Albert de Sicília Llanas i Castells (1841 - 1915)
Retratado por Ramón Casas i Carbó
Museu Nacional D´Art de Catalunya
Se le atribuye al
periodista y comediógrafo catalán Albert de Sicilia Llanas i Castells (1841 –
1915) una frase comercial sobre la salud que nos ha llamado la atención. Dice
así: “la salud de nuestro cuerpo la gastamos al por mayor; más, una vez
perdida, la compramos al por menor”. Inmediatamente acudió a mi memoria aquellas
otras reflexiones del escritor francés Michel Tournier (1924 – 2016),
publicadas en su libro “El espejo de las ideas” (Editorial Acantilado,
Barcelona 2000) en alusión al filósofo y médico Georges Canguilhem (1904 –
1995), para el cual la salud representa un superávit de recursos que nos permite,
como seres vivos, responder a las infidelidades del medio ambiente. Para el Dr.
Canguilhem, gozar de buena salud sería poder abusar impunemente de nuestra
propia salud. Por el contrario, la enfermedad y la muerte sobrevienen cuando ya
no queda margen para el derroche y las exigencias del medio ambiente cambian o se
incrementan.
En esta misma línea de pensamiento, sostiene el ínclito Aloysius
que nuestra salud se parece a una cuenta bancaria. Cuando gastamos más recursos
de los que disponemos, a buen seguro acabaremos en números rojos. En algunas
ocasiones, esta situación es reversible. La genética o el medio (incluyendo la
atención sanitaria) nos inyectan recursos, y por eso se resuelven nuestras
enfermedades. Pero en otras, cuando irremediablemente alcanzamos la ruina, nos
encontraremos un poco más cerca del final de nuestros días. Este planteamiento,
si bien simplista, puede resultar muy ilustrativo porque en el fondo coincide
con las máximas propuestas por Albert Llanas, Michel Tournier y Georges
Caguilhem, entre otros.
En 1974, el político laborista canadiense Marc Lalonde
(1924), por aquel entonces ministro de Sanidad, propuso su revolucionario
informe sobre la Salud Pública, donde la salud y la enfermedad no se encuentran
relacionados únicamente con factores biológicos (las enfermedades infecciosas,
por ejemplo), sino que el peso determinante de todo el proceso recae sobre factores
socio-económicos.
Desarrollando sus postulados, el ministro Lalonde llegó a la
conclusión de que tanto la salud individual como la comunitaria se encuentran menos
influenciadas por las intervenciones sanitarias (servicios médicos, avances
terapéuticos, complejidad hospitalaria…) y mucho más por las decisiones
personales que adoptamos sobre nuestro
propio estilo de vida y nuestros condicionamientos culturales, sociales y
económicos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) acaba de publicar su
último informe anual sobre Estadísticas
de la Salud en el Mundo, alertando que los ciudadanos disponen de 18 años menos
de esperanza de vida en los países pobres que en los desarrollados. Entonces
¿cuál es el verdadero valor de nuestra salud?
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