Que el ejercicio
físico resulta esencial para conservar la salud no admite controversias, aunque
el escéptico Aloysius se empeñe en contradecirnos apoyándose en los recientes
casos protagonizados por Iker Casillas, que padeció un infarto de miocardio, y
el malogrado Chicho Sibilio, excepcional jugador internacional que contribuyó a
engrandecer con sus triunfos la sección de baloncesto del F.C Barcelona. Al
parecer, el alero hispano-dominicano fallecido a los 60 años, no pudo superar
las complicaciones de una diabetes que venía padeciendo desde hacía varios años. Recordamos aquí los casos de los futbolistas Juan Señor y Rubén de la Red,
obligados al abandono de la práctica deportiva por sus enfermedades cardíacas.
Por otra parte, la práctica deportiva, incluso de élite, está sobradamente
representada por figuras que superaron sus enfermedades de base para alcanzar
los puestos más altos de los podios. La nadadora Mireia Belmonte, que
paradójicamente vivió desde su infancia en el badalonés barrio de La
Salud, confesó que padecía asma
bronquial, circunstancia que no le ha impedido cosechar infinidad de medallas y
trofeos nacionales e internacionales. Los médicos también podemos justificar
cómo otro ilustre enfermo asmático pudo ganar 5 ediciones del Tour de Francia.
Por supuesto, nos estamos refiriendo a Miguel Indurain.
Es más, existen
trabajos clínicos que han demostrado que la incidencia de asma es mayor entre
los deportistas de élite (10%) que entre la población en general (7%),
explicando esta paradoja en base al sobresfuerzo que el ejercicio físico
intenso supone para las vías respiratorias y en una mayor exposición a
irritantes y alérgenos atmosféricos ocasionada por los entrenamientos al aire
libre.
Respecto a la diabetes, constatamos los ejemplos de Joe Frazier, campeón
olímpico de boxeo en Tokio 1964 y campeón mundial profesional de los pesos
pesados, diabético insulinodependiente, y entre los más actuales, Nacho
Fernández, defensa internacional del Real Madrid con una carrera deportiva
repleta de galardones, diabético desde los 12 años y al que una alimentación
cuidada le permite desarrollar una vida completamente normal.
Y hablando de
alimentación y de paradojas, mucho se ha escrito sobre la recomendación de la
dieta mediterránea (rica en pesado, verduras y frutas) como la más saludable, a
pesar de la conocida paradoja que indica que las provincias españolas de la
cuenca mediterránea son aquellas con mayores tasas de mortalidad por
enfermedades cardiovasculares, sin que se haya encontrado todavía una
explicación científica válida para semejante contradicción epidemiológica. Por
ello nosotros seguimos defendiendo las bondades de nuestra dieta atlántica, no
sometida a ninguna paradoja o contradicción patológica. De momento.