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17 febrero 2014

HEROÍNA


Durante décadas, el consumo de heroína estuvo limitado a determinados ámbitos marginales. Sin embargo, el reciente fallecimiento del actor norteamericano Philip Seymour Hoffman por una sobredosis ha devuelto a la palestra el interés y la alerta sobre una droga que muchos creían olvidada. 

Parece ser que el uso de heroína se ha disparado en los Estados Unidos, quizás por la suma de diversos factores: bajo coste, generosa oferta y un mayor control de los fármacos analgésicos dispensados con receta médica. El precio de una dosis de heroína no supera los 10 dólares, mientras fármacos como la famosa vicodina, capaz de enganchar al mismísimo Doctor House, pueden llegar a costar 10 veces más.

En realidad, esta droga es un derivado de la morfina. Mediante modificaciones químicas, el clorhidrato de morfina se convierte en diacetilmorfina, comercializada en 1898 por el laboratorio alemán Bayer con el nombre de heroína apenas unos días antes del lanzamiento de su producto más popular: la Aspirina ®. Comenzó a emplearse como sedante para la tos, incluso en niños, hasta que los médicos descubrieron su enorme potencial adictivo. Por ello, en 1913 Bayer dejó de fabricarla. A pesar de ello, las farmacias alemanas continuaron dispensando heroína hasta 1971.

En nuestro país, la situación es diferente por razones culturales y sanitarias, pues existe un Sistema Nacional de Salud que garantiza el acceso a los fármacos opiáceos. Según la Encuesta Domiciliaria sobre Alcohol y Drogas en España (EDADES) 2011 – 2012 solamente el 0.1% de la población española consume heroína. La vía de uso principal es la inhalatoria. La edad media de inicio en su consumo se sitúa en torno a los 21 años. Parece ser que nuestros jóvenes con edades comprendidas entre 14 y 18 años no se sienten atraídos por este tipo de droga.

En los años 70, la República Federal de Alemania se había convertido en el mayor consumidor de heroína a escala mundial. El cine alemán produjo una obra fundamental que se convirtió en el testimonio más fiel de una plaga que azotaba cruelmente a gran parte de su juventud. Nos estamos refiriendo a “Yo, Cristina F” (Uli Edel, 1981). 

Basada en la historia real de Vera Christiane Felscherinow, una prostituta adolescente enganchada a la heroína que había testificado en un tribunal berlinés en un juicio por pederastia. Kai Hermann y Horst Rieck, periodistas colaboradores habituales del semanario Stern, recogieron el estremecedor testimonio de esta joven en el libro “Nosotros, los niños de la estación del Zoo”, en referencia al lugar donde intercambiaban favores sexuales por exiguas dosis de drogas.

Si las cosas no se remedian, por las esquinas de Nueva York volverán a proliferar los yonkis, como aquellos que encarnaron Al Pacino y Kitty Winn en “Pánico en Needle Park” (Jerry Schatzberg, 1971) pululando entre Verdi Square y Sherman Square en la procura de un chute con el que apaciguar unos monos tan voraces.

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