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18 febrero 2017

LA MUERTE, FALLO TÉCNICO


Arnold Böcklin
Trauer der Magdalena an der Lieche Christi 
(1867-1868)

Sostiene Aloysius que la muerte, tal y como todavía es concebida en la actualidad, se debe a circunstancias que podríamos considerar fallos técnicos. En otras palabras, cuando la ciencia y la tecnología permitan subsanar dichos defectos, el fin de la vida podrá retrasarse notablemente y, quién sabe, algún día desaparecer completamente de nuestra existencia. Nuestra caducidad será un mito. No es el único que piensa así. Destacados investigadores vaticinan lo que será la medicina del futuro, una disciplina que podrá controlar muchas enfermedades para las que hoy no existe un tratamiento efectivo.

“El término de la vida, aquí lo veis; el destino del alma, según obréis”. Esta es la leyenda grabada en piedra que recibe a los visitantes del cementerio de San Francisco en Ourense. Por su entrada principal desfilaron los ataúdes de aquellos vecinos derrotados por neumonías, tuberculosis, fiebres puerperales, difteria o tosferina, enfermedades mortales hasta el descubrimiento de las vacunas y los antibióticos, los avances técnicos que permitieron la superación de las otrora trágicas eventualidades. Otro tanto podemos decir respecto a los trasplantes. Pasean por nuestras calles varios prójimos con corazones, riñones e hígados trasplantados, plenos de vitalidad, disfrutando de auroras y crepúsculos que apenas unos años antes se antojaban episodios remotos de ciencia ficción. Una vez más, mucho hubieron de avanzar ciencia y tecnología para conseguir modernos quirófanos, eficientes profesionales expertos cirujanos y anestesistas, fármacos capaces de controlar la infección y el rechazo, en resumen, preciados adelantos para corregir los múltiples defectos con que la propia naturaleza nos ha dotado desde que existimos como especie.

Hace unos días le escuché contar al Doctor Fírvida, oncólogo de nuestro complejo hospitalario ourensano, la historia anónima de un joven moribundo que llegó a la puerta de urgencias en una silla de ruedas. Tal era su depauperado estado que la única solución que la medicina podía ofrecerle era la sedación paliativa. Gracias a los flamantes avances en la terapia molecular del cáncer de pulmón, apenas tres años más tarde, ese mismo paciente se mantiene libre de una enfermedad que apenas unos meses antes le hubiera supuesto una inevitable condena a la desaparición. Pero que nadie piense equipararnos, tras la lectura de estas líneas, con inconscientes adoradores de falsos becerros de oro.

Mientras resignados aguardamos por la prosperidad científica que vendrá, lo cierto es que los humanos mayoritariamente continuamos muriéndonos por enfermedades relacionadas con malos hábitos sanitarios. Y es que la prevención de la enfermedad y la promoción de la salud continuarán siendo armas tan efectivas como la medicina tecnológica más sofisticada en la corrección de esos fallos técnicos que indefectiblemente nos llevan a la muerte.asdebeos como la medicina tecnola correcciacionadas con malos hras aguaradamos por esos Francisco en Ourense. Tal vez alios ese


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11 febrero 2017

MEDICOS SOLIDARIOS


Alguien que bien me quiere me ha hecho llegar el Anuario 2015 de la Organización Médica Colegial de España (OMC) con sus actividades de cooperación internacional para el desarrollo, intervenciones de emergencia y ayuda humanitaria. Un orgullo personal y profesional. Existe la Fundación de los Colegios Médicos para la Cooperación Internacional (FCOMCI) en la que participan 52 instituciones médicas provinciales, intentando apoyar los esfuerzos internacionales que permitan mejorar la atención sanitaria para los países más pobres y  las poblaciones más vulnerables.

En la página 81 nos encontramos con la referencia al Colegio de Médicos de Ourense, que desde hace ya unos cuantos años viene dedicando el 0.7% de su presupuesto a programas sociales de cooperación para el desarrollo a través de su Fundación Galenus Auriensis. En el año 2015 se destinaron 2500 euros a la Cruz Roja Española para su Unidad de Respuesta a Emergencias (ERU), enviada a Sierra Leona en plena crisis sanitaria desatada por la epidemia de Ébola. Apenas unos meses y aquella catástrofe sanitaria parece ocultarse en las nieblas de nuestra memoria colectiva.

