La luz de la mañana se colaba entre la torre y el campanario, dibujando sobre el suelo un triángulo equilátero perfecto. Cuando la muchacha alcanzaba su vértice superior, de reojo él se quedaba observándola apenas un instante. Cabello rubio, dos trenzas, uniforme almidonado y una rebeca de color marrón, exactamente de la misma tonalidad que los calcetines que cubrían sus pantorrillas sonrosadas.
Luego, como cada día, ambos se cruzaban en aquella calle que sus antepasados habían empedrado hacía más de doscientos años. Caminos opuestos, cada uno hacia su destino. Entonces él, como un lobezno, olfateaba el desorden provocado en el aire por la muchacha que acaba de pasar. Aspiraba todo lo que podía, cerraba los ojos y se imaginaba un buzón de correos, en un portal cualquiera, con una modesta chapita de metal que pusiera los nombres de ambos. Y aceleraba el paso, sonriendo. Pronto sonaría la campana.
17 mayo 2009
DOS NOMBRES
"Carteles y Buzones". Leipzig, Alemania
Imagen de Isis Desvelada, Flickr TM
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