La súbita irrupción en
nuestras vidas del virus de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo ha devuelto a
mi memoria el caso de una paciente atendida hace ya unos cuantos años en el
antiguo Centro de Saúde de A Ponte, en la calle que entonces se llamaba General
Aranda.
Se trataba de una anciana que vivía sola en una casa rural de Untes, vecina
a la ciudad de Ourense. Entre sus labores cotidianas se dedicaba al cuidado de los
animales domésticos: una docena de pollos y gallinas ponedoras, varios conejos
y una pareja de ovejas. Fue atendida porque presentaba un
síndrome febril acompañado de cefalea y dolores articulares. La señora se
quejaba además de profusa sudoración nocturna y de un incómodo picor
generalizado por todo el cuerpo.
Cuando nos disponíamos a auscultarla
descubrimos de repente una oronda garrapata adherida a la piel de su espalda,
de cuya molesta presencia la paciente no se había percatado antes. Para
desprender el parásito utilizamos unos mililitros de gasolina que previamente
habíamos sacado del depósito del Simca 1200 blanco que por entonces me
acompañaba, valioso aquel préstamo de mi padre. Fue el primer caso probable de
fiebre Q que saltó de la teoría a la práctica clínica en mi vida profesional.
El diagnóstico microbiológico confirmó posteriormente la presencia del germen
causante, una bacteria de eufónico nombre Coxiella
burnetii, y la enferma se recuperó gracias al tratamiento antibiótico
específico.
Las garrapatas son ácaros que infectan a los mamíferos, incluyendo
a los humanos, pero también a las aves. En este último caso reciben el apelativo
de garrapatas blandas para diferenciarlas de las primeras. La presencia de
estos parásitos aviares fue detectada en España hace varios años en
las aves estacionales que anidan periódicamente en nuestros pagos, procedentes del continente
africano. La fiebre hemorrágica de Crimea-Congo (FHCC) es endémica en África,
los Balcanes, Oriente Medio y Asia. Constituye una forma grave de fiebre
hemorrágica viral y su letalidad es preocupante, pudiendo alcanzar al 40% de
los infectados.
En los seres humanos su transmisión tradicional se produce a
través de la picadura de las garrapatas y mediante el contacto con el ganado
infectado. Pero, tal y como ha ocurrido en el caso de la enfermera infectada en
nuestro país, la transmisión entre personas es posible si existe un contacto
estrecho con la sangre y los fluidos corporales de los pacientes, como el
hombre de 62 años fallecido en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid tras haberse
contagiado por la picadura de una garrapata blanda, el primer caso de estas
características en Europa Occidental. Por el momento no existe una vacuna
eficaz contra este peligroso virus, ni para los animales ni para los humanos.
Las autoridades sanitarias hablan de una situación excepcional y
epidemiologicamente controlada.
Las garrapatas sobreviven entre la hierba alta.
Allí aguardan pacientes el paso de cualquier animal para engancharse. Los
veterinarios conocen bien el peligro que representan para nuestros queridos
animales de compañía. Ahora han saltado de nuevo a la palestra para recordarnos
la frágil inmensidad de nuestro pequeño orgulloso mundo.