Insiste el porfiado Aloysius: los progresos en salud pública salvan más vidas que los avances tecnológicos; por ejemplo, el saneamiento y la potabilización de las aguas. Su carencia supone más pérdidas humanas en este planeta que la falta de corazones ultrartificiales en las provisiones hospitalarias.
En los últimos tiempos, la generalización en el empleo de la vacuna contra el virus del papiloma humano (HPV) hace, y ha hecho correr, ríos de tinta en los medios informativos. Uno de ellos ha anunciado que, aprovechando la reunión del Consejo Interterritorial de Salud durante el próximo mes de octubre, nuestro Ministerio de Sanidad propondrá a todas las Comunidades Autónomas la inclusión de esta innovadora inmunización en sus respectivos calendarios vacunales. El flamante ministro Bernat Soria estima el coste de esta medida sanitaria en unos 40 millones de euros.
Castilla – La Mancha piensa hacerlo de manera general y gratuita, sin descuidar las medidas de cribado tradicional como las citologías del cuello uterino. Los responsables sanitarios de Andalucía y Cantabria se han manifestado en sentido similar, si bien se muestran más “prudentes”. En Asturias, sin embargo, se quejan del elevado precio de la vacuna comercializada (estiman en un millón de euros este coste) y piden cofinanciación estatal, lo mismo que aragoneses y canarios. Sensibles con las repercusiones sociales, los catalanes abogan por la inclusión generalizada, ya que si así no se hiciera, sólo se beneficiarían de esta medida preventiva las féminas de las clases más pudientes. Extremadura, Valencia y La Rioja se reservan (como en el póker) hasta la reunión del Interterritorial. Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, aboga por la aprobación de las vacunas de diferentes laboratorios, para fomentar la competencia (y supongo que también la rebaja de los precios). En Euskadi han valorado que, gracias a este método de inmunización específica, se salvarían allí unas 20 mujeres cada año (repercutiendo por cada vida, aproximadamente, unos 50000 euros a su erario público).
Castilla – La Mancha piensa hacerlo de manera general y gratuita, sin descuidar las medidas de cribado tradicional como las citologías del cuello uterino. Los responsables sanitarios de Andalucía y Cantabria se han manifestado en sentido similar, si bien se muestran más “prudentes”. En Asturias, sin embargo, se quejan del elevado precio de la vacuna comercializada (estiman en un millón de euros este coste) y piden cofinanciación estatal, lo mismo que aragoneses y canarios. Sensibles con las repercusiones sociales, los catalanes abogan por la inclusión generalizada, ya que si así no se hiciera, sólo se beneficiarían de esta medida preventiva las féminas de las clases más pudientes. Extremadura, Valencia y La Rioja se reservan (como en el póker) hasta la reunión del Interterritorial. Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, aboga por la aprobación de las vacunas de diferentes laboratorios, para fomentar la competencia (y supongo que también la rebaja de los precios). En Euskadi han valorado que, gracias a este método de inmunización específica, se salvarían allí unas 20 mujeres cada año (repercutiendo por cada vida, aproximadamente, unos 50000 euros a su erario público).
Pero también hay voces discordantes, como la del Dr. Juan Gervás, médico general que trabaja en la provincia de Madrid, excelente y controvertido comunicador en el seno de la propia Organización Médico Colegial (OMC). Según este colega, unas 600 españolas mueren cada año a consecuencia del cáncer de cuello uterino. Desafortunadamente, el 80% de ellas nunca se han hecho una citología, pues las mujeres que más se revisan en el ginecólogo son las que menos lo necesitan (sanas, jóvenes y cultas). Y todo ello dentro de una nación como España, uno de los países del mundo con menor mortalidad por este cáncer. Respecto a la relación del HPV con este tipo de patología neoplásica, el 99% de las infectadas podría eliminarlo espontáneamente, sin plantear problemas sanitarios adicionales. Gervás dixit. Por último, este compañero defiende que sería más eficiente emplear estos recursos económicos en la generalización de las citologías a todas las mujeres españolas, de manera programada, regular y eficaz, especialmente entre aquellas más desfavorecidas por la sociedad.
Señoras y señores, la polémica está servida. Se admiten apuestas.
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