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23 enero 2016

DE PERROS, GATOS Y CADÁVERES HUMANOS



La otra tarde,  el Doctor Iñaki Lekuona Goya nos ponía al día sobre los últimos avances en el tratamiento de las enfermedades del colesterol. Las estatinas, celebrando ya unos cuantos cumpleaños, encontrarán aliados en los anticuerpos monoclonales y en otros fármacos todavía por descubrir, en la lucha por la reducción de las complicaciones y la mortalidad causadas por las enfermedades cardiovasculares. Porque mayormente nos seguimos muriendo de lo mismo, los hombres de infartos de miocardio y las mujeres de ictus.

Casi al mismo tiempo, el tenaz Aloysius descubría en Internet una simulación capaz de pronosticar cuándo y por qué vamos a morirnos. Entre los parámetros considerados estaban la edad, el género y la raza. Los datos estadísticos fueron obtenidos en las bases de los Centros de Control de Enfermedades de los EEUU, a partir de los certificados de defunción de millones de prójimos que pasaron a mejor vida entre 1999 y 2014. El juego resulta entretenido. Si nuestro amigo llega a los 84 años, tiene un 25% de posibilidades de continuar vivo. Si en lugar de estadounidense fuera ourensano, este porcentaje sería superior. 

Pero como no hay simulación perfecta, todos los que en la actualidad tengan más de 85 años se quedarán con las ganas de saber el momento y la causa de su óbito, pues los datos manejados por el programa solamente resultan válidos para los menores de 84 años. Tampoco considera una serie de factores clínicos determinantes, como la obesidad, el tabaquismo, las cifras elevadas de tensión arterial o la concomitancia de la diabetes mellitus, ni otros de tipo social como el nivel económico y cultural, el estado civil (aquellos con pareja viven más que los solteros y los viudos) o la convivencia con mascotas.

En 1994 se realizó una macroencuesta en el país de los canguros: la Australian People and Pets Surveys. El objetivo de la misma fue medir los beneficios terapéuticos de los animales de compañía. Se tomaron datos de más de 1000 mayores de 16 años. El equipo capitaneado por Bruce Headey detectó que aquellos prójimos que tenían un perro o un gato gastaban un 5% menos en medicamentos que los que no tenían mascotas. Traducido a dinero, el ahorro total alcanzaba los 1800 millones de dólares australianos, probablemente unos 1100 millones de euros actuales. Las visitas a la consulta del médico eran un 5% menos frecuente en el grupo de personas con mascotas. Dejando a un lado lo anecdótico, resulta que los animales de compañía aportaron los mayores beneficios a aquellas personas que vivían solas, confirmando que perros y gatos actúan como valiosos compañeros sustitutos donde las redes de apoyo social resultan poco satisfactorias. Los datos australianos fueron confirmados en estudios posteriores, como el de Markus Grabke en Alemania, con 10000 encuestados, o el de la Universidad de Nebraska, donde se comprobó que la interacción afectiva con un perro podía reducir el 8% las cifras de tensión arterial. Ya saben, si no las tienen, adopten mascotas. Ellas se lo agradecerán infinitamente y su salud física y mental mejorará.

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