El título de estas
reflexiones es políticamente incorrecto. Empezamos mal. O no, porque esta
eventualidad deberá servirnos para enfocar mejor determinadas cuestiones sobre
el lugar que ocupamos como seres humanos en este planeta, en el universo, en la
vida. El termino mascotte es de
origen francés y significa amuleto. La creencia popular identifica a los
animales de compañía con la buena suerte para el que los cuida. Diferenciados
de aquellos otros criados y explotados como ganado, medio de transporte,
investigación en los laboratorios o complementos deportivos y culturales (en
clara referencia a circos, corridas de toros y otras actividades cada día más
cuestionadas desde perspectivas éticas y morales), los animales de compañía no nos
aportan beneficios económicos ni nutricionales. Sin embargo cada vez hay más, tantos
como las personas que se refieren a ellos como peludos, (perros y los gatos especialmente).
Según registros veterinarios oficiales, en España existen unos 20 millones de
animales de compañía, y en 4 de cada 10 hogares patrios conviven cotidianamente
con los primates humanos. Los perros y los gatos disfrutan de nuestras
preferencias. El gasto medio anual de un perro doméstico supera los 800 euros. Y
a pesar del reciente cierre de muchos centros veterinarios (como las
peluquerías y las floristerías, castigados con un IVA que pasó del 8% al 21%),
todavía sobreviven en España 6000 clínicas y 5000 tiendas especializadas.
Y es
que existen primates no humanos que disponen de perros como animales de
compañía. Los langures de la India y los papiones sagrados de las montañas de Taif, vecinas a
La Meca (Arabia Saudí), son típicos ejemplos de tan peculiar asociación.
Cada
vez se publican más trabajos relacionando la salud humana con la presencia de
mascotas, peludos o animales de compañía. El Doctor Jeremy Barron, director médico
del Centro Beachman de Medicina Geriátrica de la prestigiosa Universidad de
Johns Hopkins demostró que compartir la existencia con un perro disminuye los
niveles de cortisol en los humanos, la hormona del estrés, a la par que
incrementa los de oxitocina, la hormona del bienestar, a la vez el nexo de unión
materno filial. Pacientes con estrés postraumático que disponían de un perro
adiestrado disminuyeron sus síntomas y el consumo de fármacos.
En otros
trabajos, los especialistas evaluaron el efecto de una terapia asistida con
perros sobre la autoestima en un grupo de adolescentes con problemas
emocionales, observando cambios significativos en su capacidad para percibir las
emociones adecuadamente. Los beneficios cardiovasculares de la compañía animal
han sido destacados por la Asociación Americana de Cardiología. Abandonando
esta perspectiva ciertamente utilitarista, incluso especista, compartir la vida con ellos nos hará mejores
en ese desarrollo evolutivo permanente en el que nos encontramos sumidos como
primates en proceso de hominización.
Mientras repaso “Cuando el hombre encontró
al perro” de Konrad Lorenz, permítanme que me despida recordando con nostalgia
a Silvestre, el increíble gato que hasta hace muy poco formó parte esencial de mis últimos 15 años de existencia. Porque no hace falta ser humano para ser
miembro de nuestra familia.
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