La gastroaccesibilidad es una forma
de combatir la discriminación, o por decirlo de otra manera, representa un acto
de inclusión social. Cada vez son más los prójimos que padecen intolerancias
alimentarias. Más, porque continúa aumentando la supervivencia y la calidad de
vida de la población en general, y más porque cada vez se diagnostica mejor
este tipo de patologías.
Así han ido diferenciándose los cuadros de alergia
alimentaria de otros muchos representativos casos de intolerancia. Para que
exista una alergia, en este caso a un alimento, como también al polen o a un determinado
medicamento o producto químico, debe desencadenarse una reacción inmunológica cuando
el afectado contacte con el alergeno. Este tipo de reacción libera en el organismo
una cantidad anormal de histamina, la sustancia causante del picor, el moqueo,
la tos, el lagrimeo, la dermatitis o los síntomas respiratorios más graves
(constricción e inflamación y asma)
La intolerancia alimentaria no
afecta al sistema inmunológico, sino al metabolismo del paciente. Ejemplos clásicos
son la intolerancia a la lactosa, provocada por la disminución o la ausencia de
una enzima, la lactasa, encargada de descomponer el azúcar de la leche
(lactosa), o la enfermedad celíaca (celiaquía) donde la presencia del gluten,
conjunto de proteínas presentes en el trigo, el centeno, la cebada, la avena o
cualquiera de sus derivados e híbridos, provoca daños en la mucosa intestinal
que dificultan o impiden la absorción de nutrientes esenciales (grasas, proteínas
e hidratos de carbono), pero también de vitaminas y minerales.
Desde hace varios años, las
asociaciones y familias de los afectados por la intolerancia al gluten están
luchando para que estas personas puedan salir a disfrutar tranquilamente de una
comida en cualquier establecimiento hostelero, sin la necesidad de quedar
expuestos a una sustancia que puede provocarles desagradables síntomas
gastrointestinales, de diversa gravedad.
Porque, aunque resulten más palpables,
no solamente existen en nuestras ciudades barreras arquitectónicas que
discriminan a diferentes grupos de ciudadanos según su movilidad. También
existen otro tipo de obstáculos que impiden garantizar una calidad de vida similar
para todos.
Diversos estudios epidemiológicos
han revelado que la intolerancia al gluten puede afectar a 1 de cada 100
ciudadanos europeos, que además de desarrollar una serie de síntomas
completamente evitables, para alimentarse correctamente están obligados a
desembolsar un 250% más de dinero en sus cestas de la compra para la adquisición
de productos exentos de gluten.
En Galicia han existido diversas
iniciativas pioneras en materia de gastroaccesibilidad. Diferentes
establecimientos de hostelería se han comprometido a elaborar, a precios asequibles,
platos especiales que tengan en consideración las particularidades de las
personas celíacas y con intolerancia a la lactosa, pero también de los diabéticos,
los enfermos renales y los afectados por esclerosis múltiple o lupus, cuyas patologías
demandan una alimentación especialmente diferenciada. Que cunda el ejemplo y
que por nuestros manteles se extienda la mancha, sin gluten ni lactosa.