En mi generación, las
meriendas infantiles consistían casi siempre en bocadillos: de chorizo, salchichón,
jamón, mortadela, o de las diferentes combinaciones de tales embutidos, con el
queso como elemento fijo en la cuestión. Tuve algún compañero de clase más iconoclasta que se los preparaba de patatas fritas o de mayonesa. Pero eran caso aparte. De vez en cuando nos caían también bocadillos de chocolate, sobre todo en la aldea, pétreas onzas de cacao a la
taza que traían cromos de ciencias naturales en el envoltorio. Recuerdo
especialmente las cuchipandas de Hospitalet de Llobregat, suculentos bocatas de
pa amb tomaca, con jamón serrano,
atún o sardinillas. Además nos daban fruta en abundancia: plátanos, naranjas,
manzanas, mandarinas, y cuando era temporada melón, sandía, peras, uvas, cerezas,
melocotones y ciruelas claudias.
En aquellos lejanos tiempos nos pasábamos el
día corriendo y saltando, o jugando interminables partidos en el Jardín del
Posío o en las canchas de los Salesianos. Siempre que había una pelota, ya fuera
de fútbol o de baloncesto, montábamos una pachanguita. Más tarde llegaría la
expansión de la bollería industrial, el aluvión de la Coca-Cola y la invasión
de las videoconsolas.
Estas evocaciones acuden hoy a mi después de leer una
inquietante noticia: los padres españoles ya no perciben el sobrepeso de sus
hijos. Frente a la obesidad infantil estamos bajando poco a poco la guardia, un
dato llamativo en una época en la que cada vez hay más gente haciendo deporte o
ejercicio. No recuerdo a mi padre con un chándal o unas zapatillas deportivas.
Ni a ninguno de sus amigos. Ni a ningún vecino. Ni siquiera al padre de ninguno
de mis amigos. Tal vez un ratito en bañador de media pierna, de aquellos que
llamaban Mil Rayas, dando unos toques sobre la arena húmeda de la playa. Las actuales
madres y los padres, mucho más informados y concienciados con las
recomendaciones para vivir sanamente, parecen más despistados con el sobrepeso
de sus retoños.
Lo afirma el Doctor Miguel Ángel Royo, jefe del área de
estudios de la Escuela Nacional de Sanidad. Según la Revista Española de
Cardiología, el 71% de los padres perciben erróneamente el exceso de peso de
sus hijos. Podría ser que con los años este problema se haya ido normalizando
en un país con un 9% de niños obesos y un 30% con sobrepeso. ¿Qué meriendan los
niños del siglo XXI? ¿Qué actividad física desarrollan? Los expertos insisten:
en Galicia, por ejemplo, la obesidad infantil se multiplicó por 3 en los
últimos 40 años. Es cierto que las generaciones actuales son más altas, pero su
peso medio se ha incrementado en 7 kilos. La Fundación Española del
Corazón confirma que el 85% de los niños no realiza siquiera una hora de
actividad física diaria.
Sin embargo, investigadores británicos no han
encontrado una relación significativa entre el sobrepeso en niños de 4-5 años y
la ausencia o lejanía de zonas correctamente adaptadas para sus juegos infantiles.
Habrá que seguir investigando. Porque todavía intento descifrar por qué mi
abuelo nos comparaba a mi primo y a mi con el chico de la portera, cuando
devorábamos con fruición nuestra merienda mientras Paquito Fernández Ochoa ganaba
esquiando una medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Sapporo.