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04 agosto 2006

WHIZZINATOR


Me cuenta enardecido Aloysius que de esta guisa se llama el último grito de la moda en doping. Este trebello se compone de un pene sintético unido a un pequeño depósito (que el deportista tramposo lleva preparado con orina “limpia”). Si por sorpresa le toca control, podrá engañar al comisario haciendo que mea cuando en realidad no mea. Muy pícaro. Como estamos inmersos en un mercado mundial globalizado, el Whizzinator se comercializa en cinco tonos diferentes de piel.

La serpiente de este verano, además del execrable conflicto armado de Oriente medio, nació del huevo depositado por otra gran serpiente multicolor llamada Tour de Francia. Dicen que el ganador de la edición 2006 ha hecho trampa y que de rebote habrá un gallego campeón. Por méritos propios ya lo mereció con creces, pero hubiera sido mejor que Oscar Pereiro se hubiera subido a lo más alto del cajón de manera estrictamente deportiva.

Sabemos que los métodos dopantes son amplios y variados: estimulantes (cafeína, cocaína y anfetaminas), analgésicos (codeína – permitida con justificación médica), betabloqueantes y diuréticos, etc. Pero cuando se destapa un escándalo de este tipo, generalmente se refiere al consumo de determinadas hormonas y sus derivados. Dejando a un lado a la ya famosa eritropoyetina (EPO), se emplean los anabolizantes porque aumentan la masa muscular.

En estos días hemos contemplado unos hechos llamativos: ante la confirmación por parte de la Audiencia Nacional de los 2 años de sanción para el futbolista Gurpegui, el presidente del Atlético de Bilbao desata su ira contra el Secretario de Estado para el Deporte, al que acusa de querer ser ministro a costa de este caso. Recordemos que Gurpequi dio positivo por nandrolona. Los mismo que el céltico Giovanella.

De manera casi inmediata, el velocista Justin Gatlin dió positivo por estanozolol, un esteroide bastante pasado de moda. Tal vez pensó que una carrera de tercera categoría nadie se iba a preocupar de controlar el doping de los atletas. Lo pillaron. Y por mucho que declare su inocencia basándose en la teoría de un complot en su contra, lo pillaron.

Los análisis de orina de Floyd Landis, el ciclista con nombre de masaje de afeitar, acaban de revelarnos que la testosterona que eliminó no era natural, sino sintética. Los modernos laboratorios de control disponen de análisis precisos para discriminar si el origen de esta hormona es endógeno (segregada por el organismo) o exógena. Hace 2 años, en atletismo se redujo de 6 a 4 el coeficiente testosterona / epitestosterona necesario para iniciar una investigación sobre dopaje. Valores naturales bajos de epitestosterona hacen que el coeficiente aumente de manera matemática. Este fenómeno también ocurre con la ingesta de alcohol, porque el etanol interfiere en el metabolismo hepático de la testosterona. Por ello, en un intento desesperado por conservar el maillot amarillo del Tour, los abogados de Landis alegaron que el ciclista norteamericano había ingerido whisky la noche antes del control positivo.
Ya andaba algo mosca Aloysius cuando vio cómo se recuperaba Landis en la etapa 17ª del Tour (disputada entre Saint Jean de Maurienne y Morzine) tras haber sido prácticamente barrido de la carretera el día anterior por la magnífica actuación del campeón de Mos; lo del yanqui o era garrafón o era un anabolizante. Veremos en que queda todo. Como con el cabezazo de Zidane, una vez más pierde el deporte.

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