Unos de los temas que más traen de cabeza a los políticos y a los gestores sanitarios es el gasto farmacéutico. A pesar de que a todos nos parecen insuficientes, los presupuestos dedicados por los gobiernos central y autonómico a la financiación sanitaria no paran de crecer. La atención a la enfermedad, entendida ésta como una pérdida de un derecho al bienestar, se ha convertido en una reivindicación personal y colectiva cada vez más pujante.
De esta pasta gansa, permítanme la licencia repostera, el trozo más grande del pastel se lo llevan los gastos de personal. Si no me creen, observen el ejemplo de nuestra querida Auriavella. ¿Qué empresa en Ourense encabeza este ranking particular, con varios miles de trabajadores en nómina? Indudablemente, la sanidad pública.
Poco queda para la prevención de la enfermedad. Después de pagarles cada mes a los profesionales que colaboran en el cuidado de nuestra salud, nos queda apencar con el gasto farmacéutico. El montante de lo que todos tenemos que pagar en medicinas y demás accesorios sanitarios, desde los sufridos pañales de incontinencia hasta la más humilde de las jeringuillas y agujas, con las que nos extraen la sangre necesaria para analizar nuestros colesteroles buenos y malos, resulta a todas luces estratosférico.
En demasiadas ocasiones, realmente no nos damos cuenta de esta sangría de ingentes cuartos. Los medios de comunicación nos alertan del gasto en medicamentos, nos informan de lo buenos, bonitos y baratos que son los genéricos y hasta las administraciones públicas nos han hecho llegar a nuestros domicilios las más conocidas como “facturas sombra”, unas notas que no hay que pagar, pero que nos notifican cuánto nos ha costado a todos los contribuyentes la reciente histerectomía de la parienta, de nuestra santa, como diría el inefable y añorado Paco Umbral.
Pero existe oculta una gran masa de hielo subacuática de este colosal iceberg denominado dispendio sanitario. Me estoy refiriendo al gasto de la farmacia hospitalaria. Acabo de leer unos datos publicados por Juan Simó, un estudioso de tan controvertida materia, y es para acojonarse. Tomando en consideración cifras difundidas a finales del 2007 por el propio Ministerio de Sanidad, referentes al gasto en farmacia hospitalaria por las diferentes Comunidades Autónomas entre 1999 y 2005, resulta que esta partida creció en España durante dicho período algo más de un 93% por persona protegida, lo que supone un 37% sobre el total del gasto sanitario público. En otras palabras, el gasto farmacéutico hospitalario creció el doble que el mismo desembolso por cada persona a través de las oficinas de farmacia. Al final, y sin que sirva de precedente, me veo obligado a darle la razón a mi muy metafísico Aloysius, que continúa recomendándoles a sus prosélitos aquella carallada de más Platón y menos Prozac...
16 mayo 2008
GASTO FARMACÉUTICO
IMAGEN: "Amphetamine Com Tab 7.5MG" de jisanna (Flickr)
¡Más Chavasqueira!
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