En estos días, los aspirantes a convertirse en los médicos españoles especialistas del futuro han pasado esa prueba trascendental conocida como examen MIR. De la puntuación obtenida dependerá su vida profesional. Los expertos no terminan de ponerse de acuerdo respecto a las especialidades más deficitarias. Si nos guiamos por nuestra percepción particular, pediatras, traumatólogos y médicos de familia deberían llevarse la palma. Lo que parece seguro es que el MIR del futuro presentará importantes variaciones en la oferta de especialistas. Y quién sabe si veremos en nuestros hospitales a médicos expertos en nanorrobótica. O lo que es más probable, expertos en nanorrobótica que no serán ni médicos ni farmacéuticos.
El caso es que estos microdispositivos poseen tamaños cercanos a la millonésima parte de un metro. Son mil veces más pequeños que el grosor de un cabello. Semejante miniaturización ha alcanzado en el presente campos tan dispares como la ingeniería, la química, la electrónica, por ejemplo, y también la medicina. Se han diseñado máquinas microscópicas asociadas al ADN, el elemento fundamental de nuestros genes. Otras aprovechan las características fisiológicas y mecánicas de determinadas bacterias. Como garantía, esta revolución científica ya se encuentra controlada por la FDA, la poderosa administración estadounidense encargada de la regulación de los medicamentos, los cosméticos, los aparatos médicos, los productos biológicos y los derivados sanguíneos, tanto para humanos como para animales.
Ingeniosas empresas emergentes comienzan a obtener exitosos resultados: nanorrobots tubulares del tamaño de una bacteria capaces de limpiar tanques de agua contaminada, cremas y compuestos dermatológicos aptas para curar heridas, eliminar cicatrices y tratar enfermedades de la piel, enjuagues bucales enriquecidos con nanorrobots capaces de eliminar la caries, microesferas formadas por platino, agua oxigenada y enzimas competentes para el transporte de fármacos en el tratamiento del cáncer. Todos son ejemplos reales, líneas de investigación abiertas y alejadas de la ciencia ficción. En el campo de la oncología, las últimas informaciones son muy alentadoras. En el Instituto de Biodiseño de la Universidad Estatal de Arizona (Estados Unidos), el equipo liderado por el investigador Hao Yang, recientemente ha probado en ratones nanorrobots programados para destruir tumores de mama, pulmón, ovario y melanomas, matando literalmente de hambre a las células cancerígenas, respetando a las células sanas, sin efectos secundarios indeseables. Por el momento, Estados Unidos y China lideran esta fascinante carrera, y a los demás quizás pudiera parecernos muy atinada aquella afirmación de Arthur C. Clarke cuando afirmaba que cualquier tecnología suficientemente avanzada resultaría indistinguible de la magia.