Sostiene Aloysius que viajar resulta
un método de aprendizaje excelente y divertido. Porque la vida es una formación
continuada, para quien le interese que así sea. Uno de mis museos favoritos es
el Thyssen - Bornemisza. Siempre que me desplazo a Madrid y el tiempo me lo
permite, me acerco hasta sus salas para aprender un poco de arte. Y, por qué
no, también algo de medicina. Allí se exhibe una tabla pintada al óleo a
mediados del siglo XV por el llamado Maestro de la Visión de san Juan. Según
los expertos, este artista aunó las influencias de los pintores coetáneos de
los Países Bajos y de la Escuela de Colonia. Las figuras retratadas son las de
tres santos médicos: Cosme, Damián y Pantaleón.
Cosme, “el bien presentado y
ordenado” y Damián, “el domador”, eran gemelos y anárgiros, enemigos del
dinero, pues atendían a los enfermos de manera totalmente desinteresada.
Originarios de la provincia romana de Arabia Petrea, fueron perseguidos y
martirizados durante el reinado del emperador Diocleciano, que a principios del
siglo III desató una cruenta persecución contra los cristianos. A estos santos
hermanos galenos primero intentaron quemarlos, pero como la protección divina
les hacía inmunes al fuego, sus verdugos optaron por decapitarlos. La tradición
sostiene que en el año 914 la espada empleada en su ejecución se convirtió en
un preciado obsequio para el rey Otón III; desde entonces se venera en la
catedral de Essen (Alemania).
En otras ocasiones he tenido la oportunidad de
comentar otros cuadros que representan a San Cosme y a San Damián, en este caso
trasplantándole una pierna a un paciente amputado, extremidad procedente de un
criado de raza negra que había fallecido previamente. Uno de ellos, atribuido a
Fernando del Rincón, puede verse en la pinacoteca del Museo del Prado. El
tercer santo representado en la tabla es San Pantaleón, “el que se compadece de
todos”. Natural de Turquía, desempeñó el arte de la medicina, como su padre, llegando
a ser médico personal del emperador Galerio Maximiano. Pero, al igual que sus
colegas del cuadro, fue perseguido, martirizado y decapitado en tiempos de
Diocleciano. También desesperó a sus sayones, resistiendo el tormento del plomo
derretido, el ahogamiento en aguas marinas, la rueda, el potro, las acometidas
de las fieras salvajes y las heridas de la espada.
Dicen que su sangre sirvió para vivificar una higuera que estaba
seca. Cada 26 de julio, víspera de su santo, una muestra de su sangre
custodiada en el Real Monasterio de la Encarnación de Madrid primero pasa del
estado sólido al líquido y luego al revés, sin que hasta el momento nadie sepa
cómo. No es éste el primer caso, pues cada 19 de septiembre, en la fecha de su
fallecimiento, un fenómeno similar ocurre con la sangre de san Genaro en Nápoles.
Y aún existe un tercer caso, con la sangre del santo monje libanés Chárbel
Yusef Makhlouf (1828 – 1898).
En 1991, unos médicos italianos
publicaron en la revista “Nature” un trabajo en el que atribuían al fenómeno
llamado tixotropía la fluidificación reversible de un gel por efecto de las
vibraciones o sacudidas mecánicas. Decía Nietzsche que tener fe significa no
querer saber la verdad. Nosotros preferimos que cada uno se crea lo que más le
plazca.
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