Parafraseamos el
título de aquella famosa serie de televisión de los 70, que entre cosas sirvió
para convertir a Nick Nolte en rutilante
estrella televisiva y cinematográfica. Asimismo, descubrimos la quintaesencia
de la maldad en el personaje tuerto de Falconetti, encarnado por el prolífico
actor William Smith.
Y lo hacemos con toda la intención, después de reflexionar
sobre lo que está ocurriendo a nivel planetario con la epidemia de neumonía por
el coronavirus de Wuhan (2019-nCoV), con un último recuento de algo más de 600
fallecidos y 31000 infectados en China, lo que viene a traducirse aproximadamente
en una mortalidad de un 2% entre los afectados.
Esta epidemia, como ha ocurrido
en el pasado con otras, está sirviendo para arruinar a unos y enriquecer a
otros. Entre los últimos, la demanda de mascarillas desechables ha disparado
inesperadamente los ingresos de sus fabricantes y vendedores, algo similar a lo
acontecido con los productores de las soluciones desinfectantes que se pusieron
de moda a raíz de las recomendaciones sanitarias en los tiempos de la
denominada gripe A. Y qué decir del famoso Tamiflu ® (Osetalmivir), un fármaco
para contrarrestar los síntomas gripales y que algunos expertos han coincidido
en calificar como la mayor estafa de la Historia.
Todos recordaremos lo que
representaron las amenazas de la gripe aviar (algunas cepas capaces de infectar
a humanos y a cerdos) y sus resultados catastróficos para la industria avícola
(140 millones de aves sacrificadas en 2005), la gripe porcina (casos
esporádicos transmitidos a humanos) para su sector productivo específico o la llamada
enfermedad de las vacas locas para las explotaciones y la producción de vacuno
y sus derivados.
En el 2003, la economía china se vio azotada por una epidemia
originada por otro coronavirus que provocaba infecciones respiratorias y
neumonías. Fue el SARS Co-V, responsable de Síndrome Respiratorio Agudo Grave,
con una mortalidad de alrededor del 18%. Tan sólo en el gigante asiáticos, las
perdidas económicas estimadas alcanzaron entre 12.3 y 28.4 billones de dólares,
con una reducción del 1% de su producto interior bruto (PIB). En el caso de la
gripe A (H5N1), donde la gestión sanitaria resultó más eficaz, las pérdidas se
limitaron a unos 5.6 millones de dólares.
Expertos en economía de la salud
estiman que la actual epidemia de Wuhan supondrá pérdidas similares a las
ocasionadas por el SARS en 2003. En el caso de la gripe, los expertos confirman
que puede resultar más letal que la infección por el coronavirus.
Más concretamente
en nuestro país, y a pesar de las campañas de vacunación de cada año, la
mortalidad por la gripe ha alcanzado el 11.5% entre los casos graves
hospitalizados, el 76% de los mismos en mayores de 64 años y el 63% de sexo
masculino. Según datos del 2017, los costes de la gripe en España ocasionaron unas
pérdidas entorno a los 1520 millones de euros, solamente en lo que a
incapacidad laboral se refiere. A esta factura habría que sumarle el coste de
la atención sanitaria, las vacunas, la medicación y las hospitalizaciones, considerando
que cuánto mayor sea la gravedad clínica y sus complicaciones, mayor será
también el gasto.
¿Y qué decir de otro tipo de costes no calculables? Como el
miedo y la ignorancia se propagan en nuestra sociedad a una mayor velocidad que el más contagioso de
los virus, somos testigos de comportamientos xenófobos y racistas más que
reprobables, que tienen como objetivo prójimos pertenecientes a la etnia china,
sin importar siquiera que su apariencia física sea la única característica en
común compartida con sus ancestros, pues muchos han nacido en España que ni
siquiera han visitado el país de sus antepasados. Afortunadamente, no estamos
en el medievo, ni esta epidemia es la Peste Negra.
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