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18 octubre 2012

NARICES ELECTRÓNICAS




El inquietante Aloysius se ha apuntado a un curso de galletas artísticas. La otra tarde tuvo la deferencia de invitarme, junto a un grupo de amigas y amigos, a degustar sus creaciones. Observé que antes de probar bocado, una muchacha se lo acercaba a su nariz, olisqueándolo con exquisita delicadeza. Nuestro desconcertado anfitrión me miró encogiéndose de hombros. Para su tranquilidad, le expliqué la íntima relación existente en el olfato y el gusto, mientras le hincaba el diente a una galleta encarnada con forma de beso.

Los médicos clásicos apreciaban el valor diagnóstico del olfato. Sus tratados confirman el olor a manzanas en la orina de los diabéticos con cetoacidosis, el fetor característico de los enfermos con enfermedades hepáticas crónicas o la pestilencia de las infecciones causadas por bacterias anaerobias.

En la actualidad, modernos avances técnológicos han permitido desarrollar las llamadas narices electrónicas, dispositivos electrónicos capaces de captar los compuestos orgánicos volátiles (COV) presentes en la fase gaseosa de la respiración. Como en otras ocasiones, las primeras narices electrónicas tuvieron un uso militar, encargándose de detectar posibles armas químicas en el aire ambiental.

Desde la década de los 90, la detección de estos compuestos volátiles pasó a ser más fiable y reproductible. La industria cosmética fue la primera en beneficiarse de sus ventajas, pero también la alimentaria, especialmente en el caso de la elaboración de quesos y vinos. Los expertos se lanzaron a la caza y captura de los bouquets más selectos para mejorar sus productos.

Por supuesto, los investigadores también desarrollaron aplicaciones útiles en medicina, como por ejemplo para la valoración de los COV en el aire expirado, productos del funcionamiento de alveolar que podrían servir como marcadores de determinados procesos patológicos pulmonares.

La nanotecnología ha permitido fabricar dispositivos cada vez más manejables y efectivos, que han sido utilizados en los primeros estudios sobre asma, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y cáncer de pulmón. Pero todavía queda mucho camino por delante. Sería crucial descubrir qué patrón de “olor” es el característico de cada enfermedad pulmonar, comenzando por la patología infecciosa e inflamatoria, que se nos antoja lo más sencillo.
Los avances matemáticos, químicos e informáticos serán las otras herramientas necesarias para discriminar y diferenciar las diferentes enfermedades del aparato respiratorio.

Mientras percibo de nuevo el aroma de las galletas dorándose en el horno de la cocina, alguien ha encendido la radio; se escucha la desgarrada voz de Kurt Cobain cantando “Smell Like Teen Spirit” ¿Qué olor tiene la vida?

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