurotrasmisor de la paz y el bienestar cerebral. Lo mismo ocurre con las cardiosaludables nueces.

En el mundo de las bebidas, más que la sed es el color, el precio, el ambiente y la velocidad de la ingesta son determinantes de nuestra elección. En el color influye tanto el del continente como el del contenido. Los tonos fríos, azules y verdes, son tan satisfactorios como el sabor. Un potentado presumía de beber whisky no porque le gustara, sino porque era más caro. Y es que cuanto más elevado resulta el precio de una bebida, más altas son las expectativas que en ella depositamos. Ocurre con el champán, pero también con la ginebra. Ojo: aquí hay trampa. 

En la Universidad de Stanford y el Instituto de Tecnología de California han demostrado que apreciamos las bebidas más caras, independientemente de su precio real. Otra vez las apariencias nos engañan. ¿Y qué decir de la forma de los vasos? Los curvados, los cortos y los anchos nos confunden, pues percibimos peor su capacidad y así bebemos más de prisa. 

¿Y los locales? Está demostrado que triunfan los restaurantes y los bares de moda, independientemente de lo que en ellos se sirva. Incluso la música ambiental influye. Preferimos bocados o tragos menos sustanciosos en un pub o en una cervecería que otros mucho más apetecibles tomados directamente de la nevera de un supermercado. En 1957, el hábil James Vicary se inventó un supuesto proyecto de publicidad subliminal de Coca Cola en los cines. Aunque no fue cierto, las ventas del refresco se dispararon y todavía hoy hay muchas personas que se creen esta leyenda urbana.

Pero en nuestra apetencia por los alimentos no influye solamente su aspecto, sino también las circunstancias en las que los ingerimos. Un reciente estudio de la Universidad de Bristol ha revelado que comer delante de la pantalla de un ordenador o de un videojuego puede aumentar nuestro apetito a lo largo del día. Previamente, hallazgos similares se habían detectado en las personas que tienen por costumbre comer viendo la televisión. El trabajo dirigido por el Dr. Jeff Brunstrom, publicado en el American Journal of Clinical Nutrition, concluye que memoria y atención juegan un papel determinante en el apetito y en la cantidad de comida que ingerimos.

No hay comentarios: