Hace
aproximadamente un siglo, la epidemia de consumo de opio en China puso en
marcha las primeras medidas internacionales en la lucha contra las drogas.
Dicen los expertos que si el ritmo de consumo de opiáceos se hubiera mantenido
en el mismo nivel que entonces, en lugar de los 17 millones de consumidores
actuales estaríamos hablando de un problema de mayor magnitud, que afectaría a
unos 90 millones de prójimos aproximadamente.
Otro
dato que resulta muy llamativo es el marcado descenso en la producción mundial
de opio, de forma lícita e ilícita, y todo ello a pesar del incremento permanente
en el ilegal de la adormidera afgana durante los últimos 30 años, cuyos
beneficios con toda seguridad van a parar a las manos de los señores de la
guerra.
Aunque
no existen datos fiables sobre el consumo de cannabis hace un siglo, el consumo
de las drogas derivadas de esta planta parece ser mayor en la actualidad.
La
producción de cocaína, anfetaminas y éxtasis a nivel mundial se ha estabilizado
desde 2004. En Europa, por ejemplo, el consumo de cocaína se ha ido
incrementando mientras el de las anfetaminas se ha mantenido más o menos
estable.
Como
en tantas otras facetas de la vida, en el diversificado negocio mundial de las
drogas existen perdedores y ganadores. Las víctimas están claramente
identificados; se trata de los consumidores y los adictos, enfermos que
deterioran su salud a la par que engordan las arcas de los traficantes del
mercado negro. Las ganancias para los intermediarios son enormes, pues resulta muy
fácil que éstas se multipliquen por 100 a lo largo de la fatídica cadena iniciada
en los productores y finalizada en los camellos que andan al menudeo.
Atendiendo
a las recomendaciones de los expertos, la fiscalización de las drogas
funcionará mejor siempre que exista la concurrencia de 4 elementos: la
aplicación de las leyes, la prevención del consumo, el tratamiento de los
afectados y la atenuación de las consecuencias perjudiciales del consumo,
elemento también conocido como reducción del daño.
Tampoco
debemos olvidar que en la producción, el tráfico y el consumo de drogas ilícitas
deben considerarse factores políticos, sociales, económicos y culturales, que
en muchas ocasiones coinciden también con los implicados en el caso de las
llamadas drogas legales, como el alcohol y el tabaco.
Por último, es
interesante recordar que no existen sustancias buenas o malas, sino abusos y usos
indebidos de las mismas. ¿Qué hubiera sido de nuestra la humanidad sin la bendita
analgesia proporcionada por la morfina y sus derivados?.
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