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25 julio 2008

TARDES DE CINE



Estos días, ando un poco taciturno y preocupado; ¿cuánto tiempo de vida le queda a las salas cinematográficas en Ourense? Y es que, desde mi más tierna infancia, recuerdo cómo se han ido cerrando una tras otro los cines de Auriavella.


El Principal, con aquellas inolvidables sesiones de tarde en el gallinero, repletas de peplum de Hércules y Maciste, de películas de Tarzán, de Fu Manchú y de Cantinflas, de los sonoros sopapos que generosamente propinaban a los malos Terence Hill y Bud Spencer, de combates de kung fu y de westerns de serie B, inefables pelis de vaqueros en las que hasta los comanches lucían tupé y patillas.

El cine Mary, en el que vi por primera vez “Cria Cuervos” y me enamoré de la mirada triste de Ana Torrent.

El Avenida, que además de cine servía como salón de congresos. Ahí me entregaron un diploma por las buenas notas que saqué en 6º de EGB. Y por supuesto, el Coliseo Xesteira y el Teatro Losada, hoy en día reconvertidos en otro tipo de establecimientos comerciales más rentables. En el Xesteira vi "Grease" con mi primera novia. En el Losada, por los mismos lugares donde antes pasearon los expectros de Humphrey Bogart y de Ava Gardner, hoy revolotean hermosas jovencitas, rebuscando como colibríes entre las rebajas de Zara.

Tampoco me olvido de los minicines, el Duplex, el Novocine, el Pequeno Cine..., nuevos modelos de explotación de las salas comerciales que hicieron furor en su tiempo, y de los cuales en la actualidad no ha sobrevivido ni uno. Otros tiempos y otras maneras de ocupar los ratos de ocio. Otros modos de diversión. Otros tiempos de vivir y de amar.


Dicen que el cine es caro. Tal vez. Todo depende con lo que se compare. Por término medio, obviando el día del expectador, una entrada cuesta lo mismo que un cubata en uno de los locales nocturnos de moda. Por supuesto, dejamos aparte el coste añadido que suponen las palomitas y los refrescos con la pajita incorporada. Siento peligrar el futuro de una sala de cine cuando descubro que el muchacho que me recoge la entrada se parece sospechosamente al mismo que barre la sala al finalizar la sesión.

Tampoco están con sus linternas los denostados acomodadores de antaño (¡acomodador, acomódame este huevo!). Como en muchas gasolineras, han sido sustituídos por el tan socorrido autoservicio.

La otra tarde me fui al cine con Valentina. Me llamó la atención la presencia de patrocinadores, y aunque sea políticamente incorrecto, los voy a nombrar: carteles de Caixa Galicia, Coca – Cola y Motos Ucha, un corto en pantalla de Adolfo Domínguez con el 7º Arte (el diseñador ourensano estudió cine en París, en pleno apogeo de The Beatles, y la actriz Adriana Domínguez es hija suya) y otro copatrocinado por la Dirección General de Tráfico, recomendando el consumo de cerveza sin alcohol.

Mientras aguardaba en la sala de entrada, hojeando despistadamente un folleto sobre inminentes avances cinematográficos, reparé en un ejemplar gratuito situado en el mismo anaquel que la revista. Se titulaba “Drogas: realidades, mitos, efectos, tipos, riesgo, abuso, consumo y dependencia”. Lo publica el Ministerio de Sanidad y Consumo, y forma parte de las actividades del Plan Nacional sobre Drogas. Está muy bien realizado y maquetado, y desde aquí aplaudo fehacientemente dicha iniciativa. Contra las drogas, información y prevención.

Pero, viendo el escaso número de expectadores en la sala, apenas una decena, y las características de los mismos, padres con niños menores de 10 años, me entraron dudas sobre la efectividad de la medida. Mejor sería si al libro le acompañaran un refresco y unas palomitas. Y una entrada de cine..., baratita.

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