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16 diciembre 2017

LA COLINA DE LA HAMBURGUESA


Tomamos el título de hoy de una batalla transcurrida durante la Guerra de Vietnam y que más tarde generó la película bélica homónima dirigida por John Irvin en 1987. Esta cinta, y otras posteriores como por ejemplo “Hasta el último hombre” (Mel Gibson, 2016) demuestran lo absurdas e irracionales que son todas las guerras, centenares de hombres en la plenitud de sus vidas derramando su sangre en la procura de un pedazo de tierra que cada día cambia de unas manos a otras. Pírricas insensatas victorias. Desde hace unos años somos testigos del cambio de las costumbres sociales, cómo van modificando nuestra manera tradicional de comer, tal y como en su día lo hicieron las populares hamburguesas, cuyo origen algunos autores trasladan incluso a la antigua Roma y que otros atribuyen a los inmigrantes alemanes que durante el siglo XIX buscaron mejor fortuna en los Estados Unidos de Norteamérica.

De una manera u otra, en ocasiones pretéritas comentábamos cómo inclusive la comida rápida del futuro poco o nada tendrá que ver con la presente. En concreto, respecto a este tema, el doctor Mitsuyuki Ikeda, investigador perteneciente al Centro de Evaluación del Medio Ambiente de Okayama (Japón), lideró un proyecto capaz de obtener proteínas a partir de materias fecales (lodo de cloaca) aprovechando el metabolismo de unas bacterias especiales. Este material sintético contenía un 63% de proteínas, un 25% de hidratos de carbono y tan solo un 3% de lípidos. Echando a volar la imaginación, esta idea podía complementar la alimentación de los habitantes de las futuras colonias espaciales en inhóspitos planetas.

El último invento son las hamburguesas de gusanos (¡de búfalo!), que amenazan con conquistar nuestros paladares. Ya hay quien dice que huelen a nueces, aunque su sabor por el momento resulta incomparable. Además de la innovación gastronómica, la progresiva desaparición de las hamburguesas de vacuno aportaría beneficios ecológicos, entre los que destacan el menor consumo de agua y la disminución de gases de tipo invernadero.

Sostiene el escéptico Aloysius que quizás ahora habrá quien proponga sintetizar materia rica en proteínas a partir de los excrementos de las vacas, con lo cual se cerraría un hipotético ciclo productivo para las hamburguesas que, después de dar varias vueltas, recuperarían de nuevo su substancia y su sentido de ser. Para los escépticos y los defensores de lo clásico, les recomiendo darse una vuelta por los estantes de los supermercados para descubrir cómo cada vez se venden más las hamburguesas de legumbres, seitán, tofú, soja, cereales y verduras. Y de paso, la quinoa, hasta apenas unos años un alimento típico y casi exclusivo de las poblaciones andinas de Bolivia, Perú y Ecuador. Porque fuimos, somos y seremos lo que comemos. Mejor irnos acostumbrando.

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