A nivel mundial, 1 billón de prójimos
consumen habitualmente cigarrillos. En Europa occidental, esta costumbre ha adquirido una tendencia descendente, mientras en Europa oriental, China y otros países
asiáticos cada vez se fuma más. En África apenas se fuma...
Cada
año, se producen en este planeta 6 millones de fallecimientos relacionados por culpa de fumar. Sostiene el maquiavélico Aloysius que en la lucha contra el
tabaquismo toda estrategia debería valer. ¿Toda?
Cada día son más los fumadores que se
plantean abandonar tan perniciosa costumbre. El número de unidades
especializadas para la deshabituación tabáquica se ha ido incrementando en los centros
sanitarios, y las campañas permanentes de concienciación van surtiendo efecto.
También existen las leyes, en este caso restrictivas, a pesar de que en nuestro
país todavía no se han enfriado los rescoldos del debate sobre la denominada
ley antitabaco (Ley 42/2010, de 30 de diciembre): por un lado, están los
defensores de los derechos individuales y de la libertad de empresa; por el otro,
las autoridades y los ciudadanos que consideran el tabaquismo un problema sanitario de primera
magnitud.
Según los epidemiólogos, la prohibición parcial de fumar, como la que
establecía la anterior ley española contra el tabaco de 2006, no consigue ningún
impacto sobre el consumo, si bien supone un beneficio para los fumadores
pasivos.
El sueño de los fumadores es
poder controlar su costumbre. Prácticamente la totalidad reconoce que está
haciendo algo que va en contra de su propia salud, pero aún así no consiguen dejarlo. No
se trata únicamente de una mera adicción a la nicotina, droga potente donde las haya, ni
siquiera de un hábito social que cada vez va quedando más restringido al plano
individual del fumador o fumadora solitarios a la puerta de un local dándole
unas chupaditas a su cigarrillo aunque llueva, apriete el frío o brille el sol.
Para este caso, como en tantos otros, tampoco existe ese maravilloso remedio perfecto, y los tratamientos para la deshabituación se basan en
diferentes estrategias psicológicas motivacionales y conductuales, medidas
farmacológicas y técnicas mixtas.
Gracias a esta laguna terapéutica, en los últimos
tiempos han proliferado los denominados cigarrillos electrónicos, dispositivos
vaporizadores de soluciones líquidas que puede contener nicotina o simplemente
sustancias aromáticas. Para muchos no es más que un engañabobos, con todos mis
respetos, pues viene a representar la ilusión de fumar sin fumar.
Su problema
radica precisamente lo que supuestamente contienen estos aparatos, en los
desconocidos componentes, en algunos casos demostrados cancerígenos, que el
fabricante ha introducido voluntariamente o involuntariamente en las fórmulas
que se vaporizan dentro de estos ficticios pitillos. Muchos países han optado
por la prohibición del consumo de estos productos.
También varias sociedades
científicas han advertido del riesgo que representan para la salud del fumador
que quiere dejar de fumar, intentando escapar del fuego para caer en las
brasas, mientras dilapida parte de su patrimonio saludable, y de su dinero, a
cambio de un espejismo que consiste en seguir exhalando bocanadas de un humo
simulado que previamente se ha paseado ufano por sus maltrechos pulmones.
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