En mi correo electrónico recibí un
mensaje del inquietante Aloysius citándome en una céntrica cafetería ourensana.
Antes de que apenas tomase asiento, desplegó ante mis ojos la página de
información científica de un diario nacional de gran tirada. Con un rotulador
amarillo fosforescente había remarcado dos nombres: “Montana State University”y “Jack Horner”. Posó la punta de su índice derecho sobre el papel dirigiendo
hacia mí su mirada inquisitoria: ¿será posible?
Hace tiempo comenté una noticia
sobre el Sr. Horner, uno de los paleontólogos más famosos del mundo, cuyas
innovadoras teorías sobre los dinosaurios inspiraron a Steven Spielberg su saga
sobre “Parque Jurásico”. Paradojas científicas contemporáneas, mientras cada día
se extingue en este planeta alguna especie animal o vegetal, el ser humano, con
su insaciable hambre de saber, está empeñado en resucitar aquellas
desaparecidas en la noche de los tiempos.
Una sonada línea de investigación se
inició tratando de devolver a la vida a los mamuts. Para ello emplearían técnicas
de clonación y los embriones serían implantados en el útero de elefantas
nodrizas. El dilema ético que plantea esta idea es revivir a unos animales que
se extinguieron porque el hábitat que ocupaban también desapareció. Aunque el
experimento tuviera éxito, quedaría limitado a una suerte de parque temático o un
zoológico espurio.
Precisamente, desde estas líneas, propusimos en su día el
empleo de la clonación para evitar la extinción del lince ibérico, aprovechando
los escasos ejemplares que todavía viven y que todavía podrían garantizar
cierta y necesaria variabilidad genética.
Jack Horner, al frente de un
equipo de investigadores a buen seguro financiados por alguna potente iniciativa
privada, propone una idea a la par audaz que temeraria. A partir de un embrión
de pollo, mediante ingeniería genética, haría retroceder el tiempo en su genoma
hasta conseguir sacar el dinosaurio que toda ave guarda entre sus primitivos
ancestros. Se marca un plazo de 5 años para conseguirlo. Pero el ilustre
paleontólogo nos advierte que el nuevo ser no tendrá las plenas características
de un dinosaurio, sino que compartirá las de aquellos extintos reptiles con las
de nuestras humildes gallinas domésticas. En resumidas cuentas, se “creará” de manera
artificial una nueva criatura a la que sus padres todavía no saben bien si
bautizar como pollosaurio o dinopollo.
Sensu stricto, podríamos encontrarnos ante un cierto tipo de
involución, una regresión genética propiamente dicha. Ante la imposibilidad
actual de extraer ADN de los dinosaurios a partir de huesos fósiles o de
insectos atrapados en ámbar (como en la popular película), los investigadores
han decidido reactivar los genes atávicos procedentes de las aves actuales.
Humildemente, proponemos para este proceso el nombre de retrovolución o evolución artificial inversa, y permaneceremos bien
atentos a los avances producidos en esta excepcional vía. Mientras escribo esto,
mi pequeña pomerania dormita sobre el sofá. Viéndola tan dulce, no me gustaría que
Jack Horner hiciese brotar el fiero oso perro que permanece aletargado entre sus
genes más arcaicos.
1 comentario:
Brasil quiere clonar animales en vías de extinción...
http://www.panorama.com.ve/portal/app/vista/detalle_noticia.php?id=42886
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