No se trata de estar a un lado o de echarse a un lado, como dice la letra de la canción de Alejandro Sanz. Con demasiada frecuencia nos toca convivir con determinados hechos y circunstancias que parecen ser distintas, aunque en el fondo simulen ser lo mismo. Un ejemplo muy manido: a medida que la ciencia avanza, todo lo que creíamos conocer se relativiza y pasa a depender de la subjetividad del que opina. El que opina, se posiciona, e inmediatamente se granjea admiradores y detractores; y se echa a un lado.
Hace unos años, un cirujano japonés fue invitado a operar en un prestigioso hospital de París. Se trataba de un experto en intervenciones correctoras de varices esofágicas en pacientes cirróticos. Donde el Sol Naciente, las tasas de supervivencia y recuperación de este maestro oriental eran espectacularmente elevadas. Sin embargo, de la decena de pacientes franceses intervenidos por él no sobrevivió ninguno. “Es que los japoneses son diferentes” – alegaban por los pasillos del hospital sus colegas parisinos.
Observo la fotografía de un orfanato chino y me quedo perplejo al contemplar a medio centenar de infantes hacinados durmiendo la siesta plácidamente. La imagen encuadra sólo una parcela de lo que parece un gran dormitorio improvisado sobre colchonetas. Su paz contrasta con el bullicio vivido en algunas guarderías patrias a la hora de convencer a sus diminutos inquilinos para que echen una cabezadita. “Es que los chinitos son distintos” – se oye como excusa por ahí. ¿Se acuerdan de aquel reportaje sobre los hospicios de China que fue televisado en nuestro país y que tantas ampollas levantó? Se constata que las adopciones de niñas chinas se multiplicaron desde entonces en España.
Otro reportaje, al menos tan estremecedor como éste, acaba de emitirse por la BBC denunciando el tráfico de recién nacidos en Ucrania. Probablemente fueron secuestrados en las maternidades para abastecer el mercado internacional de células madre. Lo terrible de este caso es que no se trata de embriones, abortos o fetos con graves malformaciones incompatibles con la vida, sino de niños completamente sanos. Me acuerdo de Aldous Huxley:
“llorando todavía, los niños vestidos de caqui fueron cargados de nuevo en los carritos y retirados de la sala, dejando tras de sí un olor a leche agria y un agradable silencio”.
Un Mundo Feliz
En la investigación biomédica no es lo mismo cuál es el origen de las células madre. Existen unas procedentes de las primeras etapas del desarrollo embrionario. Los científicos que trabajan en esta línea prefieren los embriones de 7 semanas, porque células de estadíos más precoces (por ejemplo los blastocistos) con demasiada frecuencia producen tumores. Existen otras vías de investigación abiertas, como por ejemplo las que emplean células madre derivadas de tejidos humanos adultos o las extraídas del líquido amniótico mediante amniocentesis. Su manipulación presenta menos dilemas éticos. No es lo mismo.
Mientras muchas parejas luchan para conseguir la anhelada gestación, en el mundo abortan al año 35 de cada 1000 mujeres con edades comprendidas entre 15 y 44 años. De cada 100 gestaciones que se producen en este planeta nacen 63 niños vivos, 15 constituyen abortos espontáneos o partos en los que el bebé nace muerto y 22 terminan en interrupciones voluntarias del embarazo. Los datos españoles del 2005 son elocuentes: 91600 abortos inducidos (2525 de ellos en Galicia). El 88% se practicaron en el ámbito extrahospitalario privado. Existe también otra cara de la moneda, pues 70000 mujeres pierden la vida anualmente al abortar en condiciones inapropiadas. Al final, como siempre, la luz de la sabiduría se nos sigue ocultando y todo queda sumergido en la profunda penumbra de los dilemas éticos: ¿es mejor salvar a un embrión o curar a un enfermo de Parkinson? No es lo mismo. La vida no es sencilla, pues todos la complicamos al vivirla.
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