CERCIS SILIQUASTRUM de J.R. Crellin (C)
Esta misma semana, el editorial de una revista especializada en temas médicos señalaba con grandes letras que España alucina, delira, flipa, desvaría. Si tuviéramos que elegir un síntoma psiquiátrico por excelencia seguramente nos decantaríamos por las alucinaciones. Los que pierden la chaveta experimentan sensaciones exclusivas, visuales, auditivas, táctiles. Los cuerdos, se fastidian, no son capaces de sentir lo ficticio como verdadero. Sostiene el esquivo Aloysius que alucinar, en la mayoría de las ocasiones, sirve para desconectar de este valle de lágrimas, el mundo real, tan poco afectuoso. Hace años cantaba Toquinho: en los mapas del cielo, el sol siempre es amarillo…; en los mapas de los alucinados, el sol es multicolor, irisado, mutante, psicodélico.
Desafortunadamente, la ÑBA no fue capaz de darnos la alegría definitiva en el pasado Eurobasket. Palmamos en la final, de un punto… y en casa, para que duela más. Los jugadores no estuvieron a la altura del Mundial de Japón, con un Pau Gasol irregular, un Felipe Reyes baldado de tanto partirse la cara con muchachotes que le sacaban la cabeza, un Navarro lesionado, con su bomba desactivada, y un Jorge Garbajosa que jugó con los lóbulos de las orejas empeñados (quiero decir, multimillonariamente asegurados). Otra vez será. En lo que sí vamos sobrados como campeones continentales es en el consumo de drogas: cuadriplicamos la media europea en consumo de cocaína y casi alcanzamos el podium cuando nos ceñimos a la tripleta cannabis, anfetaminas y éxtasis. A nivel mundial, ya estamos a la altura de los EEUU. En primera línea. Estos sí que son los Cuatro Fantásticos, los Cuatro Jinetes del Apocalipsis. Nos preguntamos, ¿tal vez los españoles tengamos alguna particularidad genética que predisponga a nuestros cerebros a la hora de engancharse en las drogas? La respuesta se me antoja negativa. Entonces, ¿qué ocurre en realidad? El Ministerio de Sanidad de Bernat Soria acaba de poner en marcha una campaña informativa para disuadir a los jóvenes contra este pernicioso consumo. Su coste final representará unos 2.2 millones de euros. Aunque es dinero, seremos testigos privilegiados de esta desigual batalla entre un microscópico David contra un colosal Goliat. Y es que la otra cara de la moneda es truculenta: por ejemplo, durante el año 2005, se incautaron en España 48.5 toneladas de cocaína, con un valor aproximado en el mercado de 6000 millones de euros. Hablando de dinero y de billetes empleados como turutos para meterse farlopa, un estudio realizado en los laboratorios catalanes Sailab sirvió para estimar que el 95% de los billetes de 10, 20 y 50 euros analizados entre los circulantes por nuestro país estaba impregnado por cocaína, con una media de 25 microgramos por billete. España: una verdadera potencia inhalatoria.
Mientras todos seguimos alucinando en colores, los cercis siliquastrum plantados en la Rúa do Paseo se secan. ¡Pobres e indefensos árboles del amor, arbolitos de Judas, pequeños algarrobos locos…, alucinados!