Un avispado empresario telemático, tratando de arrimar el ascua a su sardina, proponía eliminar las reuniones de empresa: menos viajes, menos taxis, menos hoteles... mejor gestión del tiempo de trabajo y consecuentemente más productividad.
Nada que objetar siempre que esos beneficios económicos sirvan para la necesaria reinversión en investigación, desarrollo e innovación pero también para la conservación de los puestos de trabajo. En el tiempo que nos ha tocado vivir, con los vertiginosos avances en la comunicación, resultaría temerario desaprovechar las ventajas que suponen el correo electrónico o la videoconferencia, por poner unos ejemplos demasiado simples.
Hasta el momento, la industria farmacéutica se ha caracterizado por fuertes inversiones en la constitución de este tipo de eventos, bien sea en reuniones internas de sus estructuras empresariales, con frecuentes puestas en común y planes de mejora periódicos, bien sea organizando reuniones científicas, symposiums y congresos profesionales destinados a la difusión de los avances en el diagnóstico y en el tratamiento de las enfermedades.
Los críticos argumentan que a nivel privado sólo se invierte y se investiga en aquello que pueda aportar beneficios... Las empresas farmacéuticas cuentan con propietarios y juntas de accionistas que exigen balances positivos. Es cierto que algunas demuestran una mayor sensibilidad cuando colaboran con proyectos sociales y solidarios, como tantas de diferentes sectores económicos.
Comenzábamos diciendo que toda moneda tiene una cara y una cruz; todo billete un anverso y un reverso. La cotizada reforma del trabajo basado en las nuevas tecnologías de la comunicación supondrá ahorro de dinero y tiempo, pero también la pérdida de infinidad de puestos de trabajo auxiliares. En el caso concreto de la industria farmacéutica no solamente me estoy refiriendo a los informadores técnicos sanitarios, tradicionalmente conocidos como visitadores médicos, sino también a las agencias de viajes y congresos, empresas de transporte, hostelería, imprenta, mensajería, publicidad, mercadotecnia... que serán marginadas y deberán buscar negocio en otros ámbitos si no quieren verse abocadas a cerrar sus puertas. Sin buscar burdas comparaciones, la historia nos recuerda cómo la revolución industrial, con la irrupción de las máquinas en las fábricas, provocó una sangría en la mano de obra no especializada...
Sostiene Aloysius que los recortes en el gasto deben tratar de no provocar daños colaterales en la pérdida de empleo. Este escrito no es un alegato. Sólo una opinión que invita a la reflexión y al debate.
Cuando se reclama el adelgazamiento de las administraciones públicas ¿se piensa en la recolocación de todos aquellos funcionarios que se irán a la calle?. Los millones de euros ahorrados en la factura farmacéutica, ¿compensan los gastos que suponen a las mismas arcas públicas todos aquellos trabajadores que pasan a engordar las listas del paro, y que han de cobrar indemnizaciones y subsidios por desempleo?
En la sanidad y la salud pública ya nadie duda que los recursos económicos son limitados y que las demandas de los usuarios cada vez son mayores, por factores tan heterogéneos que por ejemplo van desde el envejecimiento poblacional hasta la mala educación sanitaria.
Para mantener el llamado estado de bienestar es necesario hilar muy fino en la gestión. En España disfrutamos hasta el momento de un sistema sanitario público, cuya financiación está garantizada a través de los presupuestos generales estatales.
Para la sostenibilidad de nuestro sistema los gurús nos han proporcionado (y aplicado) diferentes recetas: aumento del tiempo de trabajo, recortes en los salarios de los trabajadores, carteras de servicios racionalizadas, colaboración del usuario o copago, aumento de impuestos (directos e indirectos)... Para que la pescadilla deje de morderse la cola, pudiera resultar interesante el incremento de los impuestos, que paguen más los que más tienen y que se combata con tenacidad contra el fraude fiscal... Pero sobre todo, que paguen impuestos más ciudadanos, algo que sólo puede conseguirse creando empleo, disminuyendo unas tasas de paro que desde hace tiempo resultan asfixiantes e intolerables...
Como decía Winston Churchill, quizás no estemos ante el final, ni siquiera ante el inicio del final; pero quizás sí pudiéramos estar ante el final del inicio...