PAUL GAUGUIN: Spirit of the dead watching, 1892
Los estudiosos de la historia de la medicina atribuyen al médico francés Fernel la pomposa denominación de lúes venérea para describir por primera vez la sífilis como una enfermedad de transmisión sexual diferente de la gonorrea. Todo ello en pleno siglo XVI, basándose únicamente en los datos clínicos, sin ni siquiera conocer los agentes causales de ambas entidades patológicas, que serían finalmente desenmascarados a partir del desarrollo ulterior de la microbiología durante el siglo XIX.
Probablemente no haya habido en la historia de la humanidad enfermedades más vergonzantes que las transmitidas por contagio sexual. Los franceses denominan a la sífilis como el mal español; los españoles, a su vez, la designan como el mal francés (morbo gallico). Durante el Renacimiento, Europa se convirtió en un escenario continental de sangrientas contiendas. Para aliviar las penurias de tanta escabechina, las tropas enemigas adoptaron la malsana costumbre de intercambiarse las prostitutas y concubinas el día previo a la batalla; tan numeroso era este contingente de hembras que en algunas ocasiones casi llegaba a superar el número de soldados. Sostiene murmurador Aloysius que fue durante el sitio de Nápoles en 1495, cuando los italianos y los españoles atrincherados tras sus murallas aceptaron yacer con las putas prestadas por las huestes del emperador francés Carlos VIII. Primero se infectaron los defensores, y de regreso, las alegres señoritas llevaron el Treponema pallidum a sus propios paisanos (algo así como un fuego amigo bacteriano).
Pero la porfía infecciosa no se detuvo ahí. Otros eruditos aparecerían culpando a la marinería de Cristóbal Colon de la transmisión a Europa de tan ignominiosa plaga contagiada por los nativos del Nuevo Mundo. Pues bien, el análisis filogenético de la bacteria causante de la sífilis y de la enfermedad tropical denominada polipapiloma o guiñada, recientemente ha demostrado que la infección americana es más antigua que la sífilis. El polipapiloma se transmite por vía cutánea, mientras la sífilis lo hace por transmisión sexual. Con toda probabilidad, una subespecie del treponema tropical mutó hacia una especie venérea facultando la reproducción del treponema pallidum en la fría y vieja Europa.
Carcomido por la sífilis moriría el pintor Paul Gauguin, habiendo contagiado previamente a decenas de muchachas polinésicas. Dicen que otros luéticos famosos fueron el propio Cristóbal Colon, Beethoven, la tripleta formada por Hitler, Lenin y Mussolini, Abraham Lincoln, Durero, Hernán Cortés, Enrique VIII, Nietzsche, Oscar Wilde, Toulouse – Lautrec y Henry Miller. A pesar de los avances en antibioterapia, esta enfermedad no está ni mucho menos controlada, pues según la OMS cada año debutan en el mundo 12 millones de nuevos sifilíticos. Se lleva la palma el Sureste asiático, con la tercera parte del total. Pero, como decía el propio Oscar Wilde, el hombre puede soportar las desgracias que son accidentales y llegan de fuera. Pero sufrir por propias culpas, ésa es la pesadilla de la vida.
Probablemente no haya habido en la historia de la humanidad enfermedades más vergonzantes que las transmitidas por contagio sexual. Los franceses denominan a la sífilis como el mal español; los españoles, a su vez, la designan como el mal francés (morbo gallico). Durante el Renacimiento, Europa se convirtió en un escenario continental de sangrientas contiendas. Para aliviar las penurias de tanta escabechina, las tropas enemigas adoptaron la malsana costumbre de intercambiarse las prostitutas y concubinas el día previo a la batalla; tan numeroso era este contingente de hembras que en algunas ocasiones casi llegaba a superar el número de soldados. Sostiene murmurador Aloysius que fue durante el sitio de Nápoles en 1495, cuando los italianos y los españoles atrincherados tras sus murallas aceptaron yacer con las putas prestadas por las huestes del emperador francés Carlos VIII. Primero se infectaron los defensores, y de regreso, las alegres señoritas llevaron el Treponema pallidum a sus propios paisanos (algo así como un fuego amigo bacteriano).
Pero la porfía infecciosa no se detuvo ahí. Otros eruditos aparecerían culpando a la marinería de Cristóbal Colon de la transmisión a Europa de tan ignominiosa plaga contagiada por los nativos del Nuevo Mundo. Pues bien, el análisis filogenético de la bacteria causante de la sífilis y de la enfermedad tropical denominada polipapiloma o guiñada, recientemente ha demostrado que la infección americana es más antigua que la sífilis. El polipapiloma se transmite por vía cutánea, mientras la sífilis lo hace por transmisión sexual. Con toda probabilidad, una subespecie del treponema tropical mutó hacia una especie venérea facultando la reproducción del treponema pallidum en la fría y vieja Europa.
Carcomido por la sífilis moriría el pintor Paul Gauguin, habiendo contagiado previamente a decenas de muchachas polinésicas. Dicen que otros luéticos famosos fueron el propio Cristóbal Colon, Beethoven, la tripleta formada por Hitler, Lenin y Mussolini, Abraham Lincoln, Durero, Hernán Cortés, Enrique VIII, Nietzsche, Oscar Wilde, Toulouse – Lautrec y Henry Miller. A pesar de los avances en antibioterapia, esta enfermedad no está ni mucho menos controlada, pues según la OMS cada año debutan en el mundo 12 millones de nuevos sifilíticos. Se lleva la palma el Sureste asiático, con la tercera parte del total. Pero, como decía el propio Oscar Wilde, el hombre puede soportar las desgracias que son accidentales y llegan de fuera. Pero sufrir por propias culpas, ésa es la pesadilla de la vida.
1 comentario:
Buena información. La penicilina intramuscular sigue siendo el mejor tratamiento. Te paso más información médica sobre el lues o sífilis en mi web de divulgación para pacientes.
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