Batalla de Gaugamela (331 a.C.)
Relieve en marfil, anónimo, siglo XVIII
Museo Arqueológico de Madrid.
Cada cierto tiempo, los medios
de comunicación reclaman nuestra atención sobre repuntes en las enfermedades
transmisibles. Si consideramos las enfermedades de transmisión sexual, resulta
que en España los casos declarados de sífilis y gonorrea se han duplicado y
triplicado respecto al año 2000. Los expertos nos alertan sobre una supuesta
relajación en la prevención, quizás provocada por los avances en el tratamiento
de la infección por el VIH, y que hoy en día está prácticamente considerada
como otra enfermedad crónica más. Al final, todo esto se resume en una menor
atención a la protección contra este tipo de patologías.
A pesar de todos los progresos
en salud pública y medicina, a pesar de tantas batallas ganadas frente a los
microorganismos patológicos desde el último tercio del siglo XIX, sospechamos
que todavía está muy lejana la victoria definitiva en esta guerra.
Vayamos con
otro ejemplo. Siria se desangra en un terrible conflicto que parece no tener
fin. Como siempre, los más vulnerables están condenados a los mayores
sufrimientos. En aquellas tierras devastadas, las autoridades sanitarias han
detectado un brote de poliomielitis, una enfermedad que se puede prevenir
mediante vacunación y para la cual
la Organización Mundial de la Salud (OMS) emprendió en 1988 un ambicioso
programa destinado a su definitiva erradicación mundial. La realidad ha sido
bien distinta, pues brotes explosivos de polio también se han dado en otros
países inmersos en crueles conflictos bélicos. Así, centenares de niños se han
quedado paralíticos en Somalia y en la República del Congo. En Siria, mientras
vuelan por los aires mortíferas bombas y barriles cargados con TNT repletos de
metralla, el gobierno aprobó el registro urgente de la vacuna oral bivalente
contra la polio, facilitando además su entrega a las zonas controladas por la
oposición. De esta manera, todos los bandos del conflicto se comprometieron a
garantizar la vacunación de los niños sirios.
Sin embargo, éste hecho tan
singular contrasta con lo que ocurre con la polio dentro de nuestras seguras
fronteras. Se calcula que en España existen 80000 niños menores de 5 años que
no han sido vacunados contra la polio. Si fueran infectados por este virus,
padecerían una grave enfermedad que hasta hace muy poco tiempo era un recuerdo
malo del pasado, y que les podría causar terribles dolores, parálisis y quizás
la muerte. Aunque el 95% de los niños españoles ha sido vacunado contra esta dolencia,
ese 5% no inmunizado se convierte en peligrosa puerta de entrada de la
enfermedad.
La prevención debería basarse en
intensificar el control de la salud de aquellas personas procedentes de países
donde la polio todavía es endémica (Nigeria, Pakistán y Afganistán) y de
aquellos otros donde recientemente hayan sido declarados brotes (Somalia,
Kenia, Etiopía, Camerún y Siria).
Tampoco podemos olvidarnos de la influencia
adversa del llamado movimiento antivacunal. En España todavía no se encuentra tan implantado
como en la Unión Europea, territorio donde se estima que unos 12 millones de
prójimos menores de 30 años todavía se encuentran indefensos frente a la polio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario