Recuerdo con afecto y
nostalgia una impresora de margarita que allá, a finales de los años 80 del
pasado siglo, me sirvió de gran ayuda para escribir y publicar mi tesis
doctoral. Nada que ver con las impresoras 3D contemporáneas, unas máquinas que
todavía despiertan mi incredulidad, a pesar de llevar varios años en el
mercado.
Y es que en 2015 un fármaco llamado Levetiracetam®, empleado para el
tratamiento de la epilepsia, tuvo el honor de ser el primer fármaco sintetizado
mediante impresión tridimensional. Los expertos defienden esta metodología,
pues permitiría a los médicos recetar dosis más precisas y personalizadas a sus
pacientes, según sus particulares características.
Comentaba a propósito la
otra tarde el Dr. Pedro Martínez Seijas, cirujano oral y maxilofacial con
dilatada experiencia en el manejo de esta tecnología, que las disciplinas que
mayores beneficios están reportando son la industria del automóvil, la
aeroespacial, la enseñanza y la medicina, donde se han producido ilusionantes
avances en los campos de la fabricación de prótesis, la creación de tejidos que
pudieran sustituir la piel de los quemados y grandes heridos, por ejemplo, e
incluso en la obtención de órganos como el corazón o el riñón.
Recientes
experimentos han desvelado sus resultados, como los micro-riñones artificiales de
la Universidad de Connecticut (Estados Unidos), una esperanzadora alternativa a
la todavía compleja diálisis renal, o el diminuto corazón obtenido con
impresión 3D a partir de tejido humano, dotado de todas sus cavidades y vasos,
y que sus creadores en la Facultad de Ciencias George S. Wise de la Universidad
de Tel Aviv (Israel) estiman que en 10 años seremos capaces de obtener órganos
humanos completos, perfectamente funcionales y útiles para reemplazar los
naturales que hayan sido deteriorados por las enfermedades y el envejecimiento.
Pero no todo será un camino de rosas. Los elevados costes de la impresión 3D
van a exigir ineludiblemente la colaboración público – privada para poder generalizar
su uso. Aunque ciertamente innovadora y espectacular, no debemos olvidarnos que
se trata de una herramienta transversal al servicio de los médicos para el
tratamiento de diversas patologías.
Resulta indispensable la colaboración de
equipos formados por múltiples profesionales, desde ingenieros hasta médicos de
diferentes especialidades, donde los especialistas en técnicas de imagen tienen
y tendrán un papel esencial, tanto como la gestión por procesos y la selección de
los casos que mayores beneficios podrán obtener con la aplicación práctica de
la impresión 3D. Cirujanos de todas las especialidades, radiólogos,
traumatólogos y cardiólogos, por poner unos ejemplos, poco a poco se irán
familiarizando con una técnica que ya hoy es medicina del futuro.
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