En 1987, Vicente Aranda dirigió
una película sobre las andanzas y desventuras de Eleuterio Sánchez Rodríguez, “El
Lute”, iniciadas en 1960 con una condena de 6 años de cárcel por robar unas
gallinas para matar el hambre. El cineasta barcelonés eligió como título para
su obra el mismo que el propio El Lute había seleccionado para su autobiografía.
Muchos afirman que, en su ansia de la libertad, al protagonista sólo le
quedaban dos opciones: continuar su camino o sucumbir en el intento.
En otra índole de cosas, el último
número de “The Lancet” de 2013 nos aporta
un artículo muy interesante, dirigido desde Leicester (Gran Bretaña) por el Dr.
Thomas Yates y su equipo de investigadores especializados en diabetes,
actividad física y estilo de vida. Ellos partieron de una premisa: prácticamente,
a día de hoy, todavía no quedaba claro cuáles eran los supuestos beneficios ocasionados
por determinados cambios en la actividad física habitual respecto al pronóstico
de los pacientes de elevado riesgo cardiovascular.
Para ello, diseñaron un
protocolo de actuación (estudio NAVIGATOR) en el que evaluaron objetivamente la
actividad física ambulatoria en pacientes de elevado riesgo cardiovascular e
intolerancia a la glucosa. Así, entre enero de 2002 y enero de 2004, incluyeron
9306 personas de 40 países que presentaban intolerancia a la glucosa.
Además, estos individuos padecían
una enfermedad cardiovascular, siempre que superasen los 50 años de edad, o
bien contaban con factor de riesgo cardiovascular adicional, si eran mayores de
55 años. El seguimiento duró un promedio de 6 años, y fueron anotados todos los
eventos cardiovasculares detectados en esta serie, es decir, la mortalidad
cardiovascular, los ictus no mortales o los infartos de miocardio.
La actividad física ambulatoria
fue evaluada al principio del estudio y a los 12 meses del mismo, utilizando un
sencillo podómetro. Se realizaron la pruebas estadísticas oportunas (modelos de
riesgo proporcional de Cox ajustado) y se extrajeron los resultados.
Resulta que ocurrieron 531
eventos cardiovasculares durante un seguimiento de 45211 personas-año. Los
investigadores encontraron que caminar diariamente unos 2000 pasos (adicionales
sobre la actividad física basal) durante al menos 1 año fue suficiente para
reducir un 8% el riesgo de sufrir un evento cardiovascular.
La salud de las personas con
elevado riesgo cardiovascular e intolerantes a la glucosa puede beneficiarse
simplemente incrementando su actividad física habitual.
Para la población en
general, y específicamente para este grupo de personas, la disyuntiva existencial
que en su día se planteó El Lute está clara: deben caminar para no reventar,
aunque sólo sean 2000 pasos más. Cada uno de nosotros, habitualmente, empleamos
entre 1100 y 1650 pasos para recorrer un kilómetro, quemando de paso alrededor
de 65 calorías por kilómetro andado. En principio, no parece un esfuerzo tan fatigoso como
para renunciar a un beneficio tan elevado.
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