Durante décadas, el consumo de
heroína estuvo limitado a determinados ámbitos marginales. Sin embargo, el
reciente fallecimiento del actor norteamericano Philip Seymour Hoffman por una
sobredosis ha devuelto a la palestra el interés y la alerta sobre una droga que
muchos creían olvidada.
Parece ser que el uso de heroína se ha disparado en los
Estados Unidos, quizás por la suma de diversos factores: bajo coste, generosa
oferta y un mayor control de los fármacos analgésicos dispensados con receta médica.
El precio de una dosis de heroína no supera los 10 dólares, mientras fármacos
como la famosa vicodina, capaz de enganchar al mismísimo Doctor House, pueden llegar
a costar 10 veces más.
En realidad, esta droga es un
derivado de la morfina. Mediante modificaciones químicas, el clorhidrato de
morfina se convierte en diacetilmorfina, comercializada en 1898 por el
laboratorio alemán Bayer con el nombre de heroína apenas unos días antes del
lanzamiento de su producto más popular: la Aspirina ®. Comenzó a emplearse como
sedante para la tos, incluso en niños, hasta que los médicos descubrieron su
enorme potencial adictivo. Por ello, en 1913 Bayer dejó de fabricarla. A pesar
de ello, las farmacias alemanas continuaron dispensando heroína hasta 1971.
En nuestro país, la situación es
diferente por razones culturales y sanitarias, pues existe un Sistema Nacional
de Salud que garantiza el acceso a los fármacos opiáceos. Según la Encuesta
Domiciliaria sobre Alcohol y Drogas en España (EDADES) 2011 – 2012 solamente el
0.1% de la población española consume heroína. La vía de uso principal es la
inhalatoria. La edad media de inicio en su consumo se sitúa en torno a los 21 años.
Parece ser que nuestros jóvenes con edades comprendidas entre 14 y 18 años no
se sienten atraídos por este tipo de droga.
En los años 70, la República
Federal de Alemania se había convertido en el mayor consumidor de heroína a
escala mundial. El cine alemán produjo una obra fundamental que se convirtió en
el testimonio más fiel de una plaga que azotaba cruelmente a gran parte de su
juventud. Nos estamos refiriendo a “Yo, Cristina F” (Uli Edel, 1981).
Basada en
la historia real de Vera Christiane Felscherinow, una prostituta adolescente
enganchada a la heroína que había testificado en un tribunal berlinés en un
juicio por pederastia. Kai Hermann y Horst Rieck, periodistas colaboradores
habituales del semanario Stern, recogieron el estremecedor testimonio de esta
joven en el libro “Nosotros, los niños de la estación del Zoo”, en referencia
al lugar donde intercambiaban favores sexuales por exiguas dosis de drogas.
Si las cosas no se remedian, por
las esquinas de Nueva York volverán a proliferar los yonkis, como aquellos que
encarnaron Al Pacino y Kitty Winn en “Pánico en Needle Park” (Jerry Schatzberg,
1971) pululando entre Verdi Square y Sherman Square en la procura de un chute
con el que apaciguar unos monos tan voraces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario