"Lección de anatomía" de Ramiro Martínez Plasencia
Comienza el verano, y como cada
año, los futuros estudiantes universitarios contemplan su futuro con ilusión.
Aunque ahora transformados en desvaídos recuerdos lejanos, vivimos sensaciones
parecidas hace ya unos cuantos años. Dicen que estudiar Medicina nos es fácil.
No lo era en 1980, pero 34 años después es mucho más complicado. Bachilleres
impecables y exitosos exámenes de selectividad. Luego vendrán 6 años de
carrera, un examen MIR y entre 4 y 5 años de especialidad. Con mucha suerte, comenzarán
a competir en el mercado laboral rozando la treintena. Como para pensárselo
mucho. Y aunque se mantenga el trasfondo esencial de una carrera vocacional,
es obvio que el reto formativo en una facultad de Medicina española exige
ciertas consideraciones adicionales, algunas de abordaje ciertamente complicado
para una chica o un chico de apenas 18 años.
En España existe el Consejo
Estatal de Estudiantes de Medicina (CEEM). Me llaman la atención las
conclusiones de su último congreso. Sus objetivos prioritarios se han centrado
en la reivindicación de mejoras en el ámbito educativo, en el compromiso ético
y en el humanismo. Llevo años acudiendo a diversos foros médicos profesionales
y sindicales, y las mismas inquietudes de los futuros galenos todavía son las
reivindicaciones de los médicos en activo. Sostiene Enrique Lázaro, presidente
del CEEM: “somos el futuro de la medicina, una generación que anhela ser mejor
médico, mejor profesional y eso nos compromete a seguir formándonos para
ofrecer la mejor atención a nuestros pacientes”.
Comencemos por el final, si me
lo permiten, es decir, por implementar la visión humanística de la medicina.
Parece ser que el rigor académico sigue exigiendo un profundo conocimiento de
lo que el iconoclasta Aloysius denomina catálogo de enfermedades, cuando en
realidad, los médicos trabajamos con enfermos, prójimos que pierden su salud,
temporal o definitivamente, por culpa de ciertas patologías denominadas
enfermedades. La diferencia parece obvia, pero llevar una idea tan simple a la
práctica parece seguir siendo harto complicado.
Impregnado en el sesgo
profesional de la Atención Primaria, entiendo que los estudiantes de Medicina
continúan reclamando una formación integral e integrada, holística, pues aunque
los profesores sabiamente nos hayan instruido en el conocimiento de la
tuberculosis, por poner un ejemplo, la realidad nos enseña que la tuberculosis
de la Señora Pérez es diferente de la del Señor López, porque en la vivencia
personal de cada patología influyen múltiples factores. Ya hay quien habla de
la Medicina Basada en el Humanismo, parafraseando la necesaria praxis de la
Medicina basada en la Evidencia.
Respecto a la ética, el
compromiso profesional del médico no es solamente con el paciente, sino también
con la sociedad y con el Sistema Nacional de Salud. Para que podamos seguir
presumiendo de una de las mejores sanidades del mundo, en la gestión de sus
recursos debemos implicarnos todos: políticos, gestores, médicos, personal
sanitario y, por supuesto, los propios ciudadanos, sanos o no.
En los años 80, aunque ya estaba
en marcha el filtro del numerus clausus
para cursar estudios en la facultad de Medicina de Santiago, las aulas estaban
masificadas, la anatomía se estudiaba básicamente en atlas, en dibujos, y el
aula 8 era tomada con demasiada frecuencia por las reivindicaciones de las
asambleas universitarias, no existía Internet, con todo su maravilloso
potencial intelectual y científico, y las redes sociales eran una utopía únicamente
presentes en libros y películas de ciencia-ficción.
Pero a pesar de todo, ellas y
ellos seguirán jurando, año tras año, por Apolo, médico, por Esculapio, Higía y
Panacea, tributar a sus maestros en Medicina el mismo respeto que a los autores
de sus días.