Con cierta frecuencia
nos encontramos en las revistas científicas anglosajonas ante titulares provocativos
que tratan de llamar la atención de sus potenciales lectores. El pasado 7 de
abril, coincidiendo con la celebración del Día Mundial de la Salud, el
editorial de The Lancet trataba de alertarnos una vez más sobre la magnitud de una
enfermedad que se está convirtiendo en uno de los problemas de salud más relevantes
del presente siglo XXI. En el 2014 las estimaciones de los expertos cifraban en
422 millones el número de personas diabéticas a nivel mundial. Un dato aislado
no significa gran cosa, pero que en este caso representaba un incremento de
cuatro veces del total durante los últimos 35 años. Como para preocuparse mucho.
Mientras en Europa la incidencia de diabetes se mantiene en niveles más o menos
aceptables, los casos se disparan en Polinesia, Micronesia y Samoa Americana,
regiones claramente asociadas a las tasas más elevadas de obesidad. Si bien es
cierto que el arsenal terapéutico para tratar esta enfermedad se ha ido
completando en el último lustro y las insulinas modernas son cada vez más efectivas,
el arma fundamental continúa siendo la prevención. Hace unas semanas surgía una
nueva controversia fomentada por la supuesta adición de azúcares a los zumos de
frutas, en algunos casos equivalentes a las cantidades presentes en los
denostados refrescos comerciales. Los consumidores exigen, sobre todo en el
caso de los productos infantiles, conocer exactamente cuáles son sus concentraciones
de edulcorantes.
En nuestro medio
podemos constatar cómo se expanden los metros cuadrados destinados a artículos
deportivos en las superficies comerciales, a la vez que resulta cada vez más
frecuente encontrarnos con prójimos que dedican una parte de su jornada a la
práctica de ejercicio físico. Los expertos sostienen que bastaría con caminar a
buen ritmo entre 30 y 60 minutos diarios, adaptando esta actividad a las
características particulares de cada persona. No se trata de entrenarse para
participar en una competición deportiva, pues determinados esfuerzos sin
control pueden causar lesiones articulares y musculares, incluso otras más
graves. Recientemente los medios de comunicación se hacían eco del
fallecimiento de dos participantes en una carrera pedestre de largo recorrido.
En
un país como el nuestro, donde ponemos más énfasis en lo que nos separa que en
lo que nos une, deberíamos tomar ejemplo de otros. En el Reino Unido han
desarrollado un programa experimental para la prevención de la diabetes,
demostrando que el asesoramiento destinado a fomentar una alimentación adecuada
y un ejercicio saludable conduce a la pérdida de peso y a la prevención de la
diabetes. Desde el Concello de Ourense se están fomentado los paseos saludables
en una campaña que anima a los vecinos a actuar para vencer la diabetes.
Mientras aplaudimos estas iniciativas, deseamos fehacientemente su
consolidación en el tiempo, pues en espacios saludables somos afortunados.
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