"WORLD DIABETES DAY AND THE LONDON EYE" by oneof42
En la oreja izquierda me ha soplado el sempiterno Aloysius que la cadena MTV inauguraba en agosto de 1981 sus retransmisiones televisivas precisamente con un video – clip del grupo británico “The Buggles” de esta guisa titulado. Desde entonces, esta especie de películas en miniatura, con puesta en escena y argumentos muchas veces dignos de los mejores cineastas, ha eclipsado a las emisiones radiofónicas de los éxitos musicales.
Permítanme esta tan poco ortodoxa licencia comparativa en relación con la aparición y la desaparición de la insulina inhalada, medicamento que tantas expectativas había despertado en todo el mundo y que el laboratorio que la comercializaba ha decidido recientemente retirar del mercado farmacéutico. Las malas lenguas, lameronas permanentes de la manzana de la discordia, mantienen que este hecho se ha producido porque lo inicialmente recaudado gracias a sus ventas no alcanzaba ni para pipas: 12 millones de dólares anuales frente a los 2200 previstos.
Allá por el 2002, un prestigioso diario de tirada nacional anunciaba esperanzado la posibilidad de que los pacientes diabéticos insulinizados mejorasen su calidad de vida al tener que inyectarse a diario menos veces esta hormona, algo muy importante, pues las revisiones de la medicina basada en la evidencia revelaron que la insulina inhalada no parece ser más eficaz a la hora de controlar la glucemia de los diabéticos que la inyectada, de acción corta. Mayor comodidad con similar efectividad, aunque todavía quedaban al descubierto determinadas lagunas como por ejemplo los datos referentes a la seguridad pulmonar a largo plazo y su menor biodisponibilidad, que haría necesarias dosis mayores para la vía inhalatoria.
Los pacientes y los médicos están que bufan: no aceptan que primen los criterios económicos sobre la realidad asistencial. Pero en la vida, una vez más, todo es relativo: los críticos defienden que este tratamiento no estaba indicado en todos los diabéticos, poniendo como ejemplo que en los EEUU, tras los primeros dos años de comercialización de la insulina inhalada, tan sólo se beneficiaron de ello el 2% del total de los pacientes. En España, recordamos que la seguridad social dejaba fuera de la financiación de este tratamiento a los diabéticos tipo 2 (no dependientes de la insulina), que suponen el 90% de nuestros enfermos.
El otro día escuchaba el pesar de una madre porque su hijo de 10 años acaba de debutar con esta patología endocrina. El muchacho es un buen deportista y todavía está acomplejado porque tiene que pincharse insulina varias veces al día. Se siente extraño, avergonzado y diferente de sus compañeros. Es uno más de los 100000 niños y jóvenes nacionales que sufren esta enfermedad. Otro dato para la reflexión: el 1 de cada 3 niños diabéticos de entre 3 a 6 años es rechazado por las guarderías patrias debido a su enfermedad. Aquí, el vídeo de la lucidez no ha matado la ignorancia de la estrella de la radio, o como en una ocasión dijo Ungaretti: “mi pobre corazón, atemorizado de no saber”.
Permítanme esta tan poco ortodoxa licencia comparativa en relación con la aparición y la desaparición de la insulina inhalada, medicamento que tantas expectativas había despertado en todo el mundo y que el laboratorio que la comercializaba ha decidido recientemente retirar del mercado farmacéutico. Las malas lenguas, lameronas permanentes de la manzana de la discordia, mantienen que este hecho se ha producido porque lo inicialmente recaudado gracias a sus ventas no alcanzaba ni para pipas: 12 millones de dólares anuales frente a los 2200 previstos.
Allá por el 2002, un prestigioso diario de tirada nacional anunciaba esperanzado la posibilidad de que los pacientes diabéticos insulinizados mejorasen su calidad de vida al tener que inyectarse a diario menos veces esta hormona, algo muy importante, pues las revisiones de la medicina basada en la evidencia revelaron que la insulina inhalada no parece ser más eficaz a la hora de controlar la glucemia de los diabéticos que la inyectada, de acción corta. Mayor comodidad con similar efectividad, aunque todavía quedaban al descubierto determinadas lagunas como por ejemplo los datos referentes a la seguridad pulmonar a largo plazo y su menor biodisponibilidad, que haría necesarias dosis mayores para la vía inhalatoria.
Los pacientes y los médicos están que bufan: no aceptan que primen los criterios económicos sobre la realidad asistencial. Pero en la vida, una vez más, todo es relativo: los críticos defienden que este tratamiento no estaba indicado en todos los diabéticos, poniendo como ejemplo que en los EEUU, tras los primeros dos años de comercialización de la insulina inhalada, tan sólo se beneficiaron de ello el 2% del total de los pacientes. En España, recordamos que la seguridad social dejaba fuera de la financiación de este tratamiento a los diabéticos tipo 2 (no dependientes de la insulina), que suponen el 90% de nuestros enfermos.
El otro día escuchaba el pesar de una madre porque su hijo de 10 años acaba de debutar con esta patología endocrina. El muchacho es un buen deportista y todavía está acomplejado porque tiene que pincharse insulina varias veces al día. Se siente extraño, avergonzado y diferente de sus compañeros. Es uno más de los 100000 niños y jóvenes nacionales que sufren esta enfermedad. Otro dato para la reflexión: el 1 de cada 3 niños diabéticos de entre 3 a 6 años es rechazado por las guarderías patrias debido a su enfermedad. Aquí, el vídeo de la lucidez no ha matado la ignorancia de la estrella de la radio, o como en una ocasión dijo Ungaretti: “mi pobre corazón, atemorizado de no saber”.
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