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21 diciembre 2013

CAMINA O REVIENTA


En 1987, Vicente Aranda dirigió una película sobre las andanzas y desventuras de Eleuterio Sánchez Rodríguez, “El Lute”, iniciadas en 1960 con una condena de 6 años de cárcel por robar unas gallinas para matar el hambre. El cineasta barcelonés eligió como título para su obra el mismo que el propio El Lute había seleccionado para su autobiografía. Muchos afirman que, en su ansia de la libertad, al protagonista sólo le quedaban dos opciones: continuar su camino o sucumbir en el intento.

En otra índole de cosas, el último número de “The Lancet” de 2013 nos aporta un artículo muy interesante, dirigido desde Leicester (Gran Bretaña) por el Dr. Thomas Yates y su equipo de investigadores especializados en diabetes, actividad física y estilo de vida. Ellos partieron de una premisa: prácticamente, a día de hoy, todavía no quedaba claro cuáles eran los supuestos beneficios ocasionados por determinados cambios en la actividad física habitual respecto al pronóstico de los pacientes de elevado riesgo cardiovascular. 

Para ello, diseñaron un protocolo de actuación (estudio NAVIGATOR) en el que evaluaron objetivamente la actividad física ambulatoria en pacientes de elevado riesgo cardiovascular e intolerancia a la glucosa. Así, entre enero de 2002 y enero de 2004, incluyeron 9306 personas de 40 países que presentaban intolerancia a la glucosa.

Además, estos individuos padecían una enfermedad cardiovascular, siempre que superasen los 50 años de edad, o bien contaban con factor de riesgo cardiovascular adicional, si eran mayores de 55 años. El seguimiento duró un promedio de 6 años, y fueron anotados todos los eventos cardiovasculares detectados en esta serie, es decir, la mortalidad cardiovascular, los ictus no mortales o los infartos de miocardio.

La actividad física ambulatoria fue evaluada al principio del estudio y a los 12 meses del mismo, utilizando un sencillo podómetro. Se realizaron la pruebas estadísticas oportunas (modelos de riesgo proporcional de Cox ajustado) y se extrajeron los resultados.

Resulta que ocurrieron 531 eventos cardiovasculares durante un seguimiento de 45211 personas-año. Los investigadores encontraron que caminar diariamente unos 2000 pasos (adicionales sobre la actividad física basal) durante al menos 1 año fue suficiente para reducir un 8% el riesgo de sufrir un evento cardiovascular.


La salud de las personas con elevado riesgo cardiovascular e intolerantes a la glucosa puede beneficiarse simplemente incrementando su actividad física habitual. 

Para la población en general, y específicamente para este grupo de personas, la disyuntiva existencial que en su día se planteó El Lute está clara: deben caminar para no reventar, aunque sólo sean 2000 pasos más. Cada uno de nosotros, habitualmente, empleamos entre 1100 y 1650 pasos para recorrer un kilómetro, quemando de paso alrededor de 65 calorías por kilómetro andado. En principio, no parece un esfuerzo tan fatigoso como para renunciar a un beneficio tan elevado.

19 diciembre 2013

HABLANDO DE CÁNCER



El Doctor Mariano Barbacid es un afamado bioquímico y oncólogo español. En 1982, en la prestigiosa revista “Nature”, publicó un descubrimiento excepcional: había sido capaz de aislar por primera vez un gen humano mutado causante de un cáncer, el oncogén H-ras, en un carcinoma de vejiga urinaria. Una llamativa señal morada surca el rostro de este investigador, hasta 2011 director del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), dándole una apariencia particular; desde siempre me ha recordado a la lechuza sagrada de Atenea, la diosa griega de la sabiduría. 

Hace apenas unos días, unas declaraciones suyas han levantado una tremenda polvareda. Para este especialista, el cáncer es una enfermedad que siempre acompañará a los seres humanos. Al tratarse de una acumulación de errores en nuestras divisiones celulares, será cada vez más frecuente. En apariencia, su mensaje parece desesperanzador. Pone en duda todas aquellas afirmaciones que vaticinaban algún día la derrota definitiva del cáncer. Para el Doctor Barbacid, las dos armas fundamentales en la lucha contra esta enfermedad son la prevención, que evitaría los daños celulares crónicos, y la detección precoz, pues cuánto antes se detecte el problema mayores son las probabilidades de éxito terapéutico.

Desde los tiempos de Platón, entendemos las palabras como organismos vivos, canales por los que se transmite el conocimiento. Filosofía y lingüística, entre otras disciplinas, han tratado de enseñarnos el valor de las palabras y de las ideas. Por ello, el Grupo Español de Pacientes con Cáncer (GEPAC) termina de elaborar un decálogo para el buen trato informativo de esta patología. Solicitan a los medios de comunicación que prescindan de expresiones tales como “lucha contra el cáncer” y de adjetivos como “heroico”, “bélico” o “agresivo”, transmisores del desasosiego a aquellos pacientes y familiares que no hubieran superado la enfermedad. ¿Por qué nos hemos acostumbrado a decir que esto o aquello constituyen el “cáncer de la sociedad”?


Intencionadamente, en estas líneas hemos desatendido alguna de estas peticiones, para llamar la atención sobre el tema. Entender una enfermedad como una lucha, indefectiblemente lleva consigo la existencia de vencedores y vencidos, pues el lance permanente que mantenemos los seres vivos con la mayoría de nuestras patologías todavía finaliza de la misma manera, una partida que jamás termina en tablas… por el momento. 

La GEPAC nos recomienda el empleo de “tener cáncer” mejor que “padecer un cáncer”, de connotaciones claramente más negativas. Mejor decir “un paciente con cáncer” que alguien que lucha contra “una larga y penosa enfermedad”, expresión más estigmatizante. Mejor “convivir con el cáncer”, que es al fin y al cabo lo que hacemos con tantas otras patologías. La sociedad está cambiando y los pacientes no necesitan paternalismos, sino información y comprensión. No somos máquinas perfectas.