Nuestra modesta aportación contribuyó a dotar al país africano con 12.5 toneladas de material de emergencia valorado en casi 300000 euros para proporcionar servicios sanitarios esenciales de índole curativa, preventiva y de salud comunitaria. Y todo ello en el área de Kenema, una de las zonas más castigadas por la epidemia.

Para que nos demos una idea de lo mucho que todavía nos quedará hacer en este aspecto, la suma de lo aportados por los Colegios de Médicos españoles a los programas de cooperación internacional y a los programas sociales específicos alcanzó en el año 2015 los 380000 euros, cantidad que apenas cubriría los esfuerzos de Cruz Roja en Sierra Leona. Porque el continente africano es el más necesitado, seguido por Latinoamérica, Oriente Medio y Asia.

Desde el 4 de enero de 2007, la Doctora Margaret Chan es la Directora General de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En opinión de esta médico hongkonesa formada en Canadá, la cobertura sanitaria internacional es la máxima expresión de la justicia. Los médicos españoles, acostumbrados a lidiar con el dolor y la enfermedad de sus prójimos, tampoco podían mantenerse ajenos al sufrimiento que atenaza y amenaza todavía a millones de seres humanos abandonados y desprotegidos, comprometidos con el derecho universal a la salud. Porque según Hipócrates cuando el arte de la medicina es amado también existe un amor a la humanidad. No puede ser de otra manera.

06 febrero 2017

POBREZA


La influyente revista médica “The Lancet” alertaba en uno de sus últimos números sobre la influencia que la pobreza tiene sobre la salud de nuestros prójimos. Por desgracia este hecho ya no resulta una novedad. 

Hace unos cuantos años otros medios especializados informaban que la diabetes mellitus tipo 2, cuyo curso patológico en muchas ocasiones es consecuencia del sobrepeso y la obesidad, se cebaba en las clases  más desfavorecidas de los EEUU. Pero ¿cómo era posible que las personas con menos recursos económicos se convirtieran en las mayores víctimas de estas enfermedades? 

Los alimentos ricos en hidratos de carbono suelen ser baratos. Colocamos dentro de este mismo saco a las bebidas azucaradas, con envases extra a la venta en grandes superficies y restaurantes de comida rápida, y también a todo tipo de bollería, galletas, helados y pastelitos saturados de azúcar. 

Hace poco tiempo un amigo me enviaba desde Nueva York una fotografía de una descomunal ración de patatas fritas chorreantes de empalagoso y denso kétchup. No es nuestra intención demonizar desde esta página ningún producto pero 100 gramos de esta popular salsa contienen aproximadamente unos 22 gramos de azúcar, por poner un ejemplo. Desafortunadamente las frutas y las verduras resultan más caras. En estos días hemos vivido el alza de los precios de berenjenas, tomates y calabacines, con subidas incluso superiores al 120%. La culpa ha sido de la ola de frío siberiano que ha incidido negativamente en la cantidad y calidad de las cosechas.


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La Organización Mundial de la Salud (OMS) tampoco sale muy bien parada en el artículo de “The Lancet”, pues continúa sin incluir la pobreza como un factor determinante de la salud, aunque hay estudios que ya han demostrado que los pobres disfrutan de menos años de vida que los obesos, hipertensos, fumadores, sedentarios y consumidores de alcohol en exceso. 

Hace un par de décadas recuerdo atender a un paciente por urgencias. Su fiebre y malestar general, con las amígdalas tremendamente inflamadas y repletas de placas purulentas, necesitaban un tratamiento antibiótico inmediato y eficaz. Cuando le entregué la receta me comentó con una voz apenas audible por el dolor de garganta que no tenía dinero para poder comprar las medicinas. En la facultad nunca nos enseñaron qué hacer en circunstancia similares. Eso nos lo ha ido enseñando la vida. 

Para algunos estas reflexiones obtenidas a partir de la evaluación de casi 2 millones de personas pueden resultar una obviedad. Pero la importancia de estos datos radica en que la miseria no solo mata por hambre, como ocurre todavía con demasiados niños de este mundo, sino que pobreza con malnutrición resulta también perniciosa para la salud. Y a la indigencia nadie le pone las etiquetas de advertencia que llevan todos los paquetes de tabaco.