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06 enero 2009

LA FELICIDAD


Imagen: "Composición de la felicidad" de Diego R., en Flickr TM

Al traspuesto Aloysius le atraen más las tabernas que los cementerios. Prefiere el tronar de las orquestas que el silencio de las piedras y de las flores, de los huesos y de los recuerdos, la inmortalidad que tintinea en los vasos de vino o en las tazas de café que las letras doradas sobre una lápida de mármol. Cada cual tiene sus gustos. Él se decanta por la felicidad, un estado novedoso al que el ser humano parece aspirar debido a la longevidad. De esta misma manera opina Eduard Punset en “El viaje a la felicidad”, un breve pero intenso tratado sobre esa compleja idea y palabra. Hasta hace un siglo, los hombres y las mujeres apenas disfrutaban de cuatro décadas de vida media. Les daba tiempo para poco; en el mejor de los casos, para reproducirse y prepararse para dormir el sueño eterno. La felicidad quedaba para después. Rimaba con deidad y eternidad. La Tierra no era un planeta para viejos. En cierta manera, tampoco lo es actualmente para muchos paisanos de África, América o Asia.

Pero, realmente, ¿qué es la felicidad? ¿Placer, bienestar, salud, armonía? Punset, mente preclara, sostiene que lo verdaderamente importante y necesario para que la felicidad exista radica en la ausencia del miedo. Por nuestra herencia animal, en el buen sentido de la palabra, toleramos mejor el dolor que el miedo. Una vez cubiertas las necesidades más físicas y orgánicas, como por ejemplo superar la infancia, crecer sanos y transmitir nuestro material genético a la descendencia, gracias al avance de la ciencia y de la técnica disponemos más o menos en la actualidad de la mitad de nuestra existencia para buscar la felicidad.

Los investigadores de la prestigiosa Clínica Mayo sitúan en la década que va de los 60 a los 70 esos años dorados de nuestra felicidad. Por supuesto, las mujeres son más felices que los hombres (¡clarísimo!), los casados más que los solteros, viudos y divorciados (¡quién lo diría!), los sanos más que los enfermos (obviamente), así como los que tienen estudios superiores. Todos estos datos no son casualidades, sino que más bien parecen estar relacionados con los menores niveles en los cuerpos felices de cortisol, la hormona del estrés, de proteína C reactiva y de la interleuquina 6, marcadores inflamatorios implicados en la hipertensión arterial y en el deterioro cardiovascular, por ejemplo.

El pasado fin de semana les recomendaba que tratasen de ser felices durante este año 2009 recién estrenado. Hoy les exhorto para que además sean contagiosos. Tener amigos animosos y alegres incrementa un 90% las posibilidades futuras de felicidad. Así está publicado en el “British Medical Journal”. Aloysius y yo nos los creemos. A pies juntillas.

2 comentarios:

ourensan@ dijo...

Me gusta el blog. Además de los contenidos, lo que más me gusta, la elección de fotografías, y la idea de cambiar el color de la letra en cada post. Lo que menos, el tamaño de la letra. Un saludo ourens@n.

aloysius dijo...

Gracias por tan amable comentario. La letra grande es para que se pueda leer mejor, sobre todo por los que ya tenemos cierto grado de presbicia.

Saludos