Una noticia difundida recientemente
por la influyente BBC alertaba sobre una cepa de Neisseria gonorrhoeae resistente a los antibióticos que se han
venido empleando para su tratamiento. Esta bacteria, más popularmente conocida
como gonococo, es la causante de la gonorrea, una de las enfermedades de
transmisión sexual (ETS) más frecuentes. En los varones suele provocar
uretritis, pero en las mujeres puede producir serias complicaciones como la
enfermedad inflamatoria pélvica (EIP) y transmitirse desde una embarazada infectada
a su descendencia.
Los expertos estiman que los
antepasados de las actuales bacterias comenzaron a poblar nuestro planeta hace
unos 3000 millones de años, tiempo más que suficiente para evolucionar y
desarrollar mecanismos de defensa garantes de su supervivencia. Veamos un
ejemplo.
En el
2007, un grupo de científicos de la Universidad de Copenhague dirigido por el biólogo
evolucionista Eske Willerslev, descubrió una actinobacteria que se mantuvo
aletargada bajo el hielo nada más y nada menos que medio millón de años, gracias
a un mecanismo biológico capaz de reparar y conservar su ADN durante todo ese tiempo.
Estas bacterias son muy
importantes en la descomposición de la materia orgánica, renuevan los nutrientes
de la tierra y resultan esenciales en la formación del humus. Por si fuera poco,
también son capaces de fabricar potentes antibióticos naturales, como la
estreptomicina, o la actinomicina, un fármaco con propiedades anticancerígenas
cuyos derivados llegaron a emplearse en el pasado como antitumorales.
Ya hemos alertado sobre los
problemas provocados por la automedicación y el uso (o abuso) indiscriminado de
antibióticos, razón primordial en la aparición de resistencias bacterianas. Las
llamadas superbacterias que ocasionan infecciones hospitalarias representan un
problema sanitario de primera magnitud. Sostiene Aloysius que nos encontramos
ante enemigos pequeños pero matones.
Pero, afortunadamente, la paleontología
acude en nuestro auxilio. En 2010,
la Sociedad de Enfermedades Infecciosas de los EEUU lanzó una iniciativa para
conseguir 10 antibióticos que pudieran frenar a los patógenos multirresistentes
antes de la frontera del 2020. Algunas de estas prometedoras sustancias ya se
han encontrado en las lampreas.
El profesor Ben Cocks, de la
Universidad La Trobe (Bundoora - Australia), se ha centrado en aquellos mamíferos
dotados con los mejores sistemas inmunitarios de forma innata. Uno de ellos es el
wallaby, un marsupial australiano más pequeño que el canguro.
Encontró bacterias similares a los gérmenes hospitalarios resistentes en la bolsa del wallaby, un ambiente séptico donde las crías sobreviven gracias a su inmunidad natural. Rastreando el genoma de estos animales, Cocks y su equipo descubrieron unos péptidos heredados de sus antepasados con una potencia antibiótica de 10 a 30 veces superior a la de los más modernos fármacos, capaces de eliminar a 6 de las 7 bacterias resistentes.
Estos fragmentos de material genético,
con una antigüedad de 59 millones de años, podrían resultar todavía mucho más
eficaces, pues las bacterias contemporáneas nunca habrían sido expuestas a su capacidad
antibiótica.
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