Acabo
de ponerme un supositorio, y no precisamente por la vía más ortodoxa. En
realidad quiero decir que he estado visitando “El supositorio”, el excelente blog
del Dr. Vicente Baos, médico de familia, que sigue batiendo records en Internet. Me satisface ver
que opinamos de manera muy parecida en las cuestiones sobre las que hoy
pretendo reflexionar.
Finalizando
el verano, con el otoño en puertas y las temperaturas en descenso progresivo,
pronto comenzará el ataque anual de los virus respiratorios, entidades
infecciosas microscópicas (Wikipedia dixit)
que necesitan desarrollarse dentro de las células de nuestro sistema
respiratorio y que causan varias enfermedades en el mismo.
A
pesar de nuestra primera barrera defensiva formada por los cilios (similares a
diminutos pelos), el moco de la nariz y la saliva de la garganta, algunos
conseguirán infectarnos y provocar la reacción de las defensas linfáticas
locales, y desde ahí, alcanzar otras zonas de nuestro organismo.
Dentro
de un ejército muy heterogéneo podemos encontrarnos al virus de la gripe o
influenza, al virus sincitial respiratorio (que afecta especialmente a los
menores de 6 años) y a una amplia familia causante de resfriados y catarros
comunes como los virus Coxsakie, Echovirus, Coronavirus o Adenovirus, capaces
de provocar faringitis y bronquitis, por su capacidad de persistir infectando
las amígdalas y las adenoides.
Las
campañas de vacunación antigripal han demostrado un claro beneficio para
determinados grupos de la población, como por ejemplo las personas mayores de
65 años y los enfermos con afecciones crónicas del aparato respiratorio y
cardiovascular. Por ello no resulta extraño que algunos pacientes acudan estos
días a la consulta para preguntar sobre la próxima campaña de vacunación
antigripal. Pero también recordamos los ríos de tinta y las montañas de
información que se generaron hace apenas dos años con la pandemia de gripe A,
su vacuna y la controversia generada por el Oseltamivir y las millonarias
ganancias que generó para las empresas que lo sintetizaron y comercializaron.
Sostiene
Aloysius que tratar las infecciones virales respiratorias con antibióticos no
supone ninguna ventaja. Más bien al contrario, el uso indiscriminado de estos fármacos
provoca que cada año aparezcan más resistencias frente a los mismos,
circunstancia que puede acarrear serios peligros para la salud. Y no quiero decir nada más sobre la automedicación…
Termino
comentando las conclusiones de un estudio realizado en Noruega dentro del ámbito
de la atención primaria respecto al tratamiento de las infecciones respiratorias
virales. Resulta que cuánto mayor sea la sobrecarga asistencial en la consulta
cotidiana, más antibióticos se recetan por el médico a estos pacientes. Otro
ejemplo que demuestra que la masificación de las consultas puede repercutir
negativamente en la calidad asistencial, aumentando de paso el gasto farmacéutico.