Todavía pendientes de
sacudirnos el estupor y el enojo han depositado encima de nuestras conciencias los
atentados de Bruselas, por el momento el último capítulo de esta guerra que se
viene librando desde hace tiempo entre dos concepciones antagónicas del mundo
en Oriente Medio y más allá de sus fronteras, el circunspecto Aloysius me ha
hecho llegar un artículo sobre la diversidad correspondiente a un número
digital de la revista Scientific American,
firmado por Katherine W. Phillips en octubre de 2014.
Resulta que la
diversidad nos hace más inteligentes. El hecho de aproximarnos a las personas
que son diferentes a nosotros fomenta nuestra creatividad y eficiencia laboral.
Por casualidad estábamos debatiendo sobre los conceptos de divergencia y
convergencia, que en la propia vida nos dirigen hacia destinos bien diferentes.
Aún formando parte del mismo árbol, y originándose en un tronco común, las
hojas y las flores que brotan en las ramas más distantes nunca son idénticas, y
los frutos maduran dependiendo de la luz del sol que les alcance. Sin embargo,
las aguas que nacen en manantiales distantes llegan a confluir en los ríos más
caudalosos.
La historia de la
península ibérica, tierra en la que dejaron su impronta múltiples distintas civilizaciones
resulta un arquetipo de cómo la diversidad fraguó y fortaleció reinos y
naciones. Los jóvenes estados del norte, centro y sur de América constituyen otro
ejemplo de convergencia dentro de la diversidad, fruto de procesos raciales,
sociales, económicos y culturales no exentos de conflictos y dificultades. Con
la globalización y los movimientos demográficos causados por los desastres naturales
y los conflictos bélicos la diversidad ha ido anidando cada vez más cerca de
nuestros confortables hogares. Está ampliamente demostrado que resulta mucho
más fácil alcanzar el éxito cuando las personas se constituyen en grupos para
la resolución de problemas aportando puntos de vista, opiniones y perspectivas diferentes.
Las personas dispares según raza, género y otras dimensiones enriquecen con sus
experiencias particulares cualquier cuestión.
Precisamente la diversidad
resulta más útil para aquellos que se encargan de valorar la innovación y las
nuevas ideas. A lo largo de miles de años, en la evolución de los primates los
grupos endogámicos se fueron extinguiendo uno tras otro, siendo la convergencia
de la diversidad la que consiguió la supervivencia de aquellos que mejor se
adaptaron a las condiciones del medio. Cuando se añade la diversidad social a
un grupo las nuevas perspectivas inducen cambios en los comportamientos
sociales.
Ojalá éstos sean positivos, pues el odio y la incomprensión se gestan
en los guetos donde se agrupan aquellos que no entienden ni aceptan los
beneficios de la diversidad, pero también entre todos los demás que los
condenan a sobrevivir en dicho aislamiento.