El otro día un amigo mío
observaba con detenimiento la tapa del yogur que le habían servido de postre.
Previamente había evaluado la cantidad de grasas, proteínas e hidratos de
carbono presentes en aquel modesto derivado lácteo. Le preguntamos a qué se
debía semejante despliegue de precauciones. Con gesto serio, nos comentó que no
solía consumir productos cercanos a su fecha de caducidad. Y entonces me acordé
del ministro Arias Cañete y sus comentarios sobre los yogures caducados,
enmarcados en un contexto donde la administración pública andaba a la procura
de un sistema de etiquetado que evitara el desperdicio de alimentos.
Según la FAO, la
Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura,
perdemos o desperdiciamos demasiados alimentos a lo largo de la cadena de
suministro, desde la producción inicial hasta el consumo final en los hogares,
de manera accidental pero también intencionadamente. Conscientes de tal
realidad, instituciones públicas y privadas han iniciado campañas de concienciación
y movilización para evitar el quebranto de tantos recursos en un mundo donde
muchos estamos sobrealimentados mientras otros tantos continúan muriéndose de
hambre. Según los expertos, en los países más desarrollados se desperdician
cada año alrededor de 222 millones de toneladas de comestibles, una cantidad
similar a la producción alimentaria neta de todo el África subsahariana.
Sostiene Aloysius que
en España tiramos a la basura el 5% de nuestra cesta de la compra alimentaria.
Si pudiéramos resucitar a uno de nuestros ancestros, que a lo largo de su
sufrida existencia apenas lograba consumir media docena de alimentos
diferentes, y lo invitásemos a visitar la sección de comestibles de cualquier
gran supermercado, a buen seguro sufriría un shock psicológico. Por poner un
ejemplo, por un instante repasemos el listado de frutas diferentes que podemos consumir
habitualmente a lo largo del año.
Éstas y otras
reflexiones nos acompañaban la otra tarde mientras escuchábamos a nuestro amigo
Matías contarnos sus peripecias en Sudán y Lesotho dentro de los programas
específicos en los que trabajaba para la FAO. También le escuchamos quejarse,
con precisa ironía suiza, de la reducción de fondos económicos para el
desarrollo desde que Donald Trump había llegado a la presidencia de los Estados
Unidos. A la par que Matías disertaba, Aloysius curioseaba con el paquete vacío
que alguien había dejado sobre la mesa. La etiqueta avisaba de lo nocivo que es
el tabaco, para la salud, acompañado de impactantes imágenes amenazando con la
enfermedad y la muerte. Y en mi mente recaló la escena del amigo que, una vez
zampado el yogur que estaba a punto de caducar, con parsimonia encendió un
pitillo dejando suspendido en el aire un círculo de humo perfecto.
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