Los medios de
comunicación se han hecho eco de dos noticias recientes complementarias aunque
a primera vista también pudieran parecer contradictorias. Por un lado, un grupo
de científicos de la Universidad de Maguncia (Alemania) acaba de probar con
éxito un procedimiento terapéutico que posibilita la respuesta del sistema
inmune contra diferentes tipos de tumores. Los resultados se han obtenido en
ratones, sufridos animales de experimentación, y en tres enfermos con melanomas.
En principio, este tipo de planteamientos no resulta novedoso, pues desde hace
años se intenta potenciar las defensas de nuestro organismo, las mismas que
luchan contra las infecciones que tratan de invadirnos, para que directamente o
mediante la síntesis de anticuerpos, sean capaces de atacar y destruir las
células cancerígenas.
Las dificultades para
el éxito venían de la mano de esa disposición pare el camuflaje que poseen las
células tumorales, al fin y al cabo generadas en nuestros propios órganos, y no
agentes externos capacidades de activar nuestros glóbulos blancos, como las
bacterias o los virus. Ahora los científicos han sido capaces de introducir
determinada información genética en una especie de sobre molecular capaz de
penetrar en los buzones de las células dendríticas y los macrófagos presentes
en nuestro bazo, ganglios linfáticos y médula ósea, desencadenando una
respuesta inmune específica contra el cáncer. Aunque queda mucho camino por
delante, ya se están preparando ensayos clínicos con pacientes afectados por
melanoma, cáncer de mama de mal pronóstico, tumores de cabeza y de cuello. Una
nueva puerta abierta a la esperanza hacia la curación definitiva de una
patología con un nombre que sigue siendo una palabra tabú, asociada al
sufrimiento y a la muerte.
Pero esta terapia resultaría relativamente sencilla
si no fuera porque cada estirpe celular tumoral tiene un comportamiento
diferente, descontrolado y anárquico. En este campo no resultan útiles las
matemáticas, ¿o si? A la bióloga catalana Núria López-Bigas le acaban de
entregar el Premio Fundación Banco de Sabadell a la Investigación Biomédica. Al
contrario que los investigadores de la Universidad de Maguncia, ella no trabaja
con probetas sino con potentes y avanzados ordenadores. Desde su equipo de
Genómica Biomédica de la Universidad Pompeu Fabra (UPF) han desarrollado
sistemas computacionales que identifican aquellas alteraciones genéticas
implicadas en la génesis de un cáncer. No todas las mutaciones genéticas
terminan por desarrollar un cáncer. Por eso resulta necesario detectar cuáles
sí pueden hacerlo. En 2015, estos investigadores analizaron el genoma de 7000
muestras tumorales correspondientes a 28 tipos diferentes de cáncer. De esta
forma detectaron 459 con mutaciones cancerígenas.
En Medicina, para curar una
enfermedad debe descubrirse la causa. Ese es el horizonte ilusionante sobre el
que todos queremos ver brillar el tan deseado fulgor curativo.