En contra de los
escépticos de la teoría de la evolución, la descodificación del genoma humano ha
permitido confirmar nuestro enorme parecido con los grandes simios (chimpancés,
bonobos, gorilas y orangutanes), nuestros primos hermanos, y tambi én con otros parientes un poco más
alejados como los macacos, unos monos especialmente machacados en aras de la
investigación. El factor Rh, determinante para la clasificación de los grupos
sanguíneos humanos, posibilitando por ejemplo las transfusiones de sangre, fue
descubierto en estos primates.
Asimismo se convirtieron en los tristes protagonistas de los crueles experimentos
desarrollados en los años 60 por el controvertido psicólogo Harry Harlow, que para
demostrar algo tan evidente como el apego materno filial, se dedicó a separar
macacos recién nacidos de sus madres para corroborar cómo padecían en soledad.
Macacos fueron también muchos de los primeros astronautas no humanos
sacrificados en la carrera espacial emprendida por los EEUU y la Unión
Soviética durante la última mitad del siglo XX.
En el año 2000, Tetra fue el
primer macaco clonado, y tan solo un año más tarde, Andi se convirtió en el
primer macaco transgénico, portando en su genoma genes extraños pertenecientes
a una especie de medusa. De esta manera, sus células han sido capaces de
codificar una proteína fluorescente verde, característica del animal marino.
Andi, el encantador monito fluorescente.
Hace apenas unos días, la ciencia confirmaba
la consecución de una hazaña largamente perseguida: la clonación de un primate
empleando la misma técnica que permitió engendrar a la mítica oveja Dolly,
transfiriendo el núcleo de una célula adulta no reproductiva a un óvulo al que
previamente se le había retirado su propio material nuclear.
El resultado ha
sido el nacimiento de dos macacos cangrejeros completamente idénticos al
individuo adulto que donó la célula original. Han sido bautizados con los
eufónicos nombres chinos de Zhong Zhong y Hua Hua, de sonoridad equivalente y clonada.
La presentación de estos pequeños ha hecho saltar todas las alertas, desde los
expertos que cuestionan que sigamos empeñados en estudiar la enfermedades
humanas y sus posibles tratamientos mediante la experimentación con animales cada
día más cuestionada, hasta aquellos otros que han planteado serios dilemas
bioéticos relacionados con la posibilidad de clonar seres humanos en un futuro
muy cercano.
Los primeros argumentan que los mayores avances en la medicina
vendrán de la mano de la edición genética, capaz de cortar fragmentos genéticos
patológicos, modificarlos y pegarlos de nuevo en las células, consiguiendo así
la desaparición de múltiples enfermedades que nos atormentan en la actualidad,
mientras que los segundos cuestionan el desarrollo de procedimientos capaces de
clonar seres humanos (como por ejemplo esa absurda pretensión de resucitar a
los extintos neandertales), o la creación de nuevas especies de humanos potenciados
artificialmente, actores principales de una brecha tan profunda en el proceso
evolutivo natural cuyas consecuencias resultarán sobrecogedoras, esperanzadoras
e imprevisibles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